La Casa Encendida decidió, a principios de año, destinar su Sala A a la puesta en marcha de proyectos experimentales derivados de colaboraciones curatoriales y conectados con cuestiones de actualidad. Se invitó al colectivo This is Jackalope, compuesto por Cristina Anglada y Gema Melgar, a presentar sus propuestas: un ciclo que lleva por título Un rastro involuntario y que tiene que ver con las huellas que dejamos, con lo que nuestra presencia tiene de perceptible, queramos o no, y con lo que esa estela, a menudo inconsciente, manifiesta sobre nuestra identidad.
La primera y la segunda de sus muestras estuvieron dedicadas a Agniezska Polska y David Horvitz & Javier Cruz y la tercera puede verse este verano: se trata del proyecto “Aún aprendo” del artista británico Jonathan Baldock, cuya producción, que abarca la escultura, la instalación y la performance, se centra en la relación de los cuerpos con el espacio que habitan, aludiendo a traumas, estrés, mortalidad o espiritualidad y recurriendo tanto al humor como a las referencias al mito y el folclore. En su obra cobran, además, gran importancia los materiales: se sirve de cerámica o tejidos subrayando tanto su funcionalidad como sus posibilidades performativas; de hecho, objetos, espacios y espectadores convergen en sus exposiciones sumidos en relatos a medio camino entre el teatro y el rito.
Ocurre así también ahora en La Casa: Baldock ha activado hoy, justamente con una performance, una exhibición con la que se pretende trasladar al visitante a un escenario imaginado, situado en un espacio y tiempo que no es el nuestro y destinado a facilitar nuestra conexión, o reconexión, con la naturaleza. Por eso las piezas que lo componen están realizadas artesanalmente y con componentes naturales (arpillera, agua, cera de abeja, madera, vidrio soplado a mano) y algunas de ellas apelan a los cinco elementos: un abanico de fieltro simboliza el aire, una marioneta de vidrio soplado sostiene agua, una vela encendida, con orejas humanas, trae el fuego; cinco taburetes realizados en arcilla remiten a la tierra y dos grandes ojos en la pared central, que parecen observar todo lo que en la sala ocurre entre piezas y espectadores, sugieren el éter, ese fluido invisible que antes de Einstein se consideraba que ocupaba todo el espacio y que ha llegado a representarse como una deidad.
Encontraremos, además, cuatro pilares no sólidos sino textiles y coloridos, troncos huecos a cuyo interior podremos asomarnos: suponen un homenaje a los árboles desde parámetros escultóricos fluidos y sus formas sugerentes y agujeros proponen también una conexión más honda entre las nociones, aquí no férreamente opuestas, de interior y exterior.
La propuesta se completa con sonidos y olores: los primeros los pone Luke Barton, que ha elaborado un paisaje sonoro formado por murmullos y zumbidos abstractos con los que se ha querido dar voz a lo inorgánico; los segundos, Alex Margo, autor de una suave sombra olfativa elaborada a partir de decenas de productos químicos sintéticos e inspirada en textos encontrados en Internet, en foros que reúnen a los interesados por lo paranormal.
El título de la muestra, claro, tiene que ver con Goya: su dibujo Aún aprendo nos mostraba a un anciano caminando difícilmente con dos muletas; ante él podíamos pensar en la necesidad de aprender aún en la vejez, pero en esa lectura el autor británico se ha fijado especialmente en la actitud de humildad que conlleva, trasponiéndola a la urgencia de situarnos en otra posición respecto al medio ambiente, plantas y animales. Y ese es el eje de esta exposición: se nos propone una realidad alternativa, aún intangible, en la que sea posible la sincronización entre humanos y paisaje; en la que ocupemos un lugar diferente en el mundo y adquiramos una condición que restaure equilibrios y permita nuestra sanación interior y una apertura a la espiritualidad.
Los referentes teóricos de Baldock tienen que ver con el análisis de modos de conocimiento diversos y abiertos, al margen de guiones y excesivas racionalidades: entre sus lecturas básicas, cita Queer Ecologies: Sex, Nature, Politics, Desire de José Esteban Muñoz y The Broken Open de So Mayer, además de Plant-Thinking: A Philosophy of Vegetal Life de Michael Marder. En el centro de su práctica se encuentra, por tanto, la búsqueda de caminos menos narcisistas y más complejos con los que vincularnos al medio ambiente, no basados necesariamente en la explotación o el disfrute propios; reivindica la posibilidad de aprender de las plantas, en cuanto estas se adhieren por completo al mundo que las rodea y plantea, asimismo, otros ritmos y formas de aprehender el tiempo.
Sugiere que alejándonos de las teorías que proclaman un crecimiento continuo e infinito a partir de nuestra eficiencia constante encontraremos trabajos que permitan relaciones más íntimas y fructíferas con los materiales, y también con nosotros mismos y en nuestras comunidades. En la línea de Rivera Cusicanqui y Donna Haraway, imagina un futuro que no rompe ni con el pasado ni con la tierra.
Jonathan Baldock. “Aún aprendo”
Ronda de Valencia, 2
Madrid
Del 8 de julio al 26 de septiembre de 2021
