Las emociones siempre han tenido un papel relevante en la programación expositiva de la Galería La Casa Amarilla de Zaragoza y a la soledad, que Massimo Cacciari definió como nuestro primer sentimiento, se dedica la muestra colectiva que nos presentan hasta el 12 de diciembre; se titula justamente “En soledad” y recoge trabajos de Almalé y Bondía, Nacho Bolea, Dis Berlin, Jorge Fuembuena, Louisa Holecz, Fernando Martín Godoy, Sylvia Pennings, Sara Quintero y Fernando Sinaga.
Sus obras nos invitan a activar la memoria y a no olvidar, como hacen la mayoría de los solitarios según comprobaron desde Petrarca a Samuel Beckett pasando por Leopardi, Celan o Musil; se trata de imágenes que transmiten quietud, que esquivan lo narrativo para ceñirse a lo esencial y evocan silencio, una voluntad de huir del ruido en fondo y forma.
La muestra recuerda así, desde la plástica, planteamientos filosóficos desarrollados por aquellos y otros autores: aunque nos definimos como seres sociales y, desde que nacemos, todas nuestras circunstancias vitales nos conducen a formar parte de un grupo, solo adquirimos una dimensión auténticamente personal sin compañía y, si el colectivo permite sobrevivir, su ausencia en muchas ocasiones es la que posibilita ser.
Esta dicotomía entre lo individual y lo grupal está, sobra decirlo, constantemente presente en nuestras vidas y también lo ha estado en el arte, especialmente desde el romanticismo y su atención a lo subjetivo. En lo político y social, esas tensiones han generado diversas corrientes de pensamiento; en lo personal, nos llevan a alternar entre la búsqueda de la soledad para sentirnos libres y la de compañía para no considerarnos excluidos. Justamente esa vivencia de la exclusión será la que quizá determine si experimentamos una soledad buscada (y feliz) u otra impuesta (puede que más amarga); en inglés y en alemán existen términos distintos para hacer referencia a cada una de ellas.
Los protagonistas, presentes o ausentes, de las obras de los artistas participantes en esta exhibición han huido de la sociedad buscando silencios o son solos sin remedio, marginados que desearían escapar de esa circunstancia que también puede aprisionar. Las razones de los primeros son infinitas: los cínicos proponían convertir el alma propia en fortaleza; los ascéticos de Port-Royal-des-Champs, bajo la influencia jansenista, aconsejaban la soledad para evitar daños de terceros; los eremitas buscaban en ella el vaciamiento; Thoreau, la libertad y Jünger, la fuga del mundo. Son tan variadas esas razones como los escenarios donde la buscaban: Petrarca encontró la soledad en su jardín; Horacio y Fray Luis de León alabaron la aldea y el campo; infinitos artistas e intelectuales se han refugiado en gabinetes y bibliotecas. Por ellos escribió Laín Entralgo que la creación exige la soledad: únicamente el moribundo está más solo consigo mismo que en el momento de crear. Pero, a la vez, la creación implica solidaridad. Nadie está con los hombres, con todos los hombres, tanto como el que con sacrificio está creando una obra valiosa. Martinica, Samoa, las Marquesas, Hiddensee, Mount Desert Island, Skyros o Capri fueron los respectivos espacios para el aislamiento de Gauguin, Stevenson, Jacques Brel, Hauptmann, Marguerite Yourcenar, Michel Déon y Zweig. Para Dickinson, Virginia Woolf o Alejandra Pizarnik, fue suficiente con la propia habitación, de la que Xavier de Maistre dijo que podía encerrar todos los bienes y todas las riquezas del mundo.
Los efectos negativos de esa soledad que para ellos fue fructífera también quedan recogidos en las piezas de algunos de los artistas que exhiben ya en La Casa Amarilla: en Kierkegaard desembocó en aburrimiento; en Bartleby, apatía y Joan-Carles Mèlich decía en La sabiduría de lo incierto. Lectura y condición humana que era sencillamente insoportable para un ser finito.
En cualquier caso, mientras dura la exposición (hasta el 12 de diciembre), la galería se convertirá en el escenario del encuentro de dos soledades: la de los artistas participantes, que crean en el silencio de su estudio y la de quienes, muy a menudo también solos, contemplan sus trabajos.
“En soledad”
Paseo de Sagasta, 72 Local 3
Zaragoza
Del 16 de octubre al 12 de diciembre de 2020
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