Lee Krasner, de búsquedas y estallidos

El Museo Guggeheim examina su trayectoria

Bilbao,

Con la colaboración del Barbican Centre de Londres y el comisariado de Eleanor Nairne y Lucía Agirre, el Museo Guggenheim abrirá el próximo viernes al público “Color vivo”, retrospectiva de Lee Krasner que incide en los constantes procesos de reinvención y búsqueda que caracterizaron su carrera. La conocemos, sobre todo, por sus trabajos más luminosos y cromáticamente vivos, pero trabajó en ciclos, desde el deseo de alumbrar una expresión personal y auténtica y en obras de muy distinto cariz, desde los autorretratos de sus comienzos hasta esos grandes lienzos coloristas pasando por sus sugerentes collages de los cincuenta, sus proyectos dominados por los tonos ocres y sus dibujos del natural. Algunas de las obras reunidas ahora en Bilbao son inéditas en Europa.

Krasner decidió muy pronto que quería ser artista, en plena adolescencia, y se formó con ese fin durante años hasta convertirse en referente del Expresionismo abstracto cuando el movimiento emergía en una ciudad de Nueva York que, como sabemos, tomaba el relevo de París como capital internacional del arte tras la II Guerra Mundial. De hecho formó parte, ya en 1942 y junto a otros autores vinculados al movimiento (como Pollock, al que aún ella no conocía y con el que se casaría pocos años después), de la exposición de pintura americana y francesa que acogió la galería McMillen Inc.

Lee Krasner. Autorretrato, hacia 1928. The Jewish Museum, Nueva York
Lee Krasner. Autorretrato, hacia 1928. The Jewish Museum, Nueva York

La muestra se abrirá con tres autorretratos de su etapa de formación; uno de ellos le valió el acceso a la National Academy of Design, que tuvo que abandonar en la etapa de la Gran Depresión para matricularse en el City College de Nueva York, en un curso para docentes de matrícula gratuita. En paralelo acudía a clases de dibujo del natural en Greenwich House con Job Goodman, alumno del pintor regionalista Thomas Hart Benton que defendía un método clásico de dibujo, inspirado en los maestros del Renacimiento. Esta fase queda representada en el Guggenheim por trabajos como Studies from the Nude (1933), que dejan clara la desinhibición respecto al cuerpo desnudo de Krasner, que se sirvió de la barra Conté para marcar la musculatura del modelo.

Lee Krasner. Estudio de desnudo (Study from the Nude), 1933. Pollock-Krasner Foundation, Nueva York Imagen cortesía Kasmin Gallery, Nueva York © The Pollock-Krasner Foundation
Lee Krasner. Estudio de desnudo (Study from the Nude), 1933. Pollock-Krasner Foundation, Nueva York .Imagen cortesía Kasmin Gallery, Nueva York © The Pollock-Krasner Foundation

Una beca le permitió acceder más tarde a la Hans Hofmann School, dirigida por un modernista alemán que había vivido en París y conocido a Picasso y Matisse, a quienes Krasner veneraba. De él aprendió las claves del cubismo analítico, estudiando las relaciones entre plano y tridimensionalidad: ella lo llamaba el tira y afloja de una obra. Sus dibujos de este momento se aproximan a la abstracción.

En este difícil periodo de los treinta, ella fue también una de las artistas que recibió apoyo del Federal Art Project de la WPA, que financiaba proyectos que debían fomentar el optimismo, el espíritu americano y de trabajo, el sentimiento de comunidad… En 1942, logró que se le adjudicara la supervisión del diseño y el montaje de veinte escaparates de grandes almacenes de Manhattan y Brooklyn y que Pollock formara parte de su equipo; en esos escaparates se anunciaban cursos de formación para la guerra cuyas imágenes integró la artista en sus diseños, con ecos abstractos y tipografías dinámicas. Aunque esas piezas ya no se conservan, en Bilbao sí se proyectarán imágenes de los diseños de los originales.

En 1945, el año de su matrimonio con el artífice del dripping, se trasladó a Springs, donde hizo frente al duelo por la muerte de su padre pintando una y otra vez las piezas que llamaba “losas grises”. Con el tiempo, su nuevo escenario creativo desembocaría en una iconografía también nueva: abstracciones vibrantes en las que, en ocasiones, aplicaba densas capas pictóricas con espátula para después matizarlas con brocha dura. Otras veces generaba arabescos a través de pintura rebajada con trementina; a Bilbao también han llegado varios ejemplos y no falta su Mesa de mosaico, que llevó a cabo con la rueda de un viejo carromato que encontró en la granja donde vivía e incorporando teselas desechadas, bisutería rota, llaves, monedas o trozos de cristal.

