Josef Koudelka, sensibilidad en tierra de nadie

Su antología más completa recala en la Fundación MAPFRE

Madrid,
Josef Koudelka. Bohemia (Kladno) ,1966. The Art Institute of Chicago, donación del artista, 2013.1256 © Josef Koudelka / Magnum Photos
Josef Koudelka. Bohemia (Kladno) ,1966. The Art Institute of Chicago, donación del artista, 2013.1256 © Josef Koudelka / Magnum Photos

Intensidad en lo emocional y refinamiento en lo estético: son las claves de la fotografía de Josef Koudelka, espléndido fotógrafo de origen checo, al que, tras su exilio a raíz de la invasión del 68, se le atribuyó  en su posterior periplo una “nacionalidad incierta”, expresión que da título a la exposición que hoy ha presentado la Fundación MAPFRE y que podría nombrar también buena parte de sus trabajos. No cree Koudelka en un concepto cerrado de nacionalidad, en que haya ninguna que no sea en realidad incierta, y por sus imágenes, fechadas a lo largo de más de cinco décadas, desfilan actores de identidad cambiante, gitanos que encontraba en campamentos del este de Europa, animales perdidos, objetos que alguien olvidó, figuras solitarias y ruinas que un día definieron territorios.

Koudelka ha recibido el Grand Prix de la Photographie, el Grand Prix Cartier-Bresson y el International Award in Photography que concede la Hasselblad Foundation, pero ante todo él concede importancia al hecho de que hoy le guste fotografiar incluso más que cuando empezó.

En colaboración con el Jean Paul Getty Museum y con el Art Institute of Chicago (donde esta muestra ha podido verse previamente con pequeñas diferencias), la Fundación MAPFRE presenta, en su Sala Bárbara de Braganza entre el 12 de septiembre y el 29 de noviembre, una antología de esta gran figura de Magnum, agencia a la que pertenece desde hace más de cuarenta años. No es la primera retrospectiva que se le brinda en los últimos años, pero sí es la más completa, por contar con 150 obras esenciales para entender su trayectoria, en todo momento coherente, por aportar material documental inédito (revistas de la época, maquetas, folletos) y por poner su enfoque en la sensibilidad mostrada por Koudelka hacia quien tuvo que huir de su lugar de origen o ha hecho del desplazamiento y la soledad su seña de identidad. Preguntado a este respecto por su visión del drama de los refugiados sirios, el artista ha explicado que se identifica con ellos y apoya su causa (“he vivido toda esa mierda”).

Por sus imágenes desfilan actores de identidad cambiante, gitanos que encontraba en campamentos del este de Europa, animales perdidos, objetos que alguien olvidó

Josef Koudelka. Dos ciudadanos checos con una bandera,1968. © Josef Koudelka / Magnum Photos
Josef Koudelka. Dos ciudadanos checos con una bandera,1968. © Josef Koudelka / Magnum Photos

Aunque a menudo se sitúe su obra a medio camino entre lo artístico y lo documental, este creador no se considera un fotoperiodista y no diferencia entre uno y otro género: “solo existe fotografía buena o mala”. En este sentido, Pablo Jiménez-Burillo, ha ensalzado su refinamiento, que quizá hoy consideraríamos el gran rasgo de su trabajo si la invasión rusa sobre Praga y sus consecuencias no se hubieran cruzado en su camino. Y es que la propia trayectoria de Koudelka, así como la evolución social y los avances tecnológicos que han afectado a la fotografía, resultan igualmente fundamentales para entender su producción: regresa una y otra vez sobre sí mismo y sobre su propio trabajo, introduciendo en él los cambios necesarios en relación con su propia vida y con los tiempos. Esa es la razón de que sus imágenes sean más complejas de lo que parece y de que su carrera no pueda entenderse como una línea recta, sino como una espiral, según el comisario Matthew Witkovsky.

Nos remontamos al inicio de esa espiral: Koudelka comenzó a fotografiar en 1968, coincidiendo con la etapa de cierta apertura que Checoslovaquia conoció tras la muerte de Stalin. Sus primeras tomas fueron paisajes de su país o de Polonia e Italia y, ya en los sesenta, fue contratado por la principal compañía de teatro checa para que rompiese la cuarta pared y se introdujese en  sus ensayos, entre los actores, subiéndose al escenario. Pronto, en 1961 comenzaría a fotografiar gitanos en sus campamentos (“a la gente solo le gustan los gitanos en las fotos”, comenta) y aquella actividad, que en principio fue marginal, se convirtió prácticamente en su proyecto de vida. Podremos ver en Bárbara de Braganza las 22 imágenes conservadas de las 27 copias de su extensa serie de Gitanos que ya se expusieron en 1967 en un teatro de Praga.

Un año después, en 1968, el fotógrafo vivió en primera persona, y cámara en mano, la entrada de las tropas soviéticas en la ciudad: documentó la ocupación, la reacción valiente de los checos, y llegó a subirse a los tanques para conseguir sus tomas. El resultado han sido imágenes que se han convertido en emblemas de la Primavera de Praga y que entonces se publicaron en revistas de todo el mundo. Fueron previas al exilio de Koudelka, una etapa en la que viajó por toda Europa, España incluida, fotografiando personas, animales y cosas desperdigadas, en línea con su experiencia vital de entonces.

El último apartado de la muestra está dedicado a sus fotografías panorámicas de casi dos metros de largo, un formato que empleó para mostrar ruinas, territorios asolados o por el paso del tiempo o por conflictos humanos, y también territorios fronterizos, muros, alambradas, en referencia a ese constante interés de Koudelka por las tierras de nadie.

Visitad aquí el minisite de la exposición.

 

 

 

 

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