Al igual que el soñar, jugar y crear siempre me han parecido acciones que resbalaban al orden y a la normativización.
La exposición JUEGOS REUNIDOS comisariada por Francesco Giaveri, Amalia Ruiz-Larrea y Daniel Silvo se adentra de lleno en las contaminaciones-relaciones entre arte y juego, poniendo el énfasis en el carácter crítico y reflexivo de ambas actividades. En palabras de los comisarios, la idea “parte del objeto, el juguete, como espacio donde comenzar a explorar la realidad y experimentar, dramatizar, ironizar y repensar el teatro de la existencia”.
Me contaba Daniel Silvo, que la primera idea de montaje fue abarrotar el espacio con juguetes y cachivaches, al modo de las jugueterías antiguas, de los viejos bazares de muñecos… que la experiencia del visitante exigiera desenvolverse entre ese caos, tirando de la memoria acumulada de nuestra infancia. Finalmente se optó por una disposición más limpia y sólo once trabajos, resumen de algunos de los acercamientos a las dinámicas arte-juego, que no por ser un tema recurrente en los estudios de arte y psicología deja de ser interesante actualizar y repensar. Ambas actividades implican en muchos casos legitimar el “fuera de norma” y los mundos mentales paralelos, agarrándose en un caso a la utilidad educativa en su tránsito hacia la madurez (los juegos en la infancia), y en otro, a las contribuciones a la cultura y a la sabiduría de la humanidad (el arte), aún cuando en muchos casos, tanto niños como artistas aporten mucho más de rebeldía y trasgresión que de contribución al desarrollo de la sociedad aceptada.
Resulta todo un acierto comisarial disponer juntas las dos obras que “detournean” el cubo de Rubik, como si se trataran de secuelas oficiales del juguete, tal y como acostumbran a hacer las marcas que saben explotar la ansiedad del coleccionista. La obra de Rómulo Bañares: Cubo Negro (2011) es el Rubik sin pegatinas, con la ironía que despierta esta desnudez y esta negritud. Y a su lado: Cubo Blanco (2010) de Daniel Cerrejón que ha tapado cada uno de los cuadrados con pegatinas blancas, pero de matices de blanco distintos, lo que aporta un significado sutil a este curioso traje-piel-recubrimiento. Las dos piezas son magníficas.
También es muy interesante La obra de arte más pesada del mundo de Esther Achaerandio (1982). La autora, más conocida por sus videos, tiene una serie de pequeños objetos a camino entre escultura y elementos pre-post-performáticos. Objetitos irónicos que se sitúan en un territorio indefinido entre la escultura y su proceso, y que contienen acción tanto como sus premiadas video-performances. En este caso el pequeño vehículo de juguete que se atreve a cuestionar los referentes históricos y el peso teórico que nos generan.
Contemplando Oro parece, plata no es (2007) de Misha Bies Golas podemos reflexionar sin duda de lo cerca que están estos ingeniosos artilugios tradicionales de juego con muchas piezas conceptuales y postminimalistas. Seguramente sería mucho más fácil remitirse a estos artefactos polisémicos y cotidianos de nuestro infancia para entender la lingüística del arte contemporáneo que a sesudas teorías.
Otras obras enfatizan el modo en que los juguetes incorporan y/o asientan la ideología y los miedos de nuestras sociedades. En Máxima Seguridad (2005) Mateo Maté coloca una microcámara de seguridad en una fortaleza de juguete; y Jonathan Notario, analiza los juegos de estimulación mental en su Kit Speed Learning (2011).
También hay trabajos que formarían parte de la propia acción del juego y de la invención de historias y narrativas. Los Muñecos (2010) de Cristina Busto, y la pieza de Lilli Hartmann producida para la exposición: Sunday (2012) parecen decirnos “ponme en marcha, por favor”.
En una mesa están invitándonos a sentarnos y echar una partida los distintos juegos de mesa que componen la caja de Juegos Reunidos (2005) producida por los editores de La Más Bella con distintas propuestas de un gran número de artistas.
Fiel también a esta indeterminación que me parece tan sugestiva, es Torso (2010) de Kiko Pérez, un artefacto a medio camino entre los juguetes eco, el minimalismo y la vanguardia que genera al espectador una cadena de sensaciones semánticas.
Y para terminar, cómo no destacar el Martillófono (2006) de Unai Requejo. Su instrumento musical construido a base de piezas Lego, no solo es una curiosidad objetual valiosa en sí misma, las instrucciones democráticas que lo acompañan, que permiten su construcción y que convierten la pieza en un múltiple a la elección del visitante, dotan la obra de más lecturas.
En el texto introductorio de la muestra, los comisarios apuestan por la definición de juguete que dio La Bauhaus que “establece como directiva que los juguetes tienen que ser objetos que cumplan sus funciones de manera práctica, ser duraderos, baratos y bellos”.
Posiblemente las piezas aquí presentadas no reúnan siempre esas premisas, y es seguro que añaden otras, pero en esa in-formalidad y en ese devenir está su enorme interés, en el cuestionamiento de los conceptos de objeto, acción, resto, original, múltiple, cita, y ensayo.
Juegos reunidos
Del 12/12/2012 al 02/02/2012
Espacio Trapézio
Mercado de San Antón, 2ª planta, Local 16
Calle Augusto Figueroa, 24. 28004 Madrid
Artistas: Esther Achaerandio, Rómulo Bañares, Misha Bies, Cristina Busto, Daniel Cerrejón, Lilli Hartmann, La Más Bella, Mateo Maté, Jonathan Notario, Kiko Pérez y Unai Requejo.
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