Este año se presenta intenso en conmemoraciones para los amantes de la egiptología: se cumple un siglo desde que Howard Carter halló la tumba de Tutankhamon en el Valle de los Reyes, dos desde que Champollion descifró la Piedra de Rosetta y medio desde que el Templo de Debod se asentó en el Parque del Cuartel de la Montaña de Madrid.
El Grupo EULEN también celebra su propio aniversario, cumpliendo seis décadas, y ha querido hacerlo coincidir con la presentación, en el Palacio de las Alhajas de Madrid, de una muestra dedicada a los distintos roles de la mujer en Egipto, cuya cultura fue una de las pasiones del fundador de la firma, Álvarez Díez. Ha sido comisariada por Esther Pons, codirectora de la Misión Arqueológica de Oxirrinco y Conservadora del Departamento de Egipto del Museo Arqueológico Nacional, y Nacho Ares, historiador, escritor y locutor, que han explicado hoy la modernidad de las relaciones sociales en aquel contexto respecto a culturas coetáneas: las egipcias eran consideradas iguales al hombre ante la ley; podían divorciarse, heredar, desheredar a sus hijos y ocupar cargos administrativos, y gozaban de cierta independencia y libertad (en la práctica, es probable que solo pudieran ejercerlas plenamente en las clases favorecidas, dada la marcada jerarquía social, pero el derecho las respaldaba).
Componen el recorrido de la exhibición tres centenares de piezas llegadas de casi treinta museos de doce países, centros europeos a causa de las restricciones impuestas por la pandemia durante la preparación del proyecto. Abarcan una cronología próxima a los 3.000 años, muchas son inéditas para el público español y se articulan en cuatro secciones, comenzando por una general, La mujer en Egipto, que explora aspectos de su vida cotidiana en el periodo faraónico y en la etapa Ptolemaico-romana. Contemplaremos objetos habituales empleados por campesinas y damas, desde reposacabezas hasta instrumentos para el embellecimiento, así como esculturas, cerámicas, relieves y tumbas funerarias que recalcan la variedad de oficios y labores que las egipcias desempeñaron en la Antigüedad.
El apartado Mujeres reales se centra en las que fueron reinas, o esposas reales, y princesas: conforme a los principios de una teocracia, el derecho al trono en Egipto tenía carácter divino y la mujer lo transmitía y concedía su legitimidad. Reinaron por sí solas Hatshepsut o Cleopatra VII, última monarca, pero las figuras de las Grandes Esposas Reales solían tener una influencia relevante en las políticas de los faraones; ese fue el caso de Tiyi, su nuera Nefertiti y, después, de Nefertari. Protagonismo cobra aquí también Amarna, que Akhenatón convirtió en capital: solo pervivió como ciudad unos quince años, pero en torno a ella se reunieron los artesanos más prestigiosos.
Diosas y templos se refiere, por su parte, a los espacios también notables que ocupó la mujer en el terreno religioso: hubo en Egipto sacerdotisas y, desde luego, divinidades femeninas integradas en su complejo sistema de creencias; veremos representaciones de Hathor, Bastet, Sekhmet y, muy especialmente, de Isis, quien llega a aparecer lactante y maternalmente protectora en algunas imágenes, cuya influencia en esculturas cristianas de la Virgen con el Niño se estudia también en esta muestra.
El último capítulo de la misma, De la muerte a la eternidad, nos traslada a la esfera funeraria y guarda, seguramente, las piezas más espectaculares de la muestra: contemplaremos momias llegadas de Zagreb de colorido perfectamente conservado, amuletos, bellos vasos canopos, amuletos, cartonajes, ushebtis (representaciones de momias de difunto que se entendían como sustitutorias del fallecido en determinadas circunstancias) o esculturas femeninas funerarias que adentran al visitante en las ideas manejadas por los egipcios en torno al mundo de ultratumba, reino de Osiris, al que se accedía tras un tránsito inhóspito.
Culmina esta propuesta un episodio centrado en la fascinación por Egipto, la egiptomanía, que vivió su esplendor en Europa desde que, en 1798, Napoleón se adentrara en ese país, con el consecuente desembarco de sus tesoros en nuestro continente, y especialmente tras el hallazgo, en noviembre de 1922, de la mencionada tumba de Tutankhamon. Haciendo un guiño al centenario, se ha recreado el gabinete de trabajo de Carter en Luxor y podremos sumergirnos, además, en una reproducción a escala de la tumba de Sennedjem en Deir-el-Medina, que excavó precisamente el cónsul español en El Cairo, Eduard Toda i Güell, y en otra de la cámara funeraria de Nefertari.
El elenco de piezas reunidas en el Palacio de las Alhajas es tan amplio como rico, y se completa con réplicas cuando la didáctica lo requiere y de dispositivos tiflológicos. Merece la pena detenerse ante un delicado relieve de una mujer oliendo una flor de loto, asociada al amanecer de una nueva vida, datado en el Reino Antiguo (esta temática fue frecuente en el arte egipcio) y ante un fragmento de pintura mural de la tumba de Kenamón, originario de Tebas, en el que dos jóvenes ricamente ataviadas celebran la llamada Fiesta del Valle; una de ellas inhala de nuevo una flor de loto, a la que se atribuían, por cierto, efectos alucinógenos que permitirían la comunicación entre vivos y muertos.
Tendremos que fijarnos también en el conjunto estatuario formado por Nepeh-Ka y su esposa Wahit, fechado igualmente en el Reino Nuevo, por la intimidad con la que los brazos de la pareja se unen como señal de compromiso y respeto; en las cucharas y paletas para cosméticos, ricamente ornamentadas; en deliciosas figuras portadoras de ofrendas y en las llamativas esculturas en piedra caliza de dos molineras arrodilladas; este tipo de imágenes centradas en el trabajo con el grano proliferaron sobre todo en el Reino Medio.
Llamará la atención de muchos el papiro erótico de Turín, hallado en el interior de una vasija en Deir el-Medina, que contiene numerosas escenas de animales realizando actividades humanas, hombres y mujeres en actitud erótica y jeroglíficos que describen jocosamente la actividad sexual de los egipcios; también un talatat, procedente del Museo Egipcio de Turín, que alberga cuatro probables adoratrices o cantoras y, desde luego, el ataúd de Shepenun, decorado con imágenes alusivas al más allá y a divinidades.
Se abrirán nuestros ojos ante un capitel hathórico y un sistro con cabeza de Hathor, diosa de todo lo bueno (la danza, la música, la belleza, el amor y la fertilidad) representada con todo lo malo (orejas de vaca), y, desde luego, ante las bellísimas imágenes de Isis-Afrodita.
Estremece pensar que del acervo arqueológico egipcio solo conocemos, según estimaciones, una cuarta o quinta parte. Queda mucho por excavar y, en cualquier caso, muchos tesoros no llegarán seguramente a nosotros al ubicarse bajo núcleos urbanos.
“Hijas del Nilo. Mujer y sociedad en el antiguo Egipto”
PALACIO DE LAS ALHAJAS
Plaza de San Martín, 1
Madrid
Del 10 de junio al 31 de diciembre de 2022
