En su último libro, Mira lo que te pierdes. El mundo visto a través del arte, Will Gompertz charlaba con David Hockney en torno a su constante exploración de formas de ver una naturaleza que es su permanente fuente de inspiración (es sabido que se ha valido de fotografías, escenografías, collages, filmaciones de caminos rurales, iPads…) y reflexionaba sobre su habitual mirada hacia maestros del pasado: Matisse, Gainsborough, Fra Angelico, Hopper… y también Piero della Francesca. Se acordaba del de Sansepolcro al contemplar Retrato de un artista (Piscina con dos figuras), que en 2018 se convirtió en la obra más cara de un autor vivo vendida en subasta, aunque eso ahora no importe: su división del espacio y del tiempo podrían emparentarse con los de La flagelación de Cristo del italiano, datada hacia 1455.
Pero no es la única composición de este pintor por la que el británico se ha sentido atraído: la National Gallery de Londres exhibe, en el marco del programa de su segundo centenario, dos pinturas suyas que incorporan reproducciones de El Bautismo de Cristo, precisamente parte de los fondos del museo ahora comandado por Gabriele Finaldi y pieza que Hockney ha confesado querer poseer solo para contemplarla todos los días durante una hora. Una de ellas es My Parents (1977), cuya elaboración resultó ardua para el artista y llegó tras dos intentos anteriores de llevar a cabo un doble retrato de sus padres, Kenneth y Laura Hockney; tras ellos, una versión del Bautismo se refleja en un espejo, sobre un carrito, y la otra es Looking at Pictures on a Screen, fechada el mismo año, en la que Henry Geldzahler, amigo íntimo del inglés y conservador de arte del siglo XX en el Metropolitan neoyorquino, observa fijamente un biombo en el propio estudio de Hockney en el que vemos colgadas cuatro imágenes de composiciones que atesora la National Gallery, entre ellas ese Della Francesca.
Más allá de establecer comparaciones, y de reflexionar sobre la evolución de la historia de la pintura, el propósito de esta exhibición es invitar al público a apropiarse de la actitud de Hockney cuando visita este y otros museos: una mirada lenta que para ese artista resulta vital a la hora de descubrir la belleza en casi cualquier entorno, por cotidiano que pueda resultar. Como explicaba Gompertz en el ensayo citado, en relación con sus creaciones en pandemia, donde usted o yo no veríamos más que un ramo de flores de temporada, él descubre la naturaleza en su pleno apogeo, llena de vida incontenible y de colores resplandecientes. Se ha tomado el tiempo necesario para mirar de verdad, para no conformarse con un vistazo superficial, y su inversión se ve recompensada con crecer por la revelación de una belleza trascendental. No se necesita más para saber lo mucho que se gana si se sigue su consejo de mirar con detenimiento.
También es esta exposición una oportunidad para que este centro refrende su continuo rol como aglutinante de enfoques, los de artistas, obras y espectadores, constantemente puestos en comunicación en tantos museos, aunque sea de forma inconsciente, y en ciertas ocasiones con fructíferos resultados.
Hockney, nacido en Bradford, no visitó Londres hasta sus dieciocho; en esa época, la National Gallery no organizaba exposiciones temporales, pero él comenzó a acudir a menudo mientras estudiaba. Sus puntos de atracción ya eran Fra Angelico, Piero, Vermeer y Van Gogh y El bautismo de Cristo lo impresionó desde el principio; anteriormente conocía sus reproducciones, pero situarse frente a los originales le aportaba una experiencia del todo diferente. Esa devoción hacia el museo de Trafalgar Square le es ahora, de algún modo, recompensada con esta conversación visual entre siglos que viene a recordar los placeres y beneficios que se derivan de la citada mirada atenta.
El bautismo de Cristo, por cierto, es la primera pintura que se conserva de Della Francesca, que utilizó principios matemáticos para ordenar su diseño, generando una imagen visualmente armoniosa y atemporal. Sin embargo, está ambientada en un paisaje familiar para sus espectadores primeros en el centro de Italia, que quedaban así personalmente ligados con este episodio trascendental del Nuevo Testamento, en el que la tierra y el cielo se unen en el sacramento y la naturaleza divina de Jesús se anuncia desde las alturas. En estos trabajos de Hockney, también, cada detalle y cada elemento se nos presenta cuidadosamente equilibrado y compensado; importa la simetría y la geometría.
“Hockney and Piero: A Longer Look”
Trafalgar Square
Londres
Del 8 de agosto al 27 de octubre de 2024
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