Pensando en vuestras noches de verano, hemos seleccionado para vosotros diez de nuestras películas favoritas del cine de suspense y negro. De la misma materia de la que están hechos los sueños…
1. PERDICIÓN. Billy Wilder, 1954
Es, sin duda, una de las mejores obras cinematográficas del género negro, en su definición más clásica (crimen, misterio y mujer tan seductora como oscura que lleva las riendas de la acción y conduce a un anodino agente de seguros, sin voluntad ante ella, a cometer un asesinato). Rodada once años después de la llegada de Wilder a Hollywood, Perdición se basa en una novela del mismo título (en Estados Unidos, Double Indemnity) de John McCain, un relato que a su vez se inspiró en un suceso real.
El guión, realizado por el propio director y por Raymond Chandler, es toda una obra maestra de la escritura cinematográfica y nos invita, siempre entre líneas y a partir de mordaces diálogos, a adentrarnos en los rasgos más íntimos de la personalidad de los personajes más allá de las falsas moralidades y sentimentalismos con los que parecen moverse. Destaca sobre todo la interpretación de Barbara Stanwyck como la manipuladora Mrs. Dietrichson, seguramente el mejor papel de su carrera, y esa escena del supermercado, llena de ocultaciones, disimulo y misterio, en la que ella y Neff trazan sigilosamente el plan para asesinar al marido de ella.
2. EL HALCÓN MALTÉS. John Huston, 1941
En su primera película como director, John Huston, también guionista, recurrió a una novela de Dashiell Hammett en torno a la búsqueda del desaparecido halcón de oro que los templarios malteses ofrecían como tributo a Carlos V para construir una complicada trama criminal en la que, como no, se dan cita amor y muerte.
No fue la de Huston la primera versión fílmica de la obra de Hammett pero sí la más recordada, sobre todo gracias al savoir faire ante las cámaras de Humprey Bogart, detective cínico, extremadamente hábil y también pagado de sí mismo, un papel hecho a su medida pese a que antes que a él se le ofreciera a George Raft. Hay que subrayar también las interpretaciones de Mary Astor como dulce asesina ¿enamorada? del antihéroe Bogart y del malo torpe por excelencia, el gran Peter Lorre.
3. EL SUEÑO ETERNO. Howard Hawks, 1946
Repetimos con Bogart y Chandler. El actor trabajaba de nuevo junto a Hawks y Lauren Bacall tras Tener y no tener en esta película que adapta un relato de Chandler protagonizado por el detective Philip Marlowe. El desarrollo de la trama es bastante enrevesado (chantajes, fugas y muertes), pero las atmósferas altamente envolventes y el clima enigmático y sensual hasta lo hipnótico en que se desarrolla la película la convierten en un magnífico film noir. Tuvo una versión posterior, en 1978, protagonizada por Sarah Miles y Robert Mitchum.
4. EL TERCER HOMBRE. Carol Reed, 1949
Además de los guiones de Graham Greene, entre lo mejor de El Tercer hombre, una de las películas más valoradas del cine británico, hay que citar la estética expresionista de sus escenas merced a una composición de los planos muy trabajada y al empleo de luces y sombras al servicio del suspense.
Un escritor de novelas del oeste sin demasiado valor, Holly Martins (Joseph Cotten), llega a la Viena ocupada en 1947 a petición de un amigo de su infancia, Harry Lime (Orson Welles), que le ofrece un empleo. A su llegada no se encuentra con Harry sino con su entierro y se enamora de la novia de su antiguo amigo, Anna.
Las investigaciones de Holly sobre las circunstancias de la muerte de Harry desembocan en la célebre escena de las cloacas, disfrutad de su ritmo endiablado y de sus diálogos de lujo; también de la banda sonora de Anton Karas, interpretada con cítara por el propio músico, que ya fue un éxito en los cincuenta.
5. LA MUJER DEL CUADRO. Fritz Lang, 1944
No es seguramente la película de Lang con un guión más brillante (en este aspecto seguramente gana Perversidad, filmada posteriormente con buena parte del elenco actoral de La mujer del cuadro), pero ésta sí es, quizás, la obra del alemán de atmósferas más marcadamente negras.
