Garry Winogrand y el gran espectáculo del mundo

La Fundación MAPFRE repasa su carrera en KBr

Barcelona,

Pudo desviarse varias veces de la cámara (se alistó en la Fuerza Aérea estadounidense, que lo envió como meteorólogo a Texas, y comenzó a estudiar pintura en la Universidad de Columbia), pero la fotografía ejerció pronto su atracción sobre Garry Winogrand que, siendo muy joven, empezó a trabajar como fotoperiodista y también para publicaciones comerciales.

Aquellos fueron años de aprendizaje y hallazgo (Me mataba a trabajar. Hacer fotos, revelarlas por la noche, editarlas, aprender más con cada carrete, descubrimiento tras descubrimiento), que servirían a este autor para decidirse a emprender, en 1959 y recién estrenada su treintena, caminos más personales, que conjugó con la docencia y que le valieron tres becas Guggenheim. Evolucionó paulatinamente hacia imágenes de composición más sencilla y murió prematuramente, a los 56, pero aún así fue autor prolífico: a su fallecimiento dejó 4.100 carretes revelados sin pasar a hojas de contactos y 2.500 sin revelar. Y lo conocemos fundamentalmente por su obra en blanco y negro, pero a finales de los cincuenta y en los sesenta también trabajó en color, en una vertiente no muy difundida de su producción.

Garry Winogrand. Exposición Universal de Nueva York, 1964. Colección Fundación MAPFRE, Madrid. Exposición Universal de Nueva York, 1964
Garry Winogrand. Exposición Universal de Nueva York, 1964. Colección Fundación MAPFRE, Madrid. Exposición Universal de Nueva York, 1964

Podremos recorrer esa obra, cronológicamente y a través de nuevas secciones, desde el 11 de junio en el centro KBr de la Fundación MAPFRE en Barcelona: Drew Sawyer, Conservador de fotografía del Brooklyn Museum, comisaría una muestra que pretende revisar su carrera y arrojar nueva luz sobre imágenes que retratan la sociedad norteamericana en la segunda mitad del siglo XX y expresan su alegría y su desencanto, su movimiento y su duda, en los tiempos difíciles de la Guerra Fría. Ya entonces Winogrand se encontraba entre los grandes nombres de la fotografía en su país: en 1967 compartió cartel en el MoMA, en la colectiva “New Documents”, con Diane Arbus y Lee Friedlander. Según su comisario, John Szarkowski, las imágenes de uno y otros suponían una ruptura en los modos habituales del género documental: Era fiel a la imaginación, a la investigación libre y al poder expresivo de la imagen independiente.

Aquella exposición resultaría revolucionaria en cuanto a que acabó con la idea de que texto y fotografía podían transmitir ambos la misma historia, animó a otros autores a salir a la calle a investigar y propició que comenzara a valorarse la instantánea que planteaba preguntas en lugar de narrar.

Garry Winogrand. Albuquerque, Nuevo México, 1957. Colección Fundación MAPFRE. © The Estate of Garry Winogrand, courtesy Fraenkel Gallery San Francisco
Garry Winogrand. Albuquerque, Nuevo México, 1957. Colección Fundación MAPFRE. © The Estate of Garry Winogrand, courtesy Fraenkel Gallery San Francisco

La antología de KBr se inicia algo antes, a mediados de los cincuenta, cuando Winogrand retrataba a muy diversos anónimos y también se fijaba en muy distintas estampas urbanas: actos políticos, caminantes, ardillas, manos, el humo que sale de las alcantarillas, desfiles… Podemos decir que esas imágenes están compuestas por fragmentos de los que el fotógrafo elimina narrativa y anécdota, un modo de hacer que nunca abandonaría al tratar de reproducir y capturar el flujo de la vida en la ciudad.

Se fijaba en lo aparentemente irrelevante (una mirada, los destellos de una pulsera), más interesado, seguramente, por cómo esos instantes transmiten el mundo que por lo que, en sí mismos, cuentan. Alguna vez declaró que trabajaba para descubrir qué apariencia tendrá algo una vez convertido en fotografía. A la hora de capturar esos fogonazos urbanos, adoptaba el plano inclinado o el gran angular, elegía esquivar sentimentalismos y buscaba la autenticidad, sin rehuir mostrar el desasosiego experimentado en los sesenta ante una sensación de colapso internacional que parecía inminente.

La ironía impregna, asimismo, buena parte del trabajo de Winogrand y se hace, quizá, especialmente patente en las fotografías que tienen animales como protagonistas: su primera individual en un museo, presentada en 1969 en el MoMA y comisariada nuevamente por Szarkowski, se tituló justamente “The Animals” y constaba de imágenes realizadas sobre todo en zoológicos y acuarios de Nueva York a los que Winogrand acudía habitualmente con sus hijos.

Incidía, desde el humor pero no siempre, en los paralelismos entre comportamientos humanos y animales; según Sawyer, el retrato de la cautividad que representan puede interpretarse como una metáfora de la omnipresente segregación racial y de género de la época, al tiempo que sirve para examinar críticamente los modos de entretenimiento público y el voyeurismo.

