Allá por 2002 Israel Horovitz estrenó en Nueva York, en el Promenade Theater (lo de promenade tiene algo de anticipatorio), My Old Lady, la obra teatral que ahora ha trasladado a la gran pantalla en el que es su primer filme como director.
El que fuera guionista de la premiada Fresas y sangre ha contado con tres actores con los que no se puede hacer película decepcionante (la brillante Maggie Smith, Kevin Kline y Kristin Scott Thomas, aquí con varios registros) para introducirnos en una historia que en un principio puede parecernos una comedia feliz sobre redención y segundas oportunidades con París como telón de fondo y que finalmente adquiere mucha más complejidad gracias a la introducción de un drama inesperado.
En realidad, casi nada en Mi casa en París termina siendo lo que parece, salvo la ciudad y su encanto: la adorable anciana profesora de idiomas fue infiel y una madre regular; el crápula bebedor aficionado a los divorcios esconde una sensibilidad insospechada fruto de una dura infancia y la hija aparentemente sin mácula de la primera –siguiendo inconscientemente el camino de su madre- mantiene una relación con un hombre casado.
A todos los une, en un principio, un palacete en París. El desdichado Mathias Gold (Kevin Kline) lo ha heredado de su padre, pero será un dulce con trampa, porque pertenece a Mathilde (Maggie Smith, la vendedora) hasta que ésta muera, y ni ella, ni su hija Kloe (Kristin Scott Thomas), le pondrán a Mathias las cosas fáciles a la hora de venderlo.
Las relaciones entre ellos son, en un principio, tan tensas como divertidas, hasta que asoma un pasado trágico que los enlaza a todos y que pone de manifiesto el dolor que deja a su paso una traición amorosa. Finalmente el amor, que fue el motivo de su trauma común, acaba por redimirlos, y éste es el punto en el que la película tiene más bazas de caer en lo tópico, pero escapa de lo previsible con elegancia gracias a la profundidad de los personajes, que por edad y experiencia ya dejaron atrás cursilerías.
En realidad, podemos entender la ciudad de París como otro personaje más en la película: nada sería igual en otro entorno, y lo demuestra la figura de ese agente inmobiliario que vive en un barco en el Sena o la de la cantante de ópera que demuestra su arte frente al río. El volver a empezar de Mathias y Kloe hubiera sido, seguro, mucho más difícil sin la torre Eiffel al fondo.
Mi casa en París tiene profundidad, encanto y tres actores que nunca defraudan. Se estrena el 7 de agosto.