“Voy despacio con todo mientras disfruto del paisaje”, Mara Ona
Cada vez me cuesta más afirmar que estudio el “arte contemporáneo”. Diría que todo arte, realizado hoy o hace tres siglos y que se mira desde el ahora, deviene contemporáneo. Cada vez que visitamos un museo de “arte antiguo” y el ojo rescata una pieza remota “la resucitamos”. La experiencia con el arte es la contemporánea. Por esta razón, prefiero decir que me dedico a compartir sensaciones sobre algunos aconteceres artísticos (de hoy o de ayer), tras un proceso de escucha y de estudio de mis intuiciones.
Una cualidad del arte sería trascender los tiempos, entremezclarlos, incluso prefigurar futuros. John Berger habla de “los cuadros como profecías”:
Todos los cuadros terminados, hace un año o hace quinientos, son profecías, recibidas del pasado, acerca de lo que el espectador está viendo, pintado en el lienzo, en el momento presente. Algunas veces la profecía se agota rápidamente y el cuadro pierde su dirección; otras, sigue siendo cierta durante largo tiempo1.
En esta línea de pensamiento profundizaron en el pasado autores como Aby Warburg y Walter Benjamin, y en la actualidad Didi-Huberman, que plantea una historia del arte que enraíza la psicología y la historia de la cultura. Bajo este enfoque, las imágenes no remitirían únicamente a su tiempo de producción o de lectura. En ellas convivirían diferentes estratos temporales a los que es bueno acercarse desde parámetros no racionales, huyendo de la linealidad, que además suele ir emparejada con la imposición de los intereses de un grupo de poder.
Desde que empecé mis estudios de Historia del Arte a finales de los años ochenta, tendí a (con)fundir los tiempos. De hecho, aunque estudiaba en el Departamento de Historia del Arte Contemporáneo, elegía asignaturas optativas como Arte Prehistórico, Arte Indio o Iconografía Medieval. Siempre lo vi “todo unido” y con el paso de los años mi atracción por el llamado “arte outsider” confirmó esta preferencia de dimensión atemporal.
Nuestro admirado profesor, Ángel González García, afirmaba: “Lo artístico es esencialmente ahistórico, transhistórico, metahistórico”2.
Disculpad si he empezado con esta digresión sobre mis posicionamientos antes de abordar la conversación dedicada a la artista Mara Ona (Zaragoza, 1990). Necesitaba este preámbulo para explicar mejor por qué su obra es un magnífico ejemplo del arte que más disfruto: el que, realizado hoy, desborda la actualidad y las convenciones, el que desbarata el canon y se nos ofrece anacrónico y visionario.
El suyo es arte acontecimiento. Más que “su arte” debería decir: “ella y su proceder…”, materializado en canciones, en esculturas, dibujos, cerámica…, en acciones, en una manera singular de relacionarse con lo artístico.
UN RITMO LENTO
A Mara Ona la conocí hace unos años en una visita que hice a los artistas residentes en BilbaoArte. Destacaría de aquel primer encuentro su “presencia”, su alegría, la madurez que demostraba a la hora de elegir un camino nada fácil… y un trabajo inclasificable por la peculiaridad con la que afronta la creación.
Sus piezas son plurales, encadenadas, permeables, mezcla, sin orden ni destino…, incompletas, “fetiche”.
Sin sistema, sin etapas, su universo flota en una espiral que llega a desbordarla
Deciros también, que esta espesura temporal se ha impuesto en nuestra conversación. Por “ir sin prisas” me ha llevado meses decidirme a editarla. Hace unas semanas supe que había llegado el momento.
SUSANA: ¿Cómo estás, Mara? ¿Desde qué estado de ánimo me escribes?: Si te comparto un poco de mí, te diré que desde hace unos meses yo asisto expectante a un cambio interior… y necesito recogimiento para terminar algunos planes. ¿tú cómo estás?
MARA: Estoy enamorada, tranquila, feliz o triste, llena de curiosidad por la vida. Hoy ya se ha hecho de noche y a estas horas me gusta ponerme la radio para escuchar música que no conozco. Últimamente la música me llena más que cualquier otra cosa.
