Maxwell Alexandre es un joven artista brasileño, nacido en Río de Janeiro en 1990, que se formó en diseño cursando estudios que abordaban su comercialización, comunicación y los vínculos entre el arte y la moda; fue entonces cuando se dejó atrapar por el llamado papel pardo, muy habitual en su país, un papel craft de tono amarillento que los alumnos usaban para sus patronajes pero también para tomar notas. Él lo empleó en 2017 a la hora de realizar su primer autorretrato, mostrándose negro y con el pelo rubio como era entonces, y después llegarían tres o cuatro más; en un principio lo utilizó por su estética y porque le permitía un trabajo espontáneo, pero paulatinamente fue adquiriendo su producción connotaciones políticas y sociales: pardo es el término habitualmente manejado en Brasil para referirse a los tonos de piel cercanos al negro sin llegar a serlo (en origen, a descendientes de esclavos africanos que se mezclaron con europeos e indígenas y no eran ni mestizos ni mulatos) y el cariz reivindicativo de la palabra -que formó parte, incluso, de los documentos identificativos- lo ha hecho suyo este autor en un contexto en que la población negra brasileña es cada vez menor en número.
Por aquellas fechas, en 2016, desarrolló igualmente Alexandre la serie Pardo é papel, un conjunto de pinturas monumentales dedicadas a paisajes animados: representó en ellos la vida cotidiana de la vecindad negra en el entorno de Rosinha, que él conocía bien, haciendo hincapié en la infancia y sus juegos y en la vigilancia policial. El propósito de estos trabajos era, ya sí, crítico y político: suponían una afirmación de la negritud brasileña, de sus manifestaciones culturales (poesía, rap, ritmos) y de la posibilidad de que los hasta ahora excluidos pudieran asentarse en la escena cultural y política.
Aquel proyecto se encuentra en el origen del que ahora presenta el artista en La Casa Encendida, tras su paso por el Musée d´Art Contemporain de Lyon, el Palais de Tokyo de París y The Shed, en Nueva York: se trata de Novo Poder, compuesto por piezas de gran formato, elaboradas nuevamente en papel pardo y con ese tono, el negro y el blanco como colores básicos. Muestra en ellas a individuos negros transitando, disfrutando y apoderándose de galerías y museos representados conforme a su habitual diseño como cubos blancos. Si en Pardo é papel eran los bienes de consumo (joyas, ropa, coches) los que proyectaban el ascenso de la comunidad negra, ahora este se traduce en forma de disfrute cultural, entendiéndose el arte como símbolo de lo más elevado de la producción material de Occidente, con capacidad para sugerir y afianzar valores estéticos o nociones de belleza socialmente aceptables.
Tanto la asistencia a museos como la inserción en estos por la vía de la representación devienen, en las obras recientes de Maxwell Alexandre, formas de manifestación de poder y de participación en el mismo, de diferenciación cultural y de prestigio: expresa este autor la convicción, puede que ya abandonada en nuestros contextos más cercanos, de que la creación, al igual que el capital económico o la indumentaria, tiene la capacidad de otorgar un cierto estatus, un cierto valor intangible, a quien se involucra en ella como parte activa o pasiva. Y entiende, por esa misma razón, que la falta de atención a sus frutos contemporáneos en las áreas más degradadas (las zonas de favelas, las periferias urbanas brasileñas) se enmarca en una política intencionada que relega esas propuestas culturales a una élite económica reducida en busca de sofisticación, y por tanto las convierte en una herramienta de exclusión -al igual que la propia moda-.
Las figuras presentes en sus enormes papeles visten con elegancia o aplomo, y desprenden saber estar en sus posturas y al caminar haciendo suyos los espacios para el arte (conforme a un concepto que él llama pasabilidad): no transitan efímeramente por las salas expositivas, sino que las ocupan y se apoderan de ellas desde la seguridad y la confianza, disfrutando del goce estético, de lo que es suyo.
Asistimos, por tanto, en las salas de La Casa Encendida a una suerte de exposición dentro de otra, a una puesta en escena del acto de mostrar arte en la que, sin embargo, lo verdaderamente relevante no son las obras sino los visitantes: toma Alexandre conciencia de la responsabilidad, también, del sector creativo en la germinación y el mantenimiento de las desigualdades y convierte los templos culturales en espacios donde la inclusión ya no es anecdótica sino presente y natural. El mencionado papel pardo desempeña aquí, en ese sentido, un rol relevante: fácil de hallar y muy manejable, se nos ofrece pleno de fuerza simbólica con sus arrugas y a veces desgarros, y con buena parte de sus superficies vacías como si articulara extensos lienzos minimalistas en los que proyectar anhelos propios.
Decía Nascimento que un artista negro es un profeta y su imaginación se desplaza para explorar e iluminar sueños concretos.
Maxwell Alexandre. “Novo poder: pasabilidad”
Ronda de Valencia, 2
Madrid
Del 3 de febrero al 16 de abril de 2023
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