Hamish Fulton ha explicado varias veces con claridad que su obra, desde hace cinco décadas, tiene como eje fundamental la experiencia del caminar, reconociendo los límites que el arte tiene para expresarla: La obra de arte enmarcada se refiere a un estado de ánimo y no puede transmitir la experiencia del paseo. El caminar tiene una vida propia, no necesita ser convertido en arte. Yo, como artista, decido crear mis obras a partir de experiencias vitales reales. Y lleva, esas experiencias, a los espacios expositivos porque al materializarlas puede reflexionar sobre esta vertiente objetual de su producción sin por ello hacer que nada cambie en el aspecto de los lugares por donde transita. Para este autor londinense andar permite, por tanto, mucho más que conocerse a uno mismo; se trata de un hecho creativo en sí, lo bastante poderoso como para vertebrar una trayectoria a partir de él.
Su primer paseo con fines artísticos lo llevó a cabo Fulton en 1971 y fue breve (unas setenta millas en Inglaterra del norte); en adelante le interesaron sobre todo zonas vacías y más bien desoladas, como la ruta peregrina de Kent, las líneas peruanas de Nazca, los senderos de Escocia, las cordilleras de Nepal y el Tíbet o los páramos de Dakota del Sur, aunque también ha pasado por el Camino de Santiago, comenzando en Finisterre para llegar a Compostela y después continuar a Pamplona, Roncesvalles y Hendaya.
Tras su paso por el CGAC y bajo el comisariado de Pep Benlloch, recala ahora en el Museo Universidad de Navarra “Walking East”, una muestra que recoge aquella y otras experiencias españolas pero que también estudia las inquietudes que explican el conjunto de su carrera, desde la importancia de la observación atenta del entorno a la conservación del medio ambiente, de la que se viene preocupando sobre todo en los últimos años. Además de un hecho artístico autónomo, caminar es para este autor quizá el mejor medio, precisamente, para ser consciente de la naturaleza.
Su producción no es fácil de etiquetar: suele fotografiarse a sí mismo en el paisaje con una linterna dirigida a la cámara, aunque también ha expuesto, en paralelo y sin comentarios, dos instantáneas de un mismo lugar visitado durante sus peregrinajes en instantes distintos o en diferentes condiciones meteorológicas. Repetidas veces ha capturado, además, caminos y senderos por completo desiertos, que se pierden en el fondo sin un punto de fuga. Desde los setenta se le ha calificado como fotógrafo paisajista, influido por la tradición pictórica del paisaje en Inglaterra; como artista conceptual, dada la importancia del texto para entender su obra o como land artist; él entiende el afán clasificatorio, pero no comparte las definiciones: Necesitaban un punto de partida, un marco mental y un punto de conexión para comprender mi trabajo. Pero no soy un fotógrafo paisajista ni conceptual, ni un land artist. Yo me llamo a mí mismo un artista caminante.
Esta exhibición en Pamplona consta, además, de huellas matéricas de sus caminatas (trocitos de madera, pinturas sobre pared, impresiones, una o dos pinturas pequeñas, trozos de tela, murales…) que desea Fulton que funcionen, de cara al espectador, como invitaciones a la reflexión: Mi intención es que las personas piensen, que hagan preguntas, que vayan más allá de los muros. El tema en cuestión empieza fuera de lo que ves (…). El origen de mi arte es muy físico porque es el caminar. Pero cuando llegamos a lo que preguntas, la obra es cerebral.
El empleo de estos materiales ofrece posibilidades distintas a las de la imagen, que testimonia la apariencia de un lugar en un momento concreto. Ofrecen menos concreción pero una mayor viveza: la posibilidad del simbolismo, la incorporación de palabras.
Esas piezas proceden de treinta y cinco viajes por la Península Ibérica y constituyen, asimismo, modos de trasladar sus pensamientos y sensaciones durante los trayectos. Si no basara Fulton su obra en el caminar, acción que no es la de un performer ni tampoco vertebra la carrera de un fotógrafo, no habría podido adquirir una relación cercana a lo íntimo con el paisaje ni desarrollar su acentuado sentido de la conservación de la naturaleza. Cree que encerrarse en las cuatro paredes de un taller lo impediría: Caminar te permite ver cosas que no podrías ver en una película documental, porque al mirar desde un documental, observarás desde un espacio interior, en una silla confortable, probablemente con una taza de café en la mano. Verías osos polares saltando por el hielo, pero en el Ártico. Nada, nada lo diferencia de estar viendo un partido de fútbol. Porque no te dice nada de la vida, de la vibrante vida del oso polar.
También cree Fulton que el medio tiene mucho de mensaje y que nada es igual al otro lado de la pantalla. Llama nuestra atención sobre lo que la tecnología convierte en simulacro: Hablar de naturaleza a través de una computadora, un portátil o un smartphone no es hablar de naturaleza, sino del portátil o del teléfono. ¿Hablamos del sistema que proporciona la información, o te refieres realmente a oler el aire, mojarte, tener frío, poner una tienda, encontrar agua fresca…? Toda la información que procede de la tecnología es un problema porque es muy intrusiva. La intermediación de la tecnología va ocupando cada vez más espacio. Bueno, no tocas el teléfono entre esta hora y esta otra, pero eso no es mucho, no dura demasiado… ¿Cómo vas a saber nada de la naturaleza?
Frente a su instrumentalización, el caminar tiene una potente cara atávica y salvífica; supone un movimiento tanto físico como intelectual. Por eso bautiza a sus trabajos como esculturas mentales.
Hamish Fulton. “Walking East”
Campus Universitario, s/n
Pamplona
Del 24 de marzo al 4 de septiembre de 2022