SUSANA: Curioso…, ciertamente la música es envolvente e invisible…
MARA: Es algo raro para mí, porque hasta ahora mi creatividad se dirigía a la construcción de cosas tangibles (esculturas, dibujos…) y no a algo tan etéreo como los sonidos. Sigo haciendo de todo, pero con otro ritmo.
SUSANA: ¿Un ritmo lento, tal vez? Es curioso que inmersos en vidas tan aceleradas de pronto reclamemos espacios de tranquilidad y silencio.
MARA: Siento que mi ser está cerrando un ciclo de mucho movimiento. Ahora viene el tiempo para la calma.
SUSANA: ¿Qué significa la infancia para ti?
MARA: La eternidad. La magia.
SUSANA: Intuyo que de niña te gustaba disfrazarte e inventar cuentos.
MARA: Tenía un baúl de disfraces que era como el bolso de Mary Poppins. De las pocas cosas que me gustaba hacer en compañía era hacer teatros. Recuerdo que montábamos el escenario en el salón de mi casa y llamaba a todo aquel que estuviera por allí para que viera nuestro espectáculo. Soñaba con ser actriz y creía en los seres mágicos.
SUSANA: ¿Y cuál fue tu primer acercamiento al arte? ¿Dibujabas de niña? ¿Había interés en tu familia por las artes?
MARA: Creo recordar que fui una niña bastante solitaria. Me gustaba abstraerme en mis fantasías, dibujar, disfrazarme, hacer teatro. Aunque también disfrutaba con mi hermana pequeña construyendo guaridas y arrastrándonos forradas de mantas escaleras abajo.
SUSANA: ¿Conservas alguna obra o recuerdo de aquella época? Háblame un poquito de tu familia.
MARA: Mi madre, que es médica, llenaba las paredes de la cocina con mis dibujos. Hacía tantos que se acumulaban como torres en el cuarto de los gatos y de vez en cuando los tirábamos para reciclar el papel. Ella compraba cuadernos de manualidades para los días de lluvia.
Cuando era pequeña, hacíamos excursiones en familia a bastantes lugares de interés histórico, ya que mi padre es arqueólogo, y recuerdo que me encantaba ver a los santos y Jesucristos crucificados de las iglesias, los exvotos, los trozos de huesos y cerámicas rotos que se descubrían en las excavaciones…
SUSANA: Ya eras una arqueóloga de la memoria.
MARA: Todas esas cosas que habían sufrido el paso de tanto tiempo y que poseían un halo de misterio y magia.
Siempre pienso que mi oficio (actualmente dirigido al arte y a la terapia) es el resultado de una bonita mezcla entre las profesiones de mis padres.
SUSANA: Qué interesante cómo procesaste los intereses de tus padres. Y en cuanto a tu formación académica…, háblame de tu itinerario.
MARA. Después del bachillerato artístico estudié escultura en Zaragoza. Luego comencé la carrera de Bellas Artes, aunque no confiaba mucho en lo que me podría aportar. Me inscribí el último día de la convocatoria porque sentí que tenía que hacerlo.
Acabé viviendo en Cuenca y fue increíble. Se me abrió un mundo de posibilidades, conocí personas mágicas, aprendí a compartir el arte…
En mi caso, una formación artística me valió para descubrir cientos de mentes diferentes.
SUSANA: Eso es interesante… ¿Cómo eran esas mentes distintas?
MARA: Unos se tomaban la carrera como un título y fabricaban sus obras adornándolas con un bonito discurso. Otros no salían del estudio de pintura, de grabado o de fotografía, haciendo de la facultad un lugar habitable. Los demás intentábamos encontrar un punto medio, donde nuestra creatividad surgiera espontánea.
Es difícil encontrar tu camino entre tanta información, así que es importante abstraerse para ver dónde estás y qué quieres.
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SUSANA: Si miras justo ahora por tu ventana…, ¿qué ves?
MARA: Veo un bosque y el cielo.
SUSANA: Cuando descubrí tu obra en Bilbao me sorprendió la intensidad con la que admirabas el arte outsider, y determinadas actitudes muy maduras que surgen tras reflexionar sobre otros modos de estar en el arte y en el mundo. ¿Cómo es tu relación actual con esta corriente? ¿Y con el TAZ?, el Taller de Arte Zubietxe dirigido por Helena González Sáez, esa fantástica artista y activista de las prácticas visionarias y marginales?
