Irrepetible Magdalena Abakanowicz

La Marlborough Gallery de Chelsea celebra su 85 cumpleaños

Nueva York,

Este año cumple 85 la escultora polaca Magdalena Abakanowicz y la sede en el barrio neoyorquino de Chelsea de la Marlborough Gallery lo celebra exponiendo, hasta el 17 de octubre, una selección de obras suyas fechadas entre 1973 y 2006 en paralelo a una muestra colectiva, “War Games”, compuesta por trabajos de ocho artistas de generaciones posteriores que se han dejado influir por la artista. La pieza central de esta última exhibición es precisamente la monumental Zyk, de hierro y madera, que se fecha en 1989 y forma parte de la serie que Abakanowiz tituló War Games.

A mediados de la década de los sesenta, cuando en su Polonia natal triunfaban los objetos elaborados con rafia, piezas artesanales aptas para ser exportadas; Abakanowicz comenzó a darse a conocer internacionalmente empleando telas de arpillera y tejidos al elaborar sus piezas, que en principio no alcanzaron éxito en su país pero sí en los museos y galerías de la Europa occidental y Estados Unidos.

Magdalena Abakanowicz. Abakan Last, 1978
Magdalena Abakanowicz. Abakan Last, 1978

En aquel tiempo mostró en la séptima Bienal de Sao Paulo, con un importante respaldo, ejemplos de “Abakans“: tapices tridimensionales biomórficos y abstractos que presentó reunidos como un enigmático bosque totémico. El poder de la naturaleza la ha fascinado, y ha llegado a conferirle rasgos antropomórficos: ha diseñado árboles que se confunden con manos y torsos humanos.

La carga política y emocional de sus trabajos nos conecta con los rasgos inmutables de la naturaleza humana

En la exhibición de la Marlborough, titulada “Unrepeatability: Abakan to Crowd”, podremos ver, entre otras obras fundamentales, uno de ellos, Abakan Last (1978), una escultura gigante tejida con hilo sisal; su conjunto 14 Heads (1973-1975), ejecutado en arpillera, y el medio centenar de figuras a tamaño natural que componen Crowds III (1989).

Tras experimentar con el trabajo con fibras, piedra, mármol y aluminio, a mediados de los ochenta Abakanowicz empleó el bronce por primera vez. Aunque en origen el cambio se explicaba por la necesaria conservación de una obra en exteriores, más tarde este material se convirtió en uno de los favoritos de la escultora a la hora de diseñar piezas imponentes, en tamaño y expresividad, como 40 Bambini (1998-99), 10 Standing Figures (2000) y 10 Walking Figures (2000), que podemos contemplar en la terraza de la Marlborough.

Un rasgo común de buena parte de la producción de Abakanowicz es su querencia por esculpir “multitudes”, conjuntos de figuras, humanas o animales, en lugar de piezas aisladas. En la biografía que publicó en 2008, titulada Fate and Art, lo achacaba a varios intereses: a su deseo de comprobar cómo un conjunto de esculturas sirve menos a fines decorativos que una única pieza; a su voluntad de aludir a la confrontación de soledad y compañía, del hombre con sus semejantes, y también a su intento por mostrar como el arte puede poblar el espacio.

En aquel texto, la escultora recordaba que Herodoto decía que es mucho más fácil para un líder convencer a una multitud que a un único individuo. En este punto hay que asociar la obra de Abakanowicz a su contexto: los inicios de su trayectoria artística se produjeron en una Polonia devastada por la II Guerra Mundial, y la carga política y emocional de sus trabajos nos conecta con los rasgos inmutables de la naturaleza humana y con la concepción del presente como parte mínima del ciclo de la historia, reflexiones comunes para tantos creadores en una etapa en la el drama humano y el dolor causados por aquel conflicto no habían desaparecido, ni en el periodo de la Guerra Fría ni tras la caída del comunismo.

Con esa idea de que los seres humanos no somos nada más que una pequeña parte de un todo que se nos escapa podemos relacionar también los fragmentos de cuerpos o de vegetales que en la producción de Abakanowicz se han asociado a menudo con lo onírico, las evocaciones de su niñez o la mitología.

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