Coincidiendo con una escapada de su mujer e hijos, el profesor universitario Richard Wanley (Edward G. Robinson) queda prendado por una mujer a la que previamente ha visto retratada en un escaparate (Joan Bennett). Ésta le invita a una velada en su casa donde, como no, termina apareciendo su amante despechado. Furioso, éste trata de estrangular a Wanley y, en defensa propia, el profesor lo asesina con unas tijeras; tijeras que le proporciona Bennett, en situación bastante más cómoda para haberlas usado.
Como en Furia, otra obra del director, y en tantos otros films negros, se nos presenta el caso de un individuo corriente que siempre se ha movido dentro de la ley hasta que se enamora de una bella y retorcida mujer que lo conduce a la perdición y la amargura. Bennett, eso sí, es en La Mujer del cuadro mucho más compasiva que en Perversidad.
6. EL CREPÚSCULO DE LOS DIOSES (SUNSET BOULEVARD). Billy Wilder, 1950
Ya os hablamos de este descarnado análisis de las consecuencias del paso del cine mudo al sonoro en nuestra selección de diez películas de cine dentro del cine, así que no vamos a repetirnos demasiado. Obra negra con cierto humor frío de Wilder, El crepúsculo de los dioses nos describe el retiro de una antigua diva del mudo que no acepta su caída del olimpo hollywoodiense y la truncada historia de un guionista sin éxito al que ella convierte en instrumento de su consuelo y en objeto de sus atenciones amorosas. Realidad y ficción, muerte y locura.
7. AL ROJO VIVO. Raoul Walsh, 1949
Tras asaltar y robar un tren que transportaba 300.000 dólares y asesinar a sus maquinistas, una banda de ladrones capitaneada por Cody Jarret (James Cagney) es perseguida por la policía. Diseñada una coartada, Cody se entrega y es condenado por ello sólo a dos años de prisión; pero los agentes del Tesoro, convencidos de que fue el cerebro del asalto, no se lo ponen tan fácil.
La película, una de las más convulsas de Walsh por su violencia, destaca por su ritmo enérgico y por las brillantes interpretaciones de Cagney y Virginia Mayo.
8. LA DAMA DE SHANGAI. Orson Welles, 1947
No es la obra más redonda de Welles, que no compartió decisiones tomadas respecto al montaje final, y seguramente fue Rita Hayworth la principal interesada en la realización de la película, pero en cualquier caso sí se trata de un film memorable dentro del género negro, al que sigue en todas sus convenciones: trama policiaca, personajes en los límites de la ley y femme fatale interpretada sin fisuras por Hayworth.
Nos gustan la descripción de los personajes dada por el guión y escenas inolvidables como el primer encuentro entre Welles y Hayworth en Central Park, solitaria pasajera ella, marinero algo simple él. Por el enfrentamiento entre los valores del bien y el mal y las reflexiones sobre la condición humana que podemos apreciar en La dama de Shangai, esta obra anticipa rasgos de Sed de mal, de la que ya os hablamos en esta selección de diez pelis con hoteles inolvidables mediante.
9. CARA DE ÁNGEL. Otto Preminger, 1952
Ejemplo del inconfundible estilo de Preminger como director (marcados movimientos de cámara, planificación perfecta, abundancia de planos secuencia), Cara de ángel nos cuenta la aventura de un conductor de ambulancia (Robert Mitchum) que conoce y se enamora de Jean Simmons tras acudir a su casa por aviso de accidente doméstico. Ni el accidente ni su gravedad son tales y él se ve envuelto en los maquiavélicos planes de ella.
Sobre la solidez interpretativa de esta pareja, la ambigüedad de sentimientos por parte de ella y el aparente masoquismo amoroso por parte de él, descansa el peso de la película, que, como casi todas las de Preminger, invita, y mucho, a la reflexión personal y al debate compartido.
10. CRIMEN PERFECTO. Alfred Hitchcock, 1954
La primera ocasión en la que Grace Kelly trabajó junto a Hitchcock fue en esta adaptación de una obra teatral de Frederick Knott y, pese a que el director británico nunca estuvo especialmente satisfecho de esta obra, considerándola una pieza ejecutada por compromiso en su transición hacia La ventana indiscreta, el público la ha venerado como uno de sus mejores ejercicios fílmicos de suspense, de escenarios cuidados al máximo en su integración con la personalidad de los personajes y de alcance de verdadera comunión entre éstos y determinados objetos.