MARA: Sigo muy conectada a todo lo que surge sin una razón premeditada, a lo que responde a algo ancestral e intuitivo. Por eso me enganchó el arte outsider, porque vi en él un volcán de libertad creativa.
No creo que un creador sea mejor o peor por tener o no una formación artística, pero los outsiders poseen esa chispa de sinceridad atemporal, debido quizás a que tienen muchos menos referentes en su obra.
Tengo la suerte de seguir trabajando en el Taller de Arte de Zubietxe. He aprendido muchísimo de Helena y de todas las personas que vienen al taller. Sigo sorprendiéndome cada día de la capacidad que tienen para superar los vaivenes de la vida y es un placer ver cómo el arte puede ayudar en ese camino.
SUSANA: ¿Qué es el arte?
MARA: Un puente hacia el otro lado.
SUSANA: ¿Qué se espera de una artista? ¿Cuándo sentiste que ser artista era tu actividad, tu profesión? ¿Cómo vives ser artista y mujer en un contexto tan machista?
MARA: Depende de quién lo espere. Yo solo espero no perder mi verdadera esencia, sin verme presionada a producir arte.
A veces la fuente se agota y nos retiramos al fondo de la cueva, otras, brota el agua como un manantial y nuestras visiones salen disparadas a través de nuestras manos.
Creo que desde pequeña sentí la necesidad de explorar otras formas de comunicarse. Nunca pensé que eso pudiera ser mi “profesión”.
Tengo además la suerte de haber recibido apoyo en todos los entornos por los que me he movido y nunca me he sentido de menos por ser mujer. Aquí en Bilbao he conocido grandes mujeres artistas y me encanta ver la cantidad de talento que mueven.
SUSANA: ¿En qué proyectos estás implicada en este momento?
MARA: Todas las semanas trabajo un par de días en el Taller de Arte de Zubietxe e intento dar luz a las creaciones que allí surgen.
He participado en alguna escenografía y me gustaría seguir metida en el mundo teatral.
Sigo imaginando cabañas colgantes y seres afrogalácticos que intento reproducir en madera, cerámica, papel maché, collage o pintura.
Estoy cosiendo trajes extraños e improviso melodías para Amor Eterno (grupo de ruido romántico que formé hace poco con mi querido Juan) y para LABRUMA (proyecto musical en solitario).
No me gusta estresarme, así que voy despacio con todo mientras disfruto del paisaje.
BIOGRAFÍA
Mara Ona (Zaragoza, 1990) es graduada en Bellas Artes por la Facultad de Cuenca y obtuvo el título de Técnico Superior de Escultura en la Escuela de Artes de Zaragoza.
Siempre se ha interesado, además, por el mundo del cine, el teatro y los títeres, y ha realizado diversos talleres y cursos sobre estos y otros procedimientos artísticos (poesía, danza, performance…). Defiende el arte como una forma de expresión donde confluyen energías catárticas y, por lo tanto, le atribuye un poder terapéutico.
Sus piezas se han podido ver en múltiples exposiciones desde 2009. En la Escuela de Artes de Zaragoza dentro de las muestras “La señal de Goya” y IV Premio Extraordinario “Soy un monstruo”. En el Espacio Luvitien de Teruel y posteriormente, en la Facultad de Bellas Artes de Cuenca. “Elogio del escombro”, “Utopías desacreditadas”, “Amalgama” o “Del tiempo que viví con los Asconditas” son algunas de ellas.
Ha participado en exposiciones colectivas como “Espacio sin fronteras”, Universidad Juárez (Durango, México); “Lujo y pobreza”, Casa de la Demandadera, La Situación, (Cuenca); o en la “17.º Edición de Pequeños Formatos”, Galería Finestra (Zaragoza).
Su obra fue seleccionada en la X Edición TransformARTE Fundación Caja Rioja y en Segovia recibió el primer premio en el IV Concurso de Escultura con Material Reciclado.
bilbaoarte.org/Artists/mara-ona/
1John Berger, Y nuestros rostros, mi vida, breves como fotos, Madrid: Editorial Nórdica, 2017, p. 59.
2«Entrevista a Ángel González García», José Díaz Cuyás, Desacuerdos 8, julio de 2014, p. 231.
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