Fundación MAPFRE revela a Leonora Carrington

Llega a Madrid su primera retrospectiva española

Madrid,

En octubre de 2020 estaba previsto que la Fundación MAPFRE acogiese en Madrid una muestra histórica: la primera antología dedicada en nuestro país a Leonora Carrington, pero la imposibilidad de contar con un elevadísimo número de préstamos internacionales en época de pandemia retrasó su celebración hasta ahora. A partir del próximo 11 de febrero, podemos visitar en sus salas de Recoletos “Revelación”, un repaso muy exhaustivo a la producción de la artista británica que cuenta con trabajos en muy diversas técnicas (pinturas, esculturas, tapices y textos) y que hace hincapié en cómo esta autora transformó su muy convulsa vida -en la que padeció el desarraigo, la violencia sexual, la enfermedad mental, el exilio y también la desmemoria- en la materia prima de sus creaciones.

Con el comisariado de Tere Arcq, Carlos Martín y Stefan van Raay, el recorrido de esta exhibición incide asimismo en su preocupación por la situación social de la mujer y la preservación de la naturaleza, en tiempos adelantados, y en su atención a rituales mágicos, al tarot o a culturas ancestrales, especialmente después de que leyera La diosa blanca de Robert Graves, un muy erudito ensayo de su compatriota (al que parece que no llegó a conocer) sobre el lenguaje mágico de la Europa antigua. Planteado cronológicamente, cuenta el montaje con piezas que hasta ahora no habían salido de los países donde Carrington las elaboró o que apenas se habían expuesto al público con anterioridad, como un gran mural llegado de Tel Aviv que realizó en Nueva York y que no había podido verse.

Leonora Carrington. Las pompas del subsuelo, 1947. Sainsbury Centre for Visual Arts, University of East Anglia, UK © Estate of Leonora Carrington / VEGAP, Madrid, 2023
Leonora Carrington. Las pompas del subsuelo, 1947. Sainsbury Centre for Visual Arts, University of East Anglia, UK © Estate of Leonora Carrington / VEGAP, Madrid, 2023

Es mucho, en realidad, lo hasta ahora oculto en la obra y en las constelaciones personales de una autora que aunó en sus piezas deseos, sueños y temores y dio forma a un bestiario misterioso en el que conjugó referencias a leyendas y tradiciones celtas, católicas, judías y mesoamericanas. Nacida en Lancashire en 1917, en el seno de una familia muy acomodada, fue expulsada de algunas escuelas religiosas antes de recalar, con quince años, en Florencia, donde pudo conocer el arte de los maestros antiguos, como Uccello y Pisanello. De regreso a Inglaterra, se le permitió estudiar arte en Londres, donde también asistió a una muestra del grupo surrealista en la que quedó atraída por el lenguaje, y la persona, de Max Ernst, con quien inició una relación que no contó con el apoyo de los suyos; la pareja se trasladó a Francia, primero a París, donde Carrington afianzó sus lazos con ese colectivo, y después a Saint-Martin-d´Ardèche, en la región de Provenza. A raíz de la irrupción de la II Guerra Mundial, y dado el origel alemán de Ernst, huyeron a España: llegaron a Madrid -donde visitó el Prado, conoció a El Bosco, Brueghel y Patinir, pero también fue Leonora víctima de una violación que desembocó en su ingreso en un sanatorio mental de Santander, experiencia que narró en sus Memorias de abajo-; después llegaría Lisboa. Para entonces la relación entre los dos surrealistas ya se había disuelto y, en la capital portuguesa, la artista embarcó hacia Nueva York con Renato Leduc, escritor y poeta con quien contrajo matrimonio.

A fines de 1942 se establecieron en el país de él, México, donde Carrington llevaría a cabo la mayor parte de su trabajo de madurez, incluyendo el mural fundamental El mundo mágico de los mayas, para el Museo Nacional de Antropología de Chapultepec, pero tampoco este sería aún su último destino: tras rebeliones estudiantiles y la masacre de Tlatelolco, se mudó a Estados Unidos en 1968, donde llegó a residir en Nueva York y Chicago. A México, donde tendría dos hijos, ya junto a Chiki Weisz, y contaba con el respaldo de una comunidad exiliada de la que formaban parte Buñuel, Kati Horna (que la retrató) o Remedios Varo, regresó en los noventa y allí murió en 2011; era el país que había refrendado su idea constante de que el conocimiento no podía ser solo intelectual.

