Arte cinético

Expresión adoptada hacia 1954 para designar las creaciones artísticas fundadas en la introducción del movimiento como elemento plástico dominante en la obra.

Desde 1912 numerosos artistas experimentan con producciones cinéticas, como Larionov y Archipenko, para pasar en los años 20 a las construcciones de Gabo y Moholy-Nagy, sin olvidar las Placas de vidrio rotativas de Duchamp. Estos son los antecedentes de una serie de creaciones que manifiestan la influencia del ambiente tecnológico de los 50, siendo muchas de ellas expuestas en la Galería Denise René de París en 1955 bajo el ilustrativo título de “Le Mouvement”.En ella participaron artistas jóvenes que habían realizado experimentos creativos que sobrepasaban las fronteras de la pintura y la escultura tradicional por primera vez desde el fin de la II Guerra Mundial.

Procedían de Israel, Suiza, Bélgica y Sudamérica y el factor común de sus obras era la apuesta por el movimiento en contraste con la idea de la inmutabilidad de la belleza. Buscaban incurrir de ese modo en la cuarta dimensión del tiempo, anticipada por los constructivistas en los veinte.

Diez años más tarde la exposición “The Responsive Eye”, en el Museum of Modern Art de Nueva York (MoMA), supone la consagración oficial del arte cinético, influido también por los experimentos de la Bauhaus con el color y la luz y los móviles de Alexander Calder. Como indica Frank Popper, el movimiento puede ser real o virtual. En el movimiento virtual los efectos ópticos crean la ilusión de movimiento recurriendo a la psicología de la percepción; en ello trabajan artistas como Víctor Vasarely, Bridget Riley, Jesús Rafael Soto y Carlos Cruz-Diez, entre otros muchos. El movimiento real se produce por medios naturales, como el viento en los móviles de Calder, o por medios mecánicos, utilizando motores, como en ciertas obras de Tinguely.

El norteamericano George Rickey, que había construido móviles de vidrio desde 1949, exploraba también entonces, sistemáticamente, el movimiento como medio creativo. En su opinión, el cinetismo, Calder incluido, bebe de los motivos abstractos de Magnelli, Arp y Miró. Abogaba por una escultura cinética pura basada en principios precisos de ingeniería: oscilación, suspensión, rotación, vibración, movimiento pendular, elevación…En 1964 escribió que “el catálogo de procesos naturales que hasta la fecha se ha pasado por alto en pintura y escultura es infinito”. Su combinación de agujas punzantes que se balancean sobre superficies rectangulares fue esencial para el movimiento, marcando cómo, con construcciones abiertamente técnicas, la escultura podía seguir las reglas de la naturaleza.

En España el arte cinético está representado a través del Equipo 57 y de artistas notables como Eusebio Sempere, y en América Latina tuvo un gran eco, sobre todo gracias a artistas que vivieron en Europa, tal es el caso de Julio de Parc y Gyula Kosice de Argentina, Matilde Pérez de Chile y los ya mencionados Soto y Cruz-Diez en Venezuela.