El fotógrafo Juan del Junco mantuvo desde su infancia una relación muy cercana con los pájaros: su padre era ornitólogo, y él un gran aficionado a la biología. Por eso, la mayor parte de sus imágenes y sus vídeos están poblados de animales, especialmente aves e insectos: aparentemente nos encontramos ante piezas de cariz científico, pero una segunda lectura desvela en sus obras posibles interpretaciones simbólicas y una vertiente emocional. Son continuas las referencias a los vínculos entre los seres humanos y el paisaje, en particular al modo en que el individuo obtiene información de la naturaleza, la analiza e intenta dominarla con o sin éxito.
Nacido en Jerez de la Frontera en 1972, Del Junco ha vivido y trabajado en Sevilla y sus inicios, en torno al año 2000, se desarrollaron de la mano del colectivo The Richard Channin Foundation, del que formaba parte junto a Miki Leal y Fernando Clemente. Los tres tomaron como punto de partida la que podría llamarse “cultura mediática” para idear piezas caracterizadas por su ironía y su sentido lúdico.
Junto a ese grupo realizó su primera exposición, en la Galería Cavecanem, en la que mostró imágenes que eran narrativas pero que poseían también un carácter conceptual: podríamos considerarlas escenografías por él diseñadas en las que tienen cabida tanto lo real como lo metafórico; en definitiva, la ciencia y el arte. Su visión sobre el medio ambiente, y en ocasiones también sobre el medio rural, no es la propia de un viajero romántico que transita por un campo que apenas conoce y que idealiza, sino una mirada prosaica, que capta a un tiempo lo bello y lo próximo y transmite conocimiento del terreno.

Hasta el próximo 28 de septiembre, Del Junco ofrece en el Museo Patio Herreriano de Valladolid “Ese gran trecho que -aun en vuelo- separa el secano de dos mares”, una muestra en la que montaje y contenido se entrelazan: una gran superficie fotográfica dispuesta en el suelo representa una porción de tierra, un terruño en el pueblo de Valladolid donde nació una de las abuelas de la artista, captado por su cámara con enorme precisión y bordeado por piedras. Remite, de hecho, al Photopath (1967) de Victor Bugin: un camino de fotografías a tamaño real, igualmente colocadas en el suelo, que cada vez que se exponía debía rehacerse. A medio camino entre el minimalismo y el arte conceptual, la imagen, la performance y la instalación site specific, este proyecto del británico proponía una reinterpretación de la fotografía enfocada tanto hacia el interior, a las propiedades del medio mismo, como hacia el exterior, a los puntos donde conecta con el entorno y con otras formas de arte.


El jerezano se declara deudor de Burgin, pero se distancia de sus propósitos en su querencia por profundizar en lo que le es propio, en sus experiencias: aves y tierra forman parte de su mundo en el sentido creativo y en el vital. En los muros, en torno a ese terruño fotográfico, contemplaremos distintas series recorriendo el perímetro de la sala 8; se conforman como un conjunto de publicaciones, cada una con su portada, articulado en minuciosas retículas: todas las imágenes reunidas tienen en común su tamaño (40 x 30 centímetros) y su ordenación obedece a patrones comunes, pero es en su contenido donde surgen diferentes lecturas, derivadas, claro, del vuelo de las aves o de sus nidos. Transitan entre el norte y el sur, el mar y la tierra, la abstracción y el icono; ocasionalmente se trata de avistamientos fortuitos, encuentros casuales. Entre medias de su trasiego marítimo queda el secano. Y moran, eso sí, en nidos perfectos, claros y centrados, de los que tanta cuenta ha dado la tradición alemana.
La disposición de sus trabajos en Patio Herreriano no resulta novedosa en Del Junco: interesado por la fotografía conceptual de hace medio siglo, utiliza formatos pequeños pero tiende a agrupar sus composiciones en series que vertebran polípticos mucho más amplios. Nunca ha dejado de valerse del blanco y el negro, de buscar texturas a través del grano visible y de captar aves casi siempre en vuelo, su movimiento efímero y cíclico. Aprendió siendo muy joven, además de sobre sus hábitos y sus lugares de cobijo, de los emplazamientos desde los que podría avistarlas y acompañó esas imágenes de textos y publicaciones; estas últimas no hemos de entenderlas como la plasmación documental de sus propuestas, sino como parte material de las mismas. Frente a la pureza programática de aquellos conceptuales que admiró, como dijimos, él incorporó el sello de la autobiografía.


Juan del Junco. “Ese gran trecho que -aun en vuelo- separa el secano de dos mares”
C/ Jorge Guillén, 6
Valladolid
Del 5 de abril al 28 de septiembre de 2025
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