Vida oculta: amor y martirio

13/02/2020

Nada nos sorprendería más en el cine de Terrence Malick que una incursión en la frivolidad: sus espectadores saben, ya desde Malas tierras (1973), su primer largometraje, que en sus películas propone reflexiones trascendentales o místicas a partir de personajes que siempre cumplen una misión: sea salvaguardar el amor de la pobreza y la mala suerte (Días de gloria), el equilibrio familiar (El árbol de la vida) o la paz, sobre todo la interior, frente a la guerra (La delgada línea roja).

En Vida oculta, su último filme ya en cines, ha elegido basarse en una historia real, la de Franz Jägerstätter, mártir austriaco asesinado por decidir no alistarse en el ejército nazi, y dedica el filme justamente a ese fragmento de su vida, a los años de la guerra y la etapa previa: a la felicidad de su recién formada familia en las montañas donde viven, sus días sencillos trabajando la tierra y jugando con sus hijas, su formación militar y al inmediato calvario que le supuso, a él y a ellas, el rechazo y la tortura derivados de la negativa de Franz a involucrarse en una contienda que no puede defender, en favor de unos supuestos valores en los que no cree. Sus razones son humanistas y también religiosas: tanto él como su mujer cultivan, desde la sencillez y de puertas adentro, una fe íntima y honda con la que tratan de vivir en coherencia. Ambos son personajes conectados sin fisuras con su propia interioridad, con el paisaje en el que habitan y del que comen y con un entorno del que se sienten, sin duda, parte. Al elegir llevar sus vidas a la pantalla, Malick propone al espectador un camino paralelo al suyo de contemplación y toma de conciencia, condensado en tres horas (que esta vez no se hacen largas).

Dejando a un lado la abstracción, que no la inmersión en la trascendencia, de sus anteriores trabajos, Vida oculta cuenta con una estructura narrativa clara, aunque Malick continúa apostando acertadamente por los silencios, por un guion somero, a la hora de transmitir las emociones de los protagonistas: su paz profunda inicial, sus dilemas y sus torturas después.

El camino “fácil” para Franz hubiese sido alistarse; su negativa le lleva a él a la cárcel, las torturas y humillaciones y finalmente a la muerte; y a su familia, a la soledad, el escarnio y, después, a la pérdida. Jägerstätter se debate entre la fidelidad a sus ideales humanistas y religiosos, su rechazo a la guerra, y su deseo de mantener la paz de su familia, pero elige el primer camino asumiendo todas las consecuencias personales de la decisión y enfrentándose a la incomprensión constante de quienes no entendían sus porqués porque solo alcanzaban a intentar interpretarlos desde fuera y no desde dentro: su apuesta por el no enfrentamiento no iba a alterar el curso de la guerra, ni iba a ser conocida fuera de las paredes de su prisión (en esto se equivocaron).

La coherencia de su religiosidad contrasta con el apoyo matizado de los sacerdotes amigos (uno de ellos le propone involucrarse en la guerra desde la hipótesis de que durará poco), pero cuenta, finalmente, con la triste aceptación de su esposa, que entiende sus motivos al compartir fe e ideales. Franz no traicionó sus principios (tampoco a su país ni a sus vecinos, a los que discretamente su familia continuó sirviendo) y supuso hallar consuelo, en sus momentos peores anticipando la muerte, precisamente en el recuerdo y la lealtad hacia su mujer e hijas, en cartas que sirven a Malick para adentrarse, tanto o más que los diálogos, en el peso moral de la postura del matrimonio. Parte de esas cartas, por cierto, fueron escritas por el Frantz real y el director las incorporó al filme.

La belleza de Vida oculta procede tanto de su estética como del relato vital de esta familia, emblema de pureza quizá idealizada pero humanizada también a través de sus dudas y sus arranques de desesperación. La clave del título del filme y de las pretensiones de Malick al contarnos la historia de Jägerstätter la proporciona una cita final de George Eliot dedicada a quienes hicieron que hoy nuestras vidas no sean peores de lo que son, porque no contribuyeron al mal, a las figuras anónimas que llevaron “vidas ocultas” persiguiendo la virtud y no reciben las flores de todos en sus tumbas.

Vida oculta. Terrence Malick

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