Lee Krasner. Lee Krasner. Color hecho añicos, 1947. Guild Hall Museum, East Hampton, New York © The Pollock-Krasner Foundation
Lee Krasner. Color hecho añicos, 1947. Guild Hall Museum, East Hampton, New York © The Pollock-Krasner Foundation

Su primera muestra individual la presentaría en la Betty Parsons Gallery en 1951. Constó de catorce obras abstractas y geométricas que realizó con colores plácidos y luminosos y que no pudo vender, aunque sí cosechó buenas críticas. Decepcionada, decidió emprender entonces una serie de dibujos en blanco y negro de los que esperaba obtener inspiración futura… hasta que prefirió romperlos. Se enfrentó a una crisis que la alejó del taller varias semanas.

Cuando volvió, sí que encontró allí cosas que la interesaban. A partir de aquellos papeles rotos, elaboró collages que dispuso sobre aquellos lienzos que no había logrado vender. Sumó, además, trozos de arpillera, hojas de periódico rotas, papel fotográfico, algunos dibujos desechados por su marido y pinceladas. Los resultados los mostró, en 1955, la Stable Gallery y algunas de esas obras también han llegado a Bilbao, como Luz hecha añicos, Águila calva, Charla de pájaros o Asclepia.

Al año siguiente, cuando su relación con Pollock se complicaba, llevó a cabo Profecía, trabajo muy distinto al resto de los suyos y dominado por formas onduladas y carnosas, con toques de rosa y enmarcadas en negro. A ella misma la inquietó “enormemente”. Y proféticamente o no, muy poco después su esposo falleció en un accidente de tráfico.

Lee Krasner. Profecía, 1956. Colección particular © The Pollock-Krasner Foundation Cortesía de la Kasmin Gallery, Nueva York
Lee Krasner. Profecía, 1956. Colección particular © The Pollock-Krasner Foundation. Cortesía de la Kasmin Gallery, Nueva York

Cuando volvió a pintar, Krasner creó tres obras que formaban serie con aquel trabajo perturbador: Profecía: Nacimiento, Abrazo y Tres en dos, paisajes agitados que parecen animados por fuerzas psicológicas oscuras. Es así porque no se planteó dejar los pinceles en el duelo: Pintar no es algo ajeno a la vida. Es la misma cosa. Es como si me preguntan si tengo ganas de vivir. Mi respuesta es sí y por eso pinto.

Pintar no es algo ajeno a la vida. Es la misma cosa. Es como si me preguntan si tengo ganas de vivir. Mi respuesta es sí y por eso pinto.

Con el tiempo, decidió instalarse en el que había sido estudio de Pollock, volcándose en obras de dimensiones que hasta ahora no había manejado, tanto que tenía que clavar directamente en la pared los lienzos, sin bastidor. Trabajaba de noche, con luz artificial y empleando sobre todo los tonos blanco y tierra; este último aportaba a sus trabajos cualidades orgánicas. El poeta Richard Howard, amigo de la artista, llamó a estas imágenes Viajes nocturnos y supusieron tal viraje en su carrera que Clement Greenberg decidió suspender una muestra suya que estaba organizando, incómodo ante estos nuevos rumbos. Esta vez, ella no se inquietó por eso y mostró las obras en la Howard Wise Gallery en 1960 y 1962, con buena respuesta.

En esa década, justamente, el gran color regresaría progresivamente a su producción, junto a una gestualidad más osada. Su cromatismo remite a Matisse, antiguo héroe de esta autora y en 1965 llegaría su primera individual institucional, en la Whitechapel londinense.

En este momento, avanzado y maduro, de su carrera, continuaba sin utilizar bocetos preparatorios, pero en 1968 compró un lote de papel manualmente elaborado para aplicar sobre él pigmentos puros. Aquellas obras pronto se vendieron; catorce de ellas las presenta el Guggenheim.

Las formas biomórficas darían paso, ya en los setenta, a composiciones abstractas con elementos recortados, de energía más reposada. Regias y lentas, dijo Cindy Nemser. Los expuso el Whitney Museum y llamaron la atención por la fuerza expresiva de Krasner, en su última fase creativa. La pieza más grande en ese museo fue Palingenesia (1971); este término significa nacer de nuevo, y en el fondo compendia el espíritu de la trayectoria de la americana.

También el alma de su obra final: en 1974 encontró una vieja carpeta de dibujos de sus inicios que le inspiraron la realización de nuevos collages a los que incorporó imágenes espectrales en el reverso de algunas de las hojas, dejando otras zonas del lienzo sin trabajar y reflejando el espacio vacío alrededor de los modelos desnudo. Sus títulos remitían a formas verbales y se expusieron en la Pace Gallery.

La mayoría de los reconocimientos le llegaron a Krasner tras su muerte, en 1984, pero esa circunstancia, aunque injusta, le permitió trabajar, según ella misma entendió, desde la independencia, la libertad y la ausencia de repetición.

Lee Krasner. Semilla n.º 21 (Seed No. 21), 1969. Colección particular © The Pollock-Krasner Foundation
Lee Krasner. Semilla n.º 21 (Seed No. 21), 1969. Colección particular © The Pollock-Krasner Foundation

 

Lee Krasner. “Color vivo”

MUSEO GUGGENHEIM BILBAO

Avenida Abandoibarra, 2

Bilbao

Del 18 de septiembre de 2020 al 10 de enero de 2021

 

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