Garry Winogrand. Zoo de Central Park, Nueva York, 1967. Colección Fundación MAPFRE. Zoo de Central Park, Nueva York,1967. © The Estate of Garry Winogrand, courtesy Fraenkel Gallery San Francisco
Garry Winogrand. Zoo de Central Park, Nueva York, 1967. Colección Fundación MAPFRE © The Estate of Garry Winogrand, courtesy Fraenkel Gallery San Francisco
Garry Winogrand. Nueva York, hacia 1962. Colección particular, San Francisco. © The Estate of Garry Winogrand, courtesy Fraenkel Gallery San Francisco
Garry Winogrand. Nueva York, hacia 1962. Colección particular, San Francisco. © The Estate of Garry Winogrand, courtesy Fraenkel Gallery San Francisco

Una de las secciones de la muestra se dedica específicamente al año 1964 porque fue entonces cuando Winogrand recibió la mencionada beca Guggenheim, la primera de varias, tras intentarlo desde 1961 (la decisión dependía entonces del apoyo de Walker Evans y se tomó su tiempo). Aquel reconocimiento le permitió viajar por Estados Unidos en coche en busca de las esencias del paisaje americano (averiguar quiénes somos, cómo nos sentimos, dijo), como haría su amigo Lee Friedlander, a quien también la Fundación ha dedicado retrospectiva. Muchas de aquellas imágenes están tomadas desde el coche, por lo que destaca su dinamismo; sus objetivos habituales eran paisajes abiertos, playas, niños, coches, toros…

Tampoco faltan en Barcelona algunas de sus imágenes en color: lo empezó a utilizar, como dijimos, en los cincuenta, para encargos de Collier’s y Sports Illustrated, pero enseguida comprendió su lado artístico y lo convirtió en un elemento más de su obra, despojándolo, eso sí, del sensacionalismo que le concedían otros autores. La aparición, a principios de los sesenta, de la Kodachrome II y la Kodachrome X incrementaron su producción de este tipo de imágenes, en su mayoría escenas de playa, pero también a pie de calle. El Archivo Winogrand del Center for Creative Photography de Tucson (Arizona) conserva más de 45.0000 diapositivas a color, de las que en Barcelona se presenta una pequeña muestra de 152 trabajos, por vez primera en España.

Garry Winogrand. Parque Nacional de las Arenas Blancas, Nuevo México, 1964. Colección Center for Creative Photography (CCP), University of Arizona, Texas © The Estate of Garry Winogrand, courtesy Fraenkel Gallery, San Francisco
Garry Winogrand. Parque Nacional de las Arenas Blancas, Nuevo México, 1964. Colección Center for Creative Photography (CCP), University of Arizona, Texas © The Estate of Garry Winogrand, courtesy Fraenkel Gallery, San Francisco

Si, antes de la II Guerra Mundial y en la posguerra, el coche era el medio de transporte por excelencia en Estados Unidos y no eran pocos los que emulaban a Kerouac, la consolidación del bienestar y la sociedad de consumo traería un aumento de los viajes y, sobre todo, de los realizados en avión. El fotógrafo tenía mucho respeto a volar, pero se dio cuenta de que los aeropuertos, sus pasillos y salas de espera, no diferían mucho de plazas y calles y de que, como lugares de paso, le ofrecían en ocasiones estampas inquietantes de soledad o despedidas, de la complejidad y de lo vacuo de las relaciones humanas.

Su segunda beca Guggenheim le llegó en 1969 y la dedicó a investigar, en sus palabras, el efecto de los medios en los acontecimientos. Algunas de sus imágenes de entonces tuvieron cariz político (reflejan manifestaciones, conferencias de prensa, la victoria de Nixon en 1972…); otras se dedican a los entresijos de representaciones de ópera y baile. Fijándose en cables, luces o equipos de grabación, deconstruía actos minuciosamente organizados, desde marchas patrióticas a óperas en el Metropolitan.

Garry Winogrand. Baile del Centenario, Metropolitan Museum of Art, Nueva York, 1969. Cortesia The Estate of Garry Winogrand and Fraenkel Gallery, San Francisco (Califòrnia) © The Estate of Garry Winogrand, courtesy Fraenkel Gallery San Francisco
Garry Winogrand. Baile del Centenario, Metropolitan Museum of Art, Nueva York, 1969. Cortesia The Estate of Garry Winogrand and Fraenkel Gallery, San Francisco (Califòrnia) © The Estate of Garry Winogrand, courtesy Fraenkel Gallery San Francisco

La última sección de la exposición nos lleva a Texas y a California. En Austin dio clases y alumbró sus libros Women are Beautiful (1975), sobre la imagen de la mujer y Stock Photographs: The Forth Worth Fat Stock Show and Rodeo (1980), sobre los rodeos. Una tercera beca Guggenheim le permitiría, por último, trasladarse finalmente a Los Ángeles, donde realizó un grupo muy numeroso de fotografías bastante distintas a las de sus comienzos neoyorquinos: llegó con la intención de explorar la región, pero acabó fijándose sobre todo en individuos solitarios o personajes en la lejanía. Aún entonces, tomó muchos de sus trabajos desde el asiento delantero de su coche; se trata, en general, de nuevas estampas fragmentadas de la vida americana.

Garry Winogrand. Fort Worth, 1975. © The Estate of Garry Winogrand, courtesy Fraenkel Gallery San Francisco
Garry Winogrand. Fort Worth, 1975. © The Estate of Garry Winogrand, courtesy Fraenkel Gallery San Francisco

 

 

Garry Winogrand

KBr. FUNDACIÓN MAPFRE

Avenida Litoral, 30

Barcelona

Del 11 de junio al 5 de septiembre de 2021

 

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