PHotoEspaña, y el Museo Cerralbo, se han propuesto que, de una vez por todas, el gran público conozca a Alberto Korda por algo más que Guerrillero heroíco, su reproducidísimo retrato del Che Guevara.
Hasta el próximo 6 de septiembre podemos disfrutar en este centro de “Korda, retrato femenino”, una exhibición que nos acerca a una de las vertientes más desconocidas de su obra: sus imágenes de mujeres, representaciones de la belleza femenina que constituyen en el fondo el eje de su trabajo y que, según el propio artista cubano explicó, fueron su razón para dedicarse a la fotografía.
Podemos ver en el Museo Cerralbo sesenta retratos en blanco y negro (aunque también algunos los realizó a color) y dominados por la luz natural, todos fechados entre 1952 y 1960. Muchos han sido recuperados en los últimos años por el Estate Korda, que mantiene una constante labor de puesta en valor de sus obras, buena parte de ellas perdidas a raíz de la intervención de su archivo en 1968.
Trabajó en el campo de la moda y la publicidad, forjando su estilo de manera autodidacta y procurando dar lugar a imágenes atemporales con un cariz simbólico, y continuó fotografiando mujeres hasta su muerte: cinco meses antes de fallecer llevó a cabo su última sesión con modelos profesionales en Brasil.
La primera mujer que retrató Korda, cuando todavía era Alberto Díaz, fue Yolanda, su novia de juventud, con una cámara Kodak 35 que le cogió prestada a su padre. Tenía unos 16 años y a ella le dedicó un álbum entero emulando los posados de las revistas de aquel tiempo, pero, por desgracia, solo nos han quedado diapositivas en mal estado.
Más tarde, aunque todavía siendo Korda fotógrafo amateur, llegó Julia López, con quien se casaría en 1951. La retrató con insistencia, ensayando ángulos, posiciones y luces, en imágenes que no trascendieron el álbum familiar pero que ya anticipaban el talento de Alberto como retratista. Cuando comenzó como fotógrafo de publicidad, y antes de separarse de Julia en 1956, también fotografió a su hija Diana para algunas campañas.
Su éxito le permitiría fundar en 1956 los Studios Korda, a los que acudían clientes diversos; fue un estudio que logró ir más allá de lo comercial para llegar a convertirse en laboratorio de ideas. Korda contó con colaboradores, pero procuró reservarse para él los retratos femeninos donde se dejaba influir por las imágenes de moda aparecidas en Vogue o Harper´s Bazaar sin dejar de trabajar en su sello propio: gustaba de contraponer la belleza de las modelos a entornos decadentes, poco habituales en la fotografía de entonces.
Figuraron entre sus modelos Nidia Ríos, estudiante de la escuela americana de La Habana cuya popularización se debe en parte a Korda; Natalia Magali Méndez Ramírez (Norka), que fue su segunda esposa y, según se dice, su musa favorita; Norma Martínez, Maricusa Cabrera o Miriam Socarrás.
Muchas de esas imágenes vieron la luz en la revista cubana Carteles, dentro de una sección llamada Cine Bellezas, para la que escribía Guillermo Cabrera Infante. Korda también colaboró con modistos como Bernabeu, Melly López, Pepe Fernández, René Sánchez, Rivero y Mojeno, Marffel y Sánchez Mola hasta que, con la llegada de la Revolución, aquel ambiente de modelos y talleres comenzó a entenderse como “reminiscencia pequeñoburguesa” y decayó, pasando Korda a fotografiar mítines, desfiles…Los nuevos líderes y sus seguidores fueron sus modelos en esa nueva etapa como fotorreportero.
Las imágenes femeninas de Korda, que llegó a conocer y a dejarse influir por Richard Avedon, destacan por funcionar con independencia de su finalidad comercial gracias a la capacidad interpretativa de las modelos y a las cuidadas puestas en escena que el fotógrafo diseñaba, que las alejaban del prototipo de imagen publicitaria al uso.
Frente a la voluptuosidad y los intentos de provocación comunes en las fotografías publicitarias de entonces, que servían al contexto de una sociedad machista, las de Korda ofrecen líneas elegantes, contornos casi abstractos, composiciones cuidadas.
OTRAS NOTICIAS EN MASDEARTE: