Ma ma, Penélope contra los peros

19/09/2015

Ma ma. Julio MedemVacas, Tierra o Los amantes del Círculo Polar nos hicieron asociar a Julio Medem a una poesía particular, personal hasta rozar lo extravagante. Por lo peculiares, podían no gustar a todos los públicos, por eso teníamos curiosidad por ver cómo enfocaba el director el asunto del cáncer en Ma ma, la película con la que ha regresado a los cines acompañado, también en la producción y no solo como actriz, por Penélope Cruz.

Ella interpreta a Madga, una profesora abandonada por su marido que acaba de quedarse en paro y que además descubre que padece cáncer de mama. Hasta aquí la trama se presenta creíble; las desgracias nunca vienen solas. En uno de los partidos de fútbol a los que acompaña a su hijo, conoce a Arturo, un ojeador –interpretado por Luis Tosar- al que también le persigue la desgracia: pierde en un accidente a su mujer y a su hija. Y aquí empiezan las casualidades extrañas y el tono más de fábula que de historia susceptible de ser creída.

Magda inicia una relación con Arturo que comienza como la unión esperable de dos náufragos  que necesitan un hombro en su peor momento, pero que, al consolidarse como historia de amor madura y apenas necesitada de roce, es uno de los mejores puntos de la película. En uno de esos escasos roces, y coincidiendo con una recaída de Magda, ella se queda embarazada y lucha contra su corta esperanza de vida desde la ilusión de poder ver la cara de su hija.

Resulta evidente que Medem ha querido conectar con un público amplio, y lo ha buscado por la vía más rápida (y también más fácil): la de la emoción mostrada casi en bruto. Es cierto que en Ma ma no hay apenas llantos ni voces más altas que otras, pero la sensación final es la de exceso melodramático: los sentimientos esperables en estas situaciones se explotan largo y tendido y los que podrían ofrecer puntos de vista nuevos sobre la enfermedad o se dejan entrever débilmente o no aparecen. El médico cantor y su actuación playera restan muchos puntos, la actitud mostrada por el hijo de ella no parece acorde con su edad y el desarrollo del embarazo resulta artificioso, teniendo en cuenta el momento crítico en que se produce.

El personaje de Magda, cuyos momentos de debilidad son breves y apenas se analizan, parece protagonizar, casi como heroína, un cuento de exaltación de la alegría de vivir, que podría resultar muy válido si se planteara, quizá, de forma más contenida, más adulta. Los sentimientos, por definición, no son esquemas, y sus emociones no transmiten complejidad, matices, por eso no llegan a conmover íntimamente al espectador (lo que no quiere decir que no escape alguna lágrima, inevitable pero superficial).

Salvan el conjunto la actuación de Penélope Cruz, que domina los giros expresivos de su mirada; su historia con Arturo-Tosar y esos momentos bellos en que ella se comunica, también sobre todo a través de sus ojos, con esa enfermera llena de luz que interpreta Silvia Abascal.

 

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