La fiesta de despedida, adioses sin drama

20/04/2015

La fiesta de despedida
La fiesta de despedida

Tiene muchos méritos esta película israelí: consigue hablar de muerte sin caer en dramas ni renunciar al sentido del humor (difícil y muy inteligente en este caso) y sin llegar a banalizar, pero sobre todo se dedica a lo que rodea a ese final: vida, amor, amistad, aceptación y respeto por uno mismo y por la voluntad del otro, defensa de los seres queridos y de su dignidad…

Dirigida por Tal Granit y Sharon Maymon, La fiesta de despedida transcurre en una divertida residencia de ancianos, amigos que tratan de hacerse, unos a otros, la vida más fácil, al principio, y después la muerte menos dolorosa. La maniobra comienza ocurriendo en una misma familia para extenderse después y aplicarse finalmente a una esposa de la familia inicial: un anciano talentoso, de mente joven, se las ingenia para crear una máquina con la que el paciente pueda decidir el momento de su fallecimiento pulsando un botón de manera voluntaria y eliminando así a otros las consecuencias legales del acto.

Como Miel, esta película aborda el asunto de la eutanasia, pero desde un punto de vista muy distinto y de forma tangencial, porque se advierte el sufrimiento y las consecuencias terribles de la enfermedad pero se tratan desde una ligereza elegante (ayuda el hecho de que los afectados sean personas de edad), subrayando el posible consuelo que puede suponer una muerte plácida, hasta cierto punto convocada, convertida en aliada, frente a otra enfrentada con temor o desgarro.

También puede recordarnos a Amor de Haneke, por la edad de los protagonistas y por ocurrir una acción semejante en una pareja, pero, ya decimos, este filme elimina buena parte de las angustias de aquel en favor de una resignación ante el fin de la vida casi alegre, y en ese sentido también espiritual, aunque la película no discurra por ese camino.

Aunque soláis huir de películas que traten temas poco luminosos como el de la muerte, el dolor o la misma eutanasia, es difícil que La fiesta de despedida os desagrade: no esquiva lo doloroso pero tampoco se recrea en ello y deja un muy buen sabor de boca. Resulta entrañable, casi humanista, y el manejo de los tiempos se cuidó hasta la maestría. Se trata, no obstante, de una tragicomedia, o de una comedia en todo caso blanca, no entendemos muy bien la consideración de comedia negra dada en algunos medios.

A los cines llega con el aval de La Espiga de Oro obtenida en la Seminci de Valladolid y plantea, en última instancia, por qué nos resistimos tanto (quizá sobre todo en las sociedades occidentales) a prepararnos, y preparar también a nuestro entorno, para una realidad tan ineludible como la muerte.

 

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