No nos ha dado tiempo a echarlo de menos, porque sólo hace unas semanas que cerró su exposición más reciente en Madrid, en la Galería Elvira González, y ya podemos contaros que el próximo 13 de mayo la Sala Alcalá 31 de la Comunidad abrirá “Las reglas del juego”, una muestra que examinará sus imágenes realizadas entre 2008 y 2014, fotografías que, como el resto de las que componen su producción desde los noventa, conceden vidas y destinos distintos e improbables a objetos cotidianos.
Su voluntad de encontrar lo extraordinario en lo ordinario y de desarrollar el lenguaje sensual de estos objetos, explorando sus significados diferentes y hasta ahora ocultos, le ha valido premios como en Nacional de Fotografía en el año 2000 o el de Cultura de la Comunidad de Madrid en 2012.
Algunos puristas tachan sus obras de almibaradas, pero para entenderlas hay que partir de la premisa de que no nos encontramos ante documentos sino ante poemas visuales abiertos a diversas lecturas en los que lo habitual se convierte en subversivo demostrándonos que la realidad no es única sino múltiple y que siempre existe la posibilidad de mirar más allá. Hay otros mundos, pero están en éste. Y se requiere humor para entenderlos.
LAS SIETE VIDAS DE LOS OBJETOS
El madrileño trabaja con el lenguaje infinito de los objetos, no del todo inertes: emiten señales que él resalta o violenta hasta dar lugar a nuevos sentidos.
La composición de las imágenes de Madoz es aparentemente sencilla, pero todo en ella es meticuloso: el tamaño y el peso de los objetos escogidos se han determinado con precisión, al igual que la escala a la que se nos muestran. Modificando o acentuando algunos de sus rasgos se abre un mapa de posibilidades sin fin. Esa resolución formal muy cuidada no tiene, pese a todo, que confundirnos: lo material es reflejo de lo pensado y el objetivo último del artista es retratar ideas abstractas; pensamientos, no realidades.
Madoz crea poemas visuales potentes y abiertos a múltiples lecturas
Este procedimiento de trabajo deriva en parte de su formación: el madrileño cursó Historia del Arte en la Complutense mientras estudiaba fotografía en el Centro de Enseñanza de la Imagen y se considera una suerte de hacedor de objetos que trabaja con el enfoque propio de un fotógrafo empleando su cámara como herramienta para registrar sus memorias. No se sirve de tecnologías digitales; recurre, aunque sea el camino más largo, a la manipulación real. Parte de bocetos previos sintéticos y a lápiz para diseñar después composiciones ordenadas de objetos, que, contra la opinión se críticos y galeristas, se niega a exponer como construcciones escultóricas sin el filtro de la fotografía al entender que no conforman obras acabadas.
La toma de la imagen constituye la fase, en su opinión, puramente creativa, la etapa capaz de transformar los objetos elegidos en algo distinto, en entes con sensibilidad propia (en perlas si hablamos de gotas, en correas si hablamos de reglas…). Algunos de esos objetos son recurrentes (relojes, árboles) pero en sus distintas asociaciones adquieren significados inexplorados. Cuánto de sugerente hay en lo cercano.
Contaba el propio Madoz para Imprescindibles de TVE que comprendió por primera vez el potencial de los objetos a los cuatro años, cuando estaba sentado en un banco de cocina frante a un horno. Su puerta le servía de mesa y frente a él se hallaba un rectángulo negro que podía cobijar múltiples misterios.
Sus referencias son claras: el Dadaísmo, el Surrealismo y las vanguardias de comienzos de siglo pasado. La figura humana está ausente en todo momento de su trabajo y la utilización del blanco y negro convierte a estas obras en iconos del hallazgo de lo inédito en la rutina diaria, les dota de un simbolismo más marcado, de atemporalidad y de cierto distanciamiento respecto a la mera realidad, fines que el color no conseguiría, por la misma razón que el cine mudo era mucho más expresivo que el sonoro.
Para la exhibición que presenta Alcalá 31 hasta el 2 de agosto, comisariada por Borja Casani, se han elegido ciento veinte fotografías en blanco y negro, la mayor parte inéditas. En ellas han ganado presencia, respecto a sus trabajos anteriores, la naturaleza y las figuras animales y también se han incluido en ocasiones el dibujo y las caligrafías como medio de representación adicional o como vía alternativa para incentivar la imaginación y reforzar el discurso.
Casani cita la naturalidad, la precisión y la elegancia como las tres características fundamentales de la producción del fotógrafo, por trabajar con materiales existentes y con una iluminación sin artificios y un objetivo normal a la hora de obtener representaciones de ideas subjetivas y por lo acertado de sus elecciones al asociar objetos dispares. Subraya también el papel concedido al espectador, que contempla paisajes que el artista deja abiertos.
Ésta de la Comunidad de Madrid es la tercera gran exposición de Madoz tras las revisiones de su obra que ya presentaron el Museo Reina Sofía y el Espacio Fundación Telefónica.
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Una respuesta a “Las reglas del juego de Chema Madoz”
Lía Cosse
Muy buenas fotos.