Miel o veneno

11/04/2014

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Muchos quizá recordéis a Valeria Golino como actriz en Frida o Rain Man (era novia de Tom Cruise); ahora la italiana nos sorprende en la cartelera con su obra debut como directora, Miel, un drama riquísimo que plantea un tema tan agrio y manido como el de la eutanasia desde una perspectiva fresca en cuanto que evita sentimentalismos y juicios. Hasta tal punto los evita que a pie de calle cosecha comentarios positivos por parte de quienes se confiesan partidarios de la muerte asistida y en Cannes recibió el Premio del Jurado Ecuménico. Sea cual sea nuestra postura sobre la vida, la muerte y su transición, la película está llena de interés y aborda un asunto tan peliagudo con un pudor muy elogiable: cualquier exceso de melodrama o de ideología en Miel hubiera supuesto un error casi obsceno y hay que reconocer que no se producen.

La película narra la historia de Irene, una joven aparentemente normal que al trabajar se transforma en Miel, “ángel de la muerte” que facilita, desde la convicción de ayudar, el paso al otro mundo a enfermos terminales que no desean morir pero no soportan seguir viviendo. Su personaje lo interpreta Jasmine Trinca, sobre cuyo rostro a la vez duro y dulce, y su mirada clara, recae buena parte del peso del filme. Desarrolla ese empleo con pulcra eficacia hasta toparse con Carlo Grimaldi (Carlo Cecchi), paciente con salud de hierro que busca la muerte por “enfermedad invisible”. Es entonces cuando Miel se plantea los límites de su actividad, si es menos duro el suicidio por el hecho de que sus causas sean meramente físicas, si existen razones válidas para quitarse la vida y otras que no lo son o si el acabar con ésta requiere valentía o cobardía. Las respuestas, como en el buen cine, quedan en el aire, pero el planteamiento de esas dudas tan complejas es estremecedoramente sencillo y carente de provocaciones.

Puede ser especialmente interesante prestar atención a las reacciones de los familiares de los enfermos (desde la comprensión tristísima al rechazo sereno, plasmadas siempre con un elegante respeto) y a las conversaciones entre Miel y Grimaldi tras asistir la primera la muerte de Filippo, un joven de Treviso. Incumplió sus normas al abandonar su casa antes de que muriera y no pudo aguantar los siete minutos de Black, la canción que iba a acompañar el trago.

Al ir a ver Miel, olvidad Million Dollar Baby o Mar Adentro, su planteamiento es completamente distinto; no hay lecciones, sensiblería ni activismo. La sensación del espectador es que Miel habla mucho más de la psicología de los vivos que de la muerte.

 

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