Cuando, a primeros de agosto, escuchamos en las noticias que a una señora de un pueblo de Cuenca (diremos el nombre, Quintanar del Rey) le habían tocado 68 millones de euros en una Primitiva, nos pusimos a pensar qué haríamos en su lugar. Qué no haríamos, más bien. Sin límites de presupuesto, y tampoco de espacio, estos son los muebles de diseño que llevaríamos a casa:
Por ser aptas a distintos ambientes, más clásicos o más contemporáneos, y porque nos gusta el aire de sencillez que ofrece la madera –haya, nogal o roble- y la cuerda natural del asiento, seguramente optaríamos por las Wishbone como sillas de comedor. Las creó a finales de los años cuarenta el danés Hans J. Wegner, que antes de diseñador y arquitecto fue ebanista, y al parecer se inspiró en su realización en las sillas de la dinastía Ming (atentos a la exposición sobre su arte abierta hasta octubre en CaixaForum Barcelona) sobre las que se sentaban acaudalados daneses para ser retratados. Seguramente conocéis muchas imitaciones en diversas firmas; las originales se distinguen por su número de serie con el sello de Carl Hansen & Søn, que las elabora artesanalmente desde los cincuenta.
Como sofá y buen aliado decorativo de las Wishbone, elegiríamos un Chéster atemporal y acogedor, en su versión clásica, marrón y con su tapizado capitoné. Y sin cojines, porque habla por sí solo. Su nombre procede del Conde de Chesterfield Philiip Dorner Stanhope, que según parece encargó a un ebanista un sillón duro y robusto en el que su personal de servicio pudiera sentarse con la espalda recta.
Frente a él, optamos como aparador por un Casier Standard apto para guardar un buen número de películas en DVD o libros en sus estantes y cajones (es un mueble modular, así que podemos decidir su tamaño). Tras este diseño están Le Corbusier, su primo y colaborador Pierre Jeanneret y Charlotte Perriand, que lo adaptó a mediados de los ochenta. El original se presentó en el Pabellón de l’Esprit Nouveau en 1925 y actualmente los encontramos en Cassina.
Pensando en una butaca cómoda para un rincón de lectura en el que pasar varias horas sin movernos, nos decantaríamos por la Tudor de la firma Kare. Está disponible en piel de color rojo, pero (aunque de sarpullido pensarlo con estas temperaturas) nos quedaríamos con la de terciopelo azul. Acompañada de un reposapiés, puede ser también el lugar de nuestras siestas gracias a sus orejas y reposabrazos generosos.
La Tudor bien podríamos situarla junto a un par, o dos pares, de librerías Nuvola Rossa, porque hemos quedado en que no tenemos problemas de dinero ni de espacio y no nos gusta colocar los libros unos encima de otros. Después de ellas hemos visto muchas opciones de estanterías que evocan escaleras, pero estas quizá fueran las primeras: el diseño es de Vico Magistretti, de 1977, y nos gusta por su dinamismo y ligereza, al tener la trasera de las baldas abierta. Además es muy práctica porque cuatro de sus baldas centrales son extraíbles. También las fabrica Cassina.
Tenemos querencia también por la lámpara Arco, que seguramente habéis visto en muchas revistas de decoración (últimamente menos). La idea de crear esta lámpara que puede proporcionarnos luz directa siendo colgante y, a la vez, sin estar suspendida del techo, fue del italiano Achille Castiglione, que optó por el mármol de Carrara como material de su base y cuentan que se inspiró en las farolas de las calles tal como eran en los años cincuenta. Puede ser la reina de vuestro salón, como esa invitada o invitado elegante que va de negro y no dice nada, pero solo con estar marca la diferencia.
Siguiendo con las líneas sencillas y volviendo a hablar de Charlotte Perriand, nos gusta esta cama en madera que diseñó hacia 1956-1969 y en el dormitorio la haríamos acompañar de la cómoda ultrafuncional de Eileen Gray Cabinet (1926).
Entramos en el baño. No sabemos si a vosotros os ocurre, pero por muy funcionales que sean las duchas con baldosas o azulejos que nos hagan pensar en un spa, hemos soñado más de una vez con una bañera exenta de cuyo grifo, además de agua, saliera un buen hilo musical. Comenzaron a realizarse en el s XIX, después pasaron de moda y ahora han vuelto a los baños, e incluso a los dormitorios, de quien tiene espacio para permitírselas. Aunque existen modelos muy actuales, preferimos las de estilo retro, de porcelana esmaltada y con patas torneadas, quizá no con patas de animales, pero sí con formas vegetales o volutas. Un suelo hidráulico bien elegido o papel pintado atractivo serían, a lo mejor, su compañero perfecto. En www.banerasconpatas.com hemos encontrado algunas opciones.
Apto para el baño, pero también para cualquier estancia de la casa, es el espejo circular Adnet, del que también últimamente proliferan las copias en las tiendas de decoración asequibles. El original lo ideó el diseñador francés apellidado así para la casa Hermés, y en lugar de la cuerda de la que cuelgan hoy sus herederos estaba suspendido con resistente cuero. La réplica más fiel (también en piel y con el nombre de su autor) la realiza la firma Gubi.
Y vosotros, soñando despiertos, ¿a qué muebles darías la bienvenida si el dinero y el espacio no fueran una limitación?
2 respuestas a “Los diez muebles icónicos que tendríamos en casa si tuviéramos otra cuenta corriente”
Mayte
Estos muebles son verdaderas obras de arte. Me encanta sobre todo la butaca Tudor, es el típico elemento que da personalidad a cualquier rincón de la casa.
Víctor Espriu
Muebles con nombre propio. Son dignos de estar en un museo. Forman parte de la historia del mueble.