NUESTROS LIBROS: La hija de la española

14/03/2019

Karina Sainz Borgo. La hija de la españolaYo soy de un lugar donde hasta las flores depredan.

Hace unos días llegaba a las librerías La hija de la española, la primera novela de la periodista cultural venezolana Karina Sainz Borgo, con el precedente de las buenas críticas de quienes ya la habían podido leer y de su gran recepción en la Feria de Frankfurt, que anunció su desembarco internacional masivo. Y llegamos a esta obra con esa mezcla entre curiosidad y distancia con la que inevitable recibimos lo muy alabado; esta vez, el efecto de la lectura ha sido el de entender bien el porqué de los elogios (y el de quedarnos por momentos sin respiración).

La hija de la española es una historia a la vez vital y dolorosa, íntima y violenta y su protagonista es una mujer que comienza quedándose huérfana de madre para avanzar quedándose también desprovista de puntos de anclaje, de referentes… simplemente de tierra firme a la que poder caer. El relato de Adelaida Falcón (literario, pero asentado en lo conocido, aclara la autora al final) es el de quien ha aprendido cómo gozar con el clima y la fruta, el sol, la música y las confianzas familiares, con la cultura y la curiosidad por lo bello y lo desconocido y termina asistiendo al derrumbe de un mundo en el que los mínimos necesarios para cualquier vida son una quimera insultante. Por eso la de Sainz Borgo es una novela extremadamente dura y amarga, en la que el lector por momentos baja a los infiernos y se tizna con la protagonista, pero no ruda en esa crudeza: al igual que la niña observadora que comenzaba a asistir al declive de su país (previo al derrumbe) se sentía atraída por la casa moderna de un arquitecto en el pequeño pueblo familiar, diferente a todo lo demás, la Adelaida adulta actúa guiándose por una pulsión de vida, de búsqueda de un mañana, aunque se encuentre perdida, “desclasada” y expulsada de su hogar, sometida al azar cruel que lo llena todo de gas pimienta, corrupción, vulgaridad y miedo.

Sainz nos transmite, con las descripciones justas, más bien desde un pálpito visceral, cómo corroe cada vida y cada mente la inseguridad, la posibilidad de la muerte cercana, la degeneración que empieza siendo política y afectando a unos cuantos y termina expandiéndose, ganando terreno a medida que lo gana también la desesperanza. La más honda, la que convierte a los supervivientes en zombies. Nadie puede mantenerse indemne cuando el horror entra por la puerta y las ventanas de la casa donde te guareces, y que quizá ni siquiera es tuya, y nada puedes esperar del que fue tu entorno porque tampoco existe ya, se ha desmenuzado.

Tenemos la sensanción de que La hija de la española, la literatura y la ficción, nos transmiten ese día a día de destrucción en Venezuela (y en escenarios históricos semejantes) con mayor precisión que las crónicas más crudas y los telediarios en directo; a veces lo real es tan complejo y apabullante que la información no basta. Y aún así, justamente por eso, esta historia nos ha hecho pensar, otra vez, que nunca podremos imaginar, en su calibre, padecimientos así quienes no los experimentamos: es muy difícil asimilar esos niveles de sufrimiento público en la higiénica (y culpable) distancia. El relato de Sainz Borgo ha sido nuestra mayor proximidad.

Y eso es mucho, pero no es todo: más allá de su raigambre venezolana, debemos alzar la vista y encontrar en él la historia de dolor y supervivencia de quien deja su país simplemente para vivir, enfrentando pasados y faltas y creándose a sí mismo de nuevo. Son héroes modernos que afrontan quizá el equivalente contemporáneo a los doce trabajos de Hércules que Karina cita en la novela.

Comentarios