En 2020 se cumplieron dos décadas de la muerte de José Ángel Valente, poeta gallego vinculado a la poesía de posguerra y a la llamada generación de los cincuenta aunque mantuviera siempre un estilo independiente y personal, voluntariamente alejado de corrientes intelectuales definidas. Esa filiación se explica por su distancia respecto a la anterior poesía realista en la búsqueda de un lenguaje específicamente literario, aunque no se desligara de su voluntad de compromiso ético.
En su figura y su obra profundiza el filme documental Escribir lugar, obra del cineasta e investigador José Manuel Mouriño, un ensayo en imágenes que cuenta con la voz personal del escritor (también escribió prosa poética y narrativa) y que nos traslada a dos escenarios fundamentales en su trayectoria: Orense, donde nació en 1929 y vivió su infancia en la Guerra Civil y la posguerra, y el desierto de Tabernas y Almería, donde escribió al final de su vida.
Sin el Cabo de Gata no se entiende Nadie, obra de 1996 (El cabo entra en las aguas como el perfil de un muerto o de un durmiente con la cabellera anegada en el mar. El color no es color, es tan sólo la luz. Y la luz sucedía a la luz en las láminas de tenue transparencia. El cabo baja hacia las aguas, dibujado perfil por la mano de un dios que aquí encontrara acabamiento, la perfección del sacrificio, delgadez de la línea que engendra un horizonte o el deseo sin fin de lo lejano. El dios y el mar. Y más allá, los dioses y los mares. Siempre), pero el desierto estaba ya presente en el primer verso del primer poema de su primer libro: A modo de esperanza (1954).
Lo planteaba, ese desierto, como punto de partida en su escritura, pero también como horizonte biográfico y literario, por eso no es casual que se refugiara en Almería en sus últimos quince años, tras residir en media Europa (Madrid, Oxford, Ginebra o París); uno de los asuntos centrales de su producción fue el regreso a las raíces y ese es el sentido de los versos en los que se refiere al (re)encuentro con una luz y un desierto místicos. Decidió, sin embargo, Valente hacerse enterrar en Orense y era posible preverlo igualmente en sus poemas, donde daba vida a sus memorias primeras y también revivía sus orígenes atlánticos: buscaba raíces con igual impulso instintivo que al fusionarse con el páramo y conjugó Atlántico y Mediterráneo, la sombra y la luz, aves y peces, silencio y canto, lo húmedo y lo seco. También habló de la memoria personal y la de la materia: Convertir la palabra en la materia/ donde lo que quisiéramos decir no pueda/ penetrar más allá/ de lo que la materia nos diría/ si a ella, como un vientre /delicado aplicásemos/ desnudo, blanco vientre/ delicado el oído para oír/ el mar, el indistinto/ rumor del mar, que más allá de ti /el no nombrado amor, te engendra siempre.
A partir del próximo 26 de marzo, y en su Sala Minerva, el Círculo de Bellas Artes nos presenta un proyecto expositivo en cuya preparación se han empleado los materiales de trabajo del ensayo documental también titulado José Ángel Valente. Escribir lugar y la voz del autor: veremos una instalación audiovisual cuyas imágenes nos llevarán de Galicia a Andalucía y también diversos materiales de archivo que nos acercarán a los intereses de Valente y a su memoria personal; además escucharemos aquellas grabaciones sonoras del autor, varias de ellas inéditas y correspondientes al recitado de sus poemas o ensayos en el propio Círculo madrileño o en la Residencia de Estudiantes.
En cualquier caso, estas grabaciones, como el conjunto de los testimonios reunidos, darán fe de sus reflexiones sobre la poesía y su lenguaje, sobre su propia relación con otras artes, la importancia que cobraron en su trabajo los recuerdos de infancia, las características de su hogar en Almería o el modo en que el desierto comulgaba con sus reflexiones.
La exhibición, comisariada por el propio Mouriño, puede visitarse hasta mayo.
