NUESTROS LIBROS: Vivir con nuestros muertos

07/06/2022

Delphine Horvilleur¿Qué Dios grande se torna tan miserablemente menor como para necesitar que unos hombres salvaguarden su honor? Pensar que Dios se ofende porque se burlen de Él ¿no es acaso la mayor profanación que puede haber? Grande es el Dios del humor. Diminuto el que carece de él.

Si afrontar los duelos propios ante la muerte implica atravesar dolores desconocidos en cualquier otra circunstancia, acompañar a quien se encuentra en esta situación supone, cuanto menos, intentar caminar por esa cuerda floja en la que las palabras se quedan cortas o estorban y parece que poco más se puede hacer que justamente eso, acompañar; habitualmente participar o no de algunos ritos, consoladores también para los paganos, y aceptar que el resto es misterio.

Tras su éxito en Francia, Libros del Asteroide nos ha traído la traducción de Vivir con nuestros muertos, un ensayo de la rabina francesa Delphine Horvilleur en el que aborda, sin ningún animo didáctico ni intención de aconsejar, cómo concibe ella los funerales, desde sus creencias judías y, sobre todo, desde su perspectiva personal y sus experiencias. Lo hace a menudo con humor, del que hoy llamarían seriamente disruptivo, y desmontando en el camino más de uno y más de dos tópicos sobre las supuestas rigideces en su religión (¿Cómo os atrevéis a hacer bromas sobre el Holocausto?, preguntó Yavé; ¿Y tú qué sabes si no estabas allí?, contestaron los supervivientes, en uno de sus chistes más irreverentes); también recordando casos particulares y explicando sus modos de acercarse a familiares o amigos de los fallecidos para ofrecerles, en la despedida, un envidiable consuelo no estandarizado y una celebración de la vida perdida, de modo que sea esta la que pueda permanecer en la memoria y no el hecho de la muerte, por brutales que puedan haber sido sus circunstancias.

En algún caso, en efecto, lo fueron: comienza Horvilleur aludiendo a la de su amiga Elsa Cayat, una de las víctimas del atentado de Charlie Hebdo, sefardí y atea, ante cuyos seres queridos tuvo ella que emplearse como rabina laica, encontrando ese lugar en el judaísmo en el que cupieran una mujer que se decía antirreligiosa y otra que cultivaba la fe sin que ni una ni otra pudieran considerarse más legítimas o mejores judías. Ante sus cercanos y ante los de Simone Veil; frente al hijo de la anciana, víctima del Holocausto, que apenas la conoció; junto al hermano del pequeño Isaac, que desea saber si para encontrarlo ha de mirar a cielo o a tierra; al lado de su amiga Ariane, a quien animó a considerar cada uno de los escasos días de vida que le quedaban como si fueran siglos… a los devastados, en definitiva, trata la autora de conducirlos hacia la toma de conciencia de lo que de sus muertos permanece en quienes les sobreviven y de lo valioso de sus momentos. Les reconoce también lo personal y duro de su pena y lo vacuas que les resultarán las palabras.

Las vivencias y perspectivas de Horvilleur -cuyo punto de vista se hace presente página a página, probablemente por respeto al sentimiento ajeno- interesarán a todo aquel que lo esté por los enigmas en la vida y la muerte, porque no tendremos la sensación de que sus planteamientos sean más divinos que humanos aunque, mágicamente, no se separe de los primeros. Ha logrado ahondar en ese asunto del que dicen, con acierto, que huyen las sociedades contemporáneas para proponernos, con ternura y una mirada humanista, acoger ese fin en su complejidad como hecho inevitable e incluso como algo más; el término judío que se refiere a los cementerios puede traducirse, de hecho, como casa de los vivos.

Desde su fe y su extenso conocimiento de la tradición, elogia el laicismo por permitir la convivencia de creencias, y la ausencia de ellas, sin que ninguna de esas opciones tenga que prevalecer y finaliza su texto recordando el asesinato fanático de Isaac Rabin, la necesidad de no hablar nunca por todos y la conveniencia de ser sabedores del vaho de las existencias pasadas en las nuestras.

Vivir con nuestros muertos. Delphine Horvilleur

 

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