Leonora Carrington. El mundo mágico de los mayas, 1964. Colección Museo Nacional de Antropología, Instituto Nacional de Antropología e Historia © Estate of Leonora Carrington / VEGAP, Madrid, 2023
Leonora Carrington. El mundo mágico de los mayas, 1964. Colección Museo Nacional de Antropología, Instituto Nacional de Antropología e Historia © Estate of Leonora Carrington / VEGAP, Madrid, 2023
Leonora Carrington. La giganta, 1947. Colección particular © Estate of Leonora Carrington / VEGAP, Madrid, 2023
Leonora Carrington. La giganta, 1947. Colección particular © Estate of Leonora Carrington / VEGAP, Madrid, 2023

Para adentrarnos en su producción, es necesario entender su interés hondo por los cuentos, acentuado por su inmersión en el surrealismo, cuyos autores compartían devoción hacia Lewis Carroll y los Grimm; ella misma los escribió, y parece que a muchos les dio correlato pictórico en imágenes que incluso tuvieron el mismo título. La mayoría son autobiográficos, sin que ello sea óbice para que aparezcan, como en sus composiciones, seres híbridos, brujas, hadas y humanos y animales cuyos comportamientos se intercambiaban; también es habitual que Carrington se autorretrate en sus pinturas, pero no de forma literal sino a través de alter ego que solían ser árboles, hienas y sobre todo caballos, diosas, hilanderas y tejedoras, estas últimas en referencia al poder femenino y probablemente a su propia actividad como tejedora de tapices. Incluso su elección de técnicas albergaba un sentido simbólico: a mediados de los cuarenta comenzó a utilizar, para sus formatos horizontales tipo predela, temple al huevo, una receta de yema, agua, pigmento y aglutinante que resulta duradera y se seca rápidamente, pero que en su caso implicaba, además de esas ventajas prácticas, un homenaje a ese alimento, en muchas culturas símbolo de fertilidad. Remitía, asimismo, a lo aprendido frente a los frescos florentinos y a sus experimentos alquímicos, que ella asociaba a la cocina, y no solo eso: según el mecenas Edward James, lograba este procedimiento que los cuadros brillasen como joyas en la pared.

James, también poeta y cercano al surrealismo, le encargó por cierto a Carrington la primera de sus numerosas obras protagonizadas por diosas: se trata de La giganta (La guardiana del huevo), que se fecha en 1947 y puede verse en la Fundación. La figura presenta cara de luna, pisa un campo de trigo, del que está hecho asimismo su cabello, y porta en la mano un huevo, en algunas mitologías asociado al origen del mundo. La composición puede ligarse a la Madonna della Misericordia de Piero della Francesca, a quien la británica sabemos que admiró; quizá tampoco pueda desatenderse el hecho de que estaba embarazada cuando lo pintó.

A lo largo de las diez secciones que repasan en Madrid la trayectoria de la artista, descubriremos joyas tempranas como las acuarelas Hijas de la luna, en las que personajes y deidades femeninas, probablemente inspiradas en mitos y en la literatura tardovictoriana, dominan los elementos naturales; o la ya plenamente surrealista Los caballos de Lord Candlestick, donde esos animales son humanizados, canalizando las iras de Carrington hacia su padre en tiempos de Ernst; él es, en realidad, Candlestick y tras su huida no lo volvería a ver.

Contemplaremos, asimismo, trabajos que hacen referencia a su enfermedad nerviosa y al potente tratamiento del que fue objeto, como Abajo o Transferencia, u otros vinculados a sus vivencias como exiliada, de una Europa destruida en los cuarenta y de una familia que no aceptaba sus decisiones; es el caso de Ni hermanos ni hermanas tengo o Té verde, este último en relación con los estados alterados de conciencia que generaría esa bebida, según los hallazgos de un doctor en un cuento irlandés. La figura envuelta con una piel de caballo al modo de una crisálida simboliza seguramente a la artista, mientras el paisaje de fondo reúne ecos de Inglaterra, Toscana y del parque situado en torno al sanatorio de Santander.

