Es uno de los artistas franceses más conocidos, pero tanto su figura como su obra están rodeadas de enigmas. Su producción tiene connotaciones tanto poéticas como políticas y remiten, más que a historias, a una geografía sentimental del mundo: es autor de pinturas, obras en neón, textos, filmes, objetos, instalaciones, murales, esculturas y publicaciones en los que se refiere, sobre todo en los últimos diez años, a cuestiones migratorias o vinculadas al capitalismo y la sociedad de consumo.
La muestra que hasta el 16 de mayo le dedica el Palais de Tokyo de París lleva por título “L´aventure des détails”, lleva gestándose desde 2012 y es la más amplia de Alberola desde la retrospectiva que le brindó hace ya dos décadas el Musée d´Art Moderne de la capital francesa. Incluye un buen número de trabajos originales, entre ellos un vídeo dedicado a san Francisco de Asis que le sirve para reflexionar sobre la pobreza, una litografía que representa a Zenobia de Palmira y un monumental dibujo, bautizado como Passing the Frontier, que alude a las migraciones y que enlaza precisamente con la producción anterior del artista que está también presente en el Palais de Tokyo, como sus neones, presentados al completo, y varios murales de gran formato.
La muestra, muy ambiciosa, propone un viaje, en tiempo y en movimiento, por la historia mundial y por la actual situación del planeta, desde sus aspectos más pequeños y banales hasta los que solemos considerar fundamentales, incorporando referencias a escritores y pensadores de cabecera para Alberola como Robert Louis Stevenson, Guy Debord, Franz Kafka o Karl Marx.
A medio camino entre el análisis político y la reflexión artística y entre el conceptualismo, la abstracción y la figuración, la obra de Alberola nunca está desprovista de humor. Se sirve de la fragmentación, de la superposición y también de la unión plástica de formas y lenguaje: en ocasiones vincula elementos corporales o zonas geográficas a ambiguas frases hechas o a fórmulas judiciales (Neither law nor grace) para dar lugar a complejos jeroglíficos filosóficos que cuestionan el papel del arte en la sociedad.
El conjunto de sus trabajos parecen plantear si es posible separar estética, política y sentimientos y qué queda en los intersticios entre ellas. Cada pieza, aunque autónoma en su complejidad, da sentido al conjunto, que no deja de ser un gran juego poético y literario que configura una geografía sin fronteras plagada de líneas rectas y desvíos, ascensos y descensos.
Alberola se dio a conocer durante la década de los ochenta, etapa caracterizada por el llamado retorno a la figuración y la “pintura cultivada”. Sus obras forman parte de múltiples colecciones en Francia y en el extranjero y recientemente ha protagonizado muestras, de menor escala que esta, en el Musée d’Art Moderne de Saint-Etienne y el Musée des Beaux-Arts de Nancy (2008), la Biblioteca Nacional de Francia (2009) y el Forum de la Fondation d’Entreprise Hermès de Tokio, en ese mismo año.
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