Se ha discutido muy a menudo si se adelantó o no algunos años a Kandinsky a la hora de desfigurar lo figurativo y también suele señalarse su relación cercana con el espiritismo en tiempos de la Sociedad Edelweiss o la Orden Rosacruz, pero más allá de sus comienzos, en los que llevó a cabo retratos y paisajes naturalistas, Hilma af Klint no sólo buscó trasladar a su pintura los mensajes que las fuerzas sobrenaturales teóricamente le transmitían, sino también la belleza de las plantas, poseedora de enigmas no muy lejanos.
Hasta el próximo 27 de septiembre, el MoMA de Nueva York exhibe por primera vez un portafolio compuesto por cuarenta y seis dibujos botánicos de la artista sueca que ha adquirido recientemente y que se datan en la primavera y el verano de los años 1919 y 1920. Klint conjugó en ellos cierto enfoque abstracto con rasgos tradicionales de ese subgénero pictórico de la botánica: yuxtapuso representaciones detalladas de plantas descubiertas en su entorno con misteriosos diagramas abstractos; podremos ver, así, un girasol emparejado con círculos concéntricos, un narciso coronado por un remolino de colores primarios y flores de árboles acompañadas de un damero de puntos y trazos. Valiéndose de esas formas, en todo caso, esta autora buscaba revelar lo oculto, lo que se esconde tras las flores: parece que estaba convencida de que el examen de la naturaleza podía ayudarnos a conocer ciertas verdades sobre la condición humana.


“Lo que se esconde tras las flores” es, justamente, el título de esta muestra neoyorquina, que el MoMA ofrece con la colaboración de la fundación de la artista en Estocolmo, prestadora de algunas piezas, y que pone luz a un periodo relevante en su trayectoria: hacia 1917 Klint ya no encontraría satisfacción en crear únicamente bajo las señales de sus guías espirituales e inició un camino de autoaprendizaje, basado en la observación detallada, que seguramente tuvo su punto culminante en estos dibujos botánicos, en los que no renegó de aquel código abstracto. En ese afán, como ella misma apuntó, primero, intentaré penetrar en las flores de la tierra; usaré como punto de partida las plantas.
En varios cuadernos, algunos igualmente en la exposición, dio cuenta de sus reflexiones sobre las especies y los materiales que estudió y sobre su constante interés por enlazar naturaleza y espiritualidad, sirviéndose para ello de métodos diversos: en la serie de 1922 Sobre la observación de flores y árboles, utilizó acuarela en tonalidades vibrantes que otorgaban a los ejemplares representados un cariz trascendente.

Mientras se organizaba este proyecto, tuvieron lugar algunos hallazgos afortunados a la hora de conocer cómo la mirada de Klint a las plantas tuvo impacto en el conjunto de su visión artística. E incluso se descubrieron trabajos inéditos: en los archivos del Museo Sueco de Historia Natural se encontraron siete dibujos de especies de hongos que encargó a la pintora el micólogo, también sueco, M. A. Lindblad y que se han cedido al MoMA para esta ocasión, con el fin de que los espectadores tomen conciencia de que su producción, a priori muy alejada del contexto científico, tuvo ramificaciones en él. Asimismo, Laura Neufeld, conservadora asociada al centro estadounidense, realizó el primer análisis técnico de los métodos y materiales de Af Klint sobre papel; sus conclusiones forman parte del catálogo de la exhibición, profusamente ilustrado.
Atenta a los ritmos de la floración, Klint imaginó esta carpeta como una suerte de atlas, un compendio de las flores habidas en su país que, en definitiva, se acercaba tanto a la ciencia como a la espiritualidad, ésta última ligada al entendimiento de las relaciones profundas entre todos los seres vivos. Escribió Hilma haber demostrado que existe una conexión entre el mundo vegetal y el mundo del alma.


Hilma af Klint. “What Stands Behind the Flowers”
MoMA. THE MUSEUM OF MODERN ART
11 West 53 Street
Nueva York
Hasta el 27 de septiembre de 2025
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