Leonora Carrington. (Los caballos de lord Candlestick, 1938. The 31 Women © Estate of Leonora Carrington / VEGAP, Madrid, 2023
Leonora Carrington. Los caballos de Lord Candlestick, 1938. The 31 Women © Estate of Leonora Carrington / VEGAP, Madrid, 2023
Leonora Carrington. Abajo, 1940. Colección particular Mia Kim © Estate of Leonora Carrington / VEGAP, Madrid, 2023
Leonora Carrington. Abajo, 1940. Colección particular Mia Kim © Estate of Leonora Carrington / VEGAP, Madrid, 2023
Leonora Carrington. Té verde, 1942. The Museum of Modern Art, New York. Gift of Drue Heinz Trust (by exchange), 2019 © Estate of Leonora Carrington / VEGAP, Madrid, 2023
Leonora Carrington. Té verde, 1942. The Museum of Modern Art, New York. Gift of Drue Heinz Trust (by exchange), 2019 © Estate of Leonora Carrington / VEGAP, Madrid, 2023

A partir de su experiencia como madre, en México y en los cuarenta, desarrolló Carrington representaciones de su casa de la infancia y visiones de la niñez y la familia marcadas por una nostalgia serena y por la evocación de sus hallazgos italianos, como se aprecia muy claramente en El huerto en la isla fluvial. Y desde los setenta proliferaron en su obra referencias al esoterismo y las artes adivinatorias: el tarot era para ella, sin embargo, no un medio de predicción como explicó ayer Arcq, sino una herramienta para conocerse mejor a sí misma, inquietudes que compartió con Varo y Horna, representadas también en esta exposición: las tres estudiaron los poderes femeninos relegados, la alquimia o la astronomía, y conocieron los arcanos. Dos de ellos los recreó Carrington en Carro de Molly Malone (1975), que se exhibe por vez primera y que remite a la popular canción irlandesa Berberechos y mejillones.

Leonora Carrington. (El huerto en la isla fluvial, 1946. San Francisco Museum of Modern Art. © Estate of Leonora Carrington / VEGAP, Madrid, 2023 Photo © Don Ross
Leonora Carrington. El huerto en la isla fluvial, 1946. San Francisco Museum of Modern Art. © Estate of Leonora Carrington / VEGAP, Madrid, 2023 Photo © Don Ross
Leonora Carrington. Carro de Molly Malone, 1975. Colección particular. Cortesía ARTVIA © Estate of Leonora Carrington / VEGAP, Madrid, 2023
Leonora Carrington. Carro de Molly Malone, 1975. Colección particular. Cortesía ARTVIA © Estate of Leonora Carrington / VEGAP, Madrid, 2023

Su vocación feminista, su interés por profundizar en la igualdad y la armonía entre géneros, en la reconciliación de opuestos, la volcaría en obras como el gouache Mujeres conciencia, donde subvirtió el relato de Adán y Eva para dar a esta última carácter de diosa. También retoman sus poderes las mujeres protagonistas de Las Magdalenas, cuyas túnicas son largas cabelleras; a sus espaldas queda una figura negra.

México, debido a la pervivencia allí de especiales ritos mortuorios y la creencia en entes protectores y animales guardianes, no hizo sino acrecentar su devoción por la magia y el mito: visitó a chamanes, curanderos y brujas para conocer sus prácticas ancestrales e ilustró el libro de Laurette Séjourné Supervivencias de un mundo mágico.

La retrospectiva de la Fundación MAPFRE se cierra analizando su querencia por los animales, de carácter paulatinamente ecologista; entre las piezas fantásticas que cierran la exposición se encuentra la talla Rueda de caballos, donde los presenta persiguiéndose en un bucle sin fin, por otra parte muy humano.

Leonora Carrington. Mujeres conciencia, 1972. Colección particular © Estate of Leonora Carrington / VEGAP, Madrid, 2023
Leonora Carrington. Mujeres conciencia, 1972. Colección particular © Estate of Leonora Carrington / VEGAP, Madrid, 2023

 

 

Leonora Carrington. “Revelación”

FUNDACIÓN MAPFRE. SALA RECOLETOS

Paseo de Recoletos, 23

Madrid

Del 11 de febrero al 7 de mayo de 2023

 

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