Paterson extraordinario

13/12/2016

Paterson, Jim JarmuschCebolla, luminosa redoma, pétalo a pétalo se formó tu hermosura, escamas de cristal te acrecentaron y en el secreto de la tierra oscura se redondeó tu vientre…

¿Conocéis la Oda a la cebolla de Neruda? Ver Paterson, lo último de Jim Jarmusch, nos ha traído a la mente ese poema, que algunas veces ha citado José Antonio Marina hablando de la educación de la sensibilidad, y también a un conductor de autobús, de los que no tenemos más remedio que frecuentar, que gasta pelo largo y pendientes mientras saluda a todos con un Buenas tardes y en vez de tertulias políticas de radio nos pone a Bach para el camino.

El Paterson de Jarmusch (Adam Driver) es un conductor de autobús urbano, tan arraigado a la ciudad donde ha nacido que se llama igual, y esta película, muy diferente en estética e intenciones a todo lo que del director conocemos, nos lo presenta a él y a su mujer a lo largo de siete días de una semana cualquiera. Parecen iguales, y casi lo son, pero los detalles aparentemente nimios, además de marcar la diferencia, dan sentido a una cotidianidad en la que los dos han sabido encontrar disfrutes, enriquecer en lugar de cocer.

Como el propio título indica, Paterson es el protagonista, pero de sus deseos apenas sabemos nada, pues quedan detrás de los de su esposa -que sueña con ser cantante y con triunfar con sus cupcakes y ha convertido su casa en un templo diseñado por ella- e incluso de los de su muy antipático perro. Si hiciésemos caso a los budistas (aquello de que la felicidad es la ausencia del deseo) podríamos pensar incluso que no los tiene, porque transmite ese estado de calma absoluta de quien no tiene ambiciones materiales.

Sus emociones las canaliza escribiendo poemas antes y después de su jornada laboral; muchos los dedica a su esposa y sabe encontrar en ellos belleza en lo sencillo, en las mismas cerillas; parece que no necesita más mientras pueda encontrarla también en su día a día. Y no es ningún cotilla, pero Paterson se deleita escuchando las conversaciones de los pasajeros de su autobús y su expresión cuando los oye, atento y comprensivo, habla más de él que su propia voz.

En su sencillez constante, porque en Paterson no hay trampa ni cartón ni esos estímulos audiovisuales que ahora parece que constantemente necesitamos, esta es una película profunda y tierna dedicada a la posibilidad de encontrar placer en lo cotidiano, poesía en lo ordinario, aunque los días sean, como los de este conductor, más que rutinarios y el entorno no posea (aparentes) alicientes. La magia va por dentro en el matrimonio Paterson y viendo la película es imposible no rendirse a ella.

Querréis verla más de una vez.

Paterson, Jim Jarmusch

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