Taxi Teherán: nada puede con Jafar Panahi

02/10/2015

En una de las secuencias de Taxi Teherán, la última película de Jafar Panahi, que se estrena el 9 de octubre, un joven estudiante de cine le pide consejo para elegir tema a la hora de rodar un filme. Él le responde que siga su propio camino y que, sobre todo, salga de casa, porque dentro de ella no iba a encontrar nada. Sí, pero no: en 2011 Panahi convirtió su casa, haciendo de la (injusta) necesidad una enorme virtud, en el único escenario de Esto no es una película, un documental donde llevaba a la esfera pública de las salas de cine su vida privada, su entorno más cotidiano, a la vez que reflexionaba sobre las libertades artísticas, las distancias entre documento y ficción o la función del propio cine.

Esta vez ha trasladado el escenario de sus reflexiones, sobre esos mismos temas pero desde un enfoque nuevo, a su coche, que convierte en un taxi en el que varias personas de Teherán, algunas conocidas por él y otras no, dejan entrever su forma de vida y, a veces, sus opiniones sobre el régimen iraní.

Para disfrutarlo no es imprescindible, pero para comprender a fondo el cine de Panahi hay que tener en cuenta sus personales circunstancias: en 2010 las autoridades iraníes le prohibieron desarrollar su actividad como cineasta y salir de su país, tras detenerlo mientras trataba de rodar un filme sobre el levantamiento del Movimiento Verde que tuvo lugar en 2009. Fue detenido, y después liberado gracias a la presión internacional, pero su prohibición de trabajar y viajar al extranjero se mantiene. En 2012 el Parlamento Europeo le concedió el premio Sájarov y esta misma institución ha contribuido decisivamente a que sus obras sí que puedan estrenarse fuera; Taxi Teherán, de hecho, recibió el Oso de Oro en la última edición de la Berlinale y también participó en la sección Perlas del Festival de San Sebastián.

Taxi Teherán

Y sí, es una perla, llena de ternura, sentido del humor y compromiso con la libertad. Por el taxi de Panahi se dejan caer personajes de lo más variopintos: un atracador que defiende la pena de muerte, una valiente mujer que, frente a él, la critica; un vendedor de películas piratas que trata de sacar rédito de conocer a Panahi, un hombre herido y su esposa, preocupadísima por la herencia; dos señoras a las que les va la vida, literalmente, en devolver un par de peces al lugar de donde los sacaron; una adorable abogada amiga de Panahi a la que también van a prohibir trabajar y, sobre todo, la más que genial sobrina del director, una figura fundamental en la película por su atrevimiento y porque ella, que trabaja en la elaboración de un corto para el colegio, es capaz de obtener, desde su corta experiencia, conclusiones sencillas y brillantes en relación con la ética y la función del cine.

En el colegio le imponen férreas normas a la hora de rodar para conseguir que su película sea distribuible (la más rancia censura) y la niña no entiende cómo es posible que le demanden que muestre la realidad pero no la realidad desagradable (¿pueden acaso separarse?) ni las razones de que el cine no pueda mostrar fuera la represión que padecen quienes deciden vivir en Irán en libertad (¿si no quieren que se vea, por qué lo hacen?). No podemos saber su nombre porque, para evitar problemas a quienes aparecen en la película, ésta no tiene créditos, pero esta chica es todo talento.

Además de un filme político y de afirmación de la libertad personal de Panahi, un tipo consecuente, convencido del valor de ser dueño de los propios actos y al que se adivina extraordinariamente tolerante y muy afable pese a su situación, Taxi Teherán es una obra de arte coral llena de humanismo y de esperanza –nada idealizada- en la gente corriente: se nos muestra un elenco de tipos humanos que van desde lo admirable a lo despreciable pasando por lo curioso. Y nos da por pensar en qué grupo estaríamos nosotros si ese fuera nuestro contexto. Vayan a verla.

Taxi Teherán

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