Al borde de cumplir los 90, François Morellet continúa trabajando y regresa a Berlín tras décadas sin exponer en la capital alemana: hasta el 1 de agosto presenta en Blain/Southern una selección de obras pasadas y dos nuevas y monumentales instalaciones site specific de más de 9 metros de altura y 39 de longitud.
Autodidacta, Morellet ha empleado siempre la pintura como su principal medio de expresión sin cerrarse a las posibilidades del grabado y la escultura. En sus comienzos, a finales de la década de los cuarenta, trabajó en la figuración para abrazar pronto la abstracción geométrica y más tarde el minimalismo, bajo la influencia de Max Bill.
Interesado por lograr un lenguaje artístico universal a partir de la organización del espacio fuera del marco de las obras y de la utilización de distintos materiales con fines expresivos, formó parte en los años sesenta del grupo GRAV, que se centró en la investigación de los principios del arte cinético y de las posibilidades de una concepción global del espacio. A él también se unieron Julio Le Parc, Francisco Sobrino o Jean-Pierre Vasarely, pioneros como él en el uso de neones y de piezas lumínicas como material artístico.
Sin rechazar, en algún que otro proyecto, lo aleatorio, Morellet ha basado sus trabajos en el rigor geométrico: sus piezas obedecen normalmente a un estricto orden matemático a la hora de llenar espacios de forma continua y lineal, espacios que trascienden los marcados por los lienzos.
Esta vez, y haciendo un ejercicio de virtuosismo, el artista de Cholet ha logrado combinar esas rígidas estructuras con el humor, tratando de introducir en los trabajos que componen “DASH DASH DASH” estímulos estéticos, una riqueza conceptual que aporte atractivo a las formas geométricas. Las dos instalaciones recientes que son el eje de esta exposición, ambas realizadas este año, Bandes décimées y 3D concertant, dan fe de que Morellet ha mantenido invariable a lo largo de su carrera su interés por las redes y los aviones.
Elaboradas con vinilo, se sitúan una frente a otra en el espacio blanco de la planta baja de Blain/Southern. Una de ellas consta de secuencias de líneas verticales y diagonales superpuestas y en la otra esas secuencias se repiten pero en negativo, originando formas similares a las del origami, o las de naves de papel. El artista juega con nuestras expectativas visuales al inclinar planos y líneas, romper simetrías y alterar la geometría que tan escrupulosamente ha respetado en tantos otros proyectos.
El resultado, común eso sí al de buena parte de la producción, es hermoso, desafiante y muy atractivo para el espectador, invitado a participar en un banquete intelectual y estético del que es protagonista.
En el muro exterior de esta sala principal de la exposición podemos ver una de las piezas en neón más emblemáticas de Morellet pese a fecharse en 2014: Weeping Neonly. Se trata de una instalación formada por 42 neones blancos cuya disposición se relaciona con el número pi; los tubos están conectados entre sí a través de cables eléctricos y unidos a transformadores de potencia, y como es seña de identidad en la obra del francés, cables, transformadores, y material expositivo en general, no se oculta a la vista del espectador.
El espacio superior de Blain/Southern se ha dividido en dos partes: en la primera encontramos una serie de pinturas monócromas cuya presentación repite la de la instalación 3D concertant y en la segunda se nos muestran algunas neon paintings confrontadas con lienzos de formato cuadrado. Forman parte de sus Strip-teasing, en las que Morellet viene trabajando desde hace una década con el fin de investigar las apariencias tan distintas que pueden cobrar las líneas en función del medio en que se realicen: lápices, neones, de que sean fruto de las demarcaciones creadas por superficies coloreadas…Su disposición enlaza a su vez con las líneas y las rayas de las pinturas monocromáticas de la sala anterior, de modo que la muestra al completo surge de la interrelación de sus partes.
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