El próximo 2017 se cumplirá un siglo de la primera muestra de Georgia O’Keeffe, en la Galería 291, y la Tate Modern se anticipa este verano a la cita mostrando una gran retrospectiva de la artista, su primera monográfica importante en el Reino Unido desde hace veinte años.
La exposición, organizada en colaboración con el Bank Austria Kunstforum de Viena y la Art Gallery of Ontario de Toronto, ha sido comisariada por Tanya Barson y Hannah Johnston, y busca evaluar el lugar de la artista en el conjunto del panorama artístico del siglo pasado, subrayando su importancia. Hay que tener en cuenta que ninguna colección pública británica posee obras suyas, así que la muestra constituye una oportunidad importante para que los espectadores no estadounidenses conozcan la obra de O’Keeffe en profundidad.
En el periodo en que permaneció activa, entre la década de los diez y la de los setenta, la artista obtuvo un reconocimiento prácticamente unánime como figura central de la modernidad pictórica americana y fue alabada su labor como precursora de la creación feminista de aquella última década. La Tate Modern repasa precisamente su evolución en ese periodo a través de un centenar de piezas que abarcan desde sus primeros experimentos en el ámbito de la abstracción hasta su producción final.
Veremos, a partir de mañana en Londres, los trabajos que presentó en la citada sala neoyorquina 291 en 1916 y 1917, obras de madurez realizadas mientras trabajaba como profesora en Virginia y Texas y carboncillos, acuarelas y óleos de intenso colorido, como Sunrise (1916) y Green Music (1919), piezas en las que ahondó en las relaciones entre paisaje y música, composición y cromatismo, en un ejercicio precioso de sinestesia.
Una de las salas en que se divide la exposición se dedicará en exclusiva a la fructífera relación que O’Keeffe mantuvo con Stieglitz, que, además de ser su marido, promovió el acceso de la artista a los círculos de vanguardia. Ambos destacaron por su intelecto agudo y su carácter decidido, así que su relación fue tan rica como conflictiva y estuvo marcada por sus mutuas influencias. Podremos ver en esta sección fotografías de Stieglitz, incluyendo retratos y desnudos de O´ Keeffe y de personalidades del círculo de ambos como Marsden Hartley y John Marin.
La muestra también da cuenta de la repercusión en sus abstracciones florales de la fotografía modernista; lo vemos claramente en su Calla Lily in Tall Glass – No. 2 (1923) y en Oriental Poppies (1927); también en una de sus pinturas de flores más icónicas, presente en Londres, Jimson Weed/White Flower No. 1 (1932). Simbolismo, abstracción y pasión por la fotografía marcaron su trayectoria.
No obstante, como bien sabéis, la mayor fuente de inspiración de O´ Keeffe un fue la obra ajena sino la naturaleza y el paisaje: de esta retrospectiva forman parte sus personales visiones, en estilo figurativo o abstracto, de las llanuras y acantilados de Nuevo México. A esta región se trasladó de manera definitiva en 1949, aunque desde finales de los veinte había pasado allí muchos veranos. Las obras de este periodo pueden considerarse, en buena medida, reelaboraciones de trabajos anteriores.
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