Irene Sánchez Moreno || Naturalemente
Tuve la suerte de conocer a Irene Sánchez Moreno durante los Encuentros de Arte de Genalguacil del pasado mes de Agosto. Irene es una de esas artistas que se agradece estén por el panorma artístico cercano, no sólo como profesional si no porque su dulzura y su buen humor son dos virtudes personales que se transmiten en su obra. Ambas íbamos de acompañantes, de extras, de visita; y eso hizo que coincidiésemos alguna hora en las salas que tan generosamente nos cedía el Ayuntamiento para poder trabajar en asuntos que nada tenían que ver con los encuentros.
Su pintura, cargada de luz, fresca, positivamente efectista y con una gran calidad técnica dejó en mí una primera impronta de “bienestar”: una pintura amable, que desafortunadamente no conocía hasta ese momento pero que al menos descubrí gracias a nuestra bonita coincidencia.
Tenía un montón de entradas programadas para el blog, pero las casualidades hicieron que hace poco al acudir a un taller en la Sala Amadís, decidiese dedicar la siguiente entrada (esta) a su obra, ya que las pinturas que colgaban de las paredes eran de Irene y, aunque bien es cierto que en ocasiones existe cierto pudor al hablar del trabajo de alguien que te cae especialmente bien, por si pudiese parecer poco profesional, cuanto más miraba sus pinturas, más entendía que su trabajo me parecía bueno.
Irene pinta sin artificios, con frescura, delicadeza y humor, con referencias a la tradición paisajista versionándola y renovándola a algo moderno, mezclándola con alguna referencia muy lejana pero clara a la tradición de retrato familiar de siglos pasados en sus obras de 2011 y 2012, revisitando también con ello su propia visión iconográfica. Muestra una evolución clara en su trabajo, comenzó con pinturas caracterizadas por manchas “planas” de color, esquemáticas, como si estuviese construyendo un esqueleto de algo mayor y poco a poco, si visitamos su obra, vemos como ha ido añadiendo volumetrías, contrastes y esa pincelada contenida pero fresca que produce ese efecto tan esperanzador.
La evolución de la pintura de Sánchez Moreno deja entrever los pasos exponenciales en el avance de su lenguaje, una artista que se preocupa de madurar unos sólidos cimientos a los que ir añadiendo detalles que se soporten con sentido, las luces contrastadas, las figuras humanas, los blancos en reservas… Sin duda un juego de la artista con su creación que nos hace comprender su gusto por lo que hace.
La sensación que nos impregna rápidamente la pintura de Irene es la del correcto encaje, la correcta proporción y la justa combinación con su imaginario personal, siempre vinculado a la naturaleza, bien sea del ser humano, o la de La Tierra misma con su inmensidad espontánea, y nos muestra, cómo la invasión humana, puede ser si nos lo proponemos, sutíl y acorde con lo que nos rodea.