En Cloe, gran ciudad, las personas que pasan por las calles no se conocen. Al verse imaginan mil cosas las unas de las otras, los encuentros que podían ocurrir entre ellas, las conversaciones, las sorpresas, las caricias, los mordiscos. Pero nadie saluda a nadie, las miradas se cruzan un segundo y después huyen, buscan otras miradas, no se detienen. Algo corre entre ellos, un intercambio de miradas como líneas que unen una figura con otra y dibujan flechas, estrellas, triángulos, hasta que en un instante todas las combinaciones se agotan y otros personajes entran en escena. Así se consuman encuentros, seducciones, copulaciones, orgías, sin cambiar una palabra, sin rozarse con un dedo, casi sin alzar los ojos.
Las ciudades invisibles, Italo Calvino.
El nuevo inquilino de la Sala Canal de Isabel II ha poblado el espacio expositivo dedicado a la fotografía de la Comunidad de Madrid de flâneurs de Manhattan que se comunican con sus calles y forman parte indisoluble de ellas. Se trata de José Antonio Carrera, autor madrileño cuya vocación por la imagen se inició muy tempranamente, cuando a los nueve años recibió su primera Kodak; en 1979 se trasladaría a Nueva York para estudiar realización en la New School of Social Research y, aunque regresó a España, para trabajar en Televisión Española, aquella ciudad no le abandonaría a él: ha sido su gran fuente de inspiración desde que comenzara a fotografiarla a mediados de los noventa, buscando sobre todo en sus imágenes la indagación humana, la expresión de quienes la pueblan o recorren. Las arquitecturas y el mobiliario urbano, cuando se subrayan, es por lo que de esos flâneurs nos cuentan.
Los viajes y la lectura son, asimismo, pasiones recurrentes de Carrera, y se hacen muy presentes tanto en su producción como en el montaje de esta muestra, en la que veremos recogido más de un fragmento de Las ciudades invisibles de Calvino. Además, su primera individual, “La tierra caliente”, que se presentó en 1992 en el Círculo de Bellas Artes, recogía sus imágenes de los escenarios en los que Álvaro Mutis ambientó la novela Amirbar, protagonizada, recordamos, por Maqroll el Gaviero.
Manhattan es para el artista más que un escenario: un fresco infinito en el que le ha sido posible llegar a registrar sus propias emociones en rostros ajenos, sin un estilo definido como propio y con un evidente sesgo clasicista; se nos harán patentes, más de una vez, sus referencias: Berenice Abbott, Hopper, Walker Evans… Son inevitables, porque si ya afirma Carrera que toda fotografía es una reelaboración, más o menos consciente, de otras imágenes, ese legado visual se multiplica si hablamos de Nueva York, en la memoria propia y en la colectiva. Y en especial de Manhattan, donde están tomadas todas las fotografías en blanco y negro y color que forman parte de esta exhibición, salvo dos: fuera de allí dice Carrera no encontrar la misma energía; en sus palabras, disminuye la presión, disminuye el interés.
Su obra hasta ahora no había sido muy difundida, aunque sí puntualmente expuesta, no de forma tan completa como lo es ahora en la Sala Canal, donde se recogen trabajos fechados desde sus inicios en 1993 hasta 2014. Encontraremos retratos que son esbozos de historias, escenas en las que la luz, iluminación austera, y el silencio encuentran su espacio en medio del caos urbano para subrayar las intimidades que conviven en el asfalto. Algunas de estas imágenes fueron tomadas mientras Nueva York era azotada por el huracán Sandy y nos muestran a gentes que caminan de noche, con la confusión en sus rostros: Carrera los fotografió cuando las luces tenues de los escaparates bañaban sus caras y la cámara no podía molestarlos, captando instantes con rapidez y sin conocer de antemano los resultados. Ve la cámara, no yo, ha explicado hoy sobre ese conjunto.
Si Nueva York es un gran espacio para mirar, Manhattan lo es para asistir a miles de apariciones y desapariciones veloces: proliferación y dinamismo. Dar testimonio visual de ellas supone, para Carrera, convencerse de que fotografiar es no saber lo que continuará, no dejarse llevar por un camino previsto hacia una meta conocida.
La exposición, comisariada por Ana Vázquez de la Cueva, lleva por título “En medio del tiempo”, en alusión al texto de Anne Carson Hombres en sus horas libres. Decía la poeta: Mi actitud es que, por muy dura que sea la vida, lo que importa es hacer algo interesante con ella. Y esto tiene mucho que ver con el mundo físico, con mirar las cosas, la nieve y la luz y el olor de la puerta y todo aquello que constituye a cada instante tu existencia fenoménica. Qué gran consuelo… saber que estas cosas persisten en su ser y que puedes pensar sobre ellas y hacer algo con ellas (…). Y las fotos de Carrera están tomadas en esos instantes cotidianos aleatorios; apuntan, según comenta el filósofo Josep María Esquirol en el catálogo, a lo que en medio del tiempo escapa de él.
Si las palabras de Calvino nos sugerían, de forma muy clara, imágenes, las del madrileño pueden sugerir relatos y también los contienen desde la mirada del autor.
José Antonio Carrera. “En medio del tiempo”
SALA DE EXPOSICIONES CANAL DE ISABEL II
c/ Santa Engracia, 125
Madrid
Del 21 de noviembre de 2019 al 26 de enero de 2020
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