Juan Zamora

JUAN ZAMORA || Sublime e irónica poesia

 

Juan Zamora es otro de esos artistas que llevo siguiendo hace tiempo. Su obra ha ido avanzando en una contradictoria y poética mezcla de lo bello y lo terrorífico. Recuerdo las primeras obras con las que me topé del artista, «Playing with Myself», unos dibujos con aspecto inocente y cándido pero curiosamente tremebundos, repletos de “seres” deformados, amputados, que despedían una irónica felicidad, al más puro Art Brut.

Zamora dibujaba, en esencia, y con esencia, con toda esa delicadeza que transmite la técnica y la ironía creativa de alguien que prometía lo que después cumplió: no defraudar.

Sus series aparentemente dulces fueron evolucionando, incorporando la proyección de luz que daba como resultado el dibujo “en 3D”, intervenido, y que continuaba con las posibilidades infinitas de la ironía… sombras de seres imaginarios, en momentos insospechados que quedaron recogidas en «Paintings on Wood», que con un mismo fondo neutro de cielo azul y línea de horizonte tierra recogían situaciones absurdas cercanas al esperpento pero increíblemente tiernas. Zamora refleja como nadie la muerte, su obra y su filosofía son una vanitas andante sublimada a la poética y a la belleza.

Una de sus últimas líneas de trabajo, en la que interviene espacios públicos y crea obras sólo visibles desde Google Earth, no se aleja de ese toque conceptualmente «siniestro», sombras de buitres, sombras amenazantes como en la pasada edición de Genalguacil, y que ya dejó marcadas por Sudáfrica, dónde ha estado de residencia artística recientemente.

Calaveras constantes en su narración que no transmiten para nada el dolor, o acercamiento a la muerte de las vanitas, sino que nos transmiten realmente el contrapunto: la dulzura del encuentro final, la ironía y la poética del momento.

Pero Zamora tiene mil registros, reflexiona como un antropólogo plástico, como un explorador de lo humano que se queda con la esencia pura de las cosas. Depura con su lenguaje todo aquello que es accesorio para así poder llegar al encuentro sublime de lo más puro; como la sombra chinesca que nos evoca con su silueta una figura de la que podemos entender todo aquello que la complementa y que el artista ya ha digerido para presentarnos lo importante, lo que nos ayuda a colocarnos ante la verdad misma de la narración. Describir cada una de sus series sería entrar casi en la intimidad del espectador porque lo que transmiten va intimamente ligado a nuestra percepción de lo bello, de lo horrible, de lo humano y lo inhumano, lo cruel o lo sanador, etc.

Como estas entradas pretenden que nos acerquemos a ver qué es todo esto de lo que hablamos, creo que lo mejor es que aprovechéis la ocasión que se brinda en la galería Slowtrack de Madrid, en la que podéis acercaros a sus maravillosas obras que giran en torno al origen mismo del hombre y el lenguaje. Trabajos que nos adentran en la relación de los sonidos de las lenguas Khoisanas con las cavernas, de la cuna de la humanidad que, desarrollados también en su estancia en Sudáfrica, pueden verse hasta mediados de noviembre.

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