Francisco Pradilla, casi arqueólogo

El Prado se une a la conmemoración del centenario de su muerte

Madrid,

El Museo del Prado viene dedicando su sala 60 a mostrar proyectos basados en la investigación, catalogación o restauración de sus colecciones y el décimo capítulo de estas exposiciones en pequeño formato se ha presentado hoy: está dedicada a Francisco Pradilla, figura clave de nuestra pintura de historia en el siglo XIX de cuya muerte se cumplieron cien años el pasado noviembre, por eso el Ayuntamiento de Zaragoza le dedicó una antológica en la Lonja de esa ciudad, que pudo verse hasta enero (el artista había nacido, en 1848, en Villanueva de Gállego) y se le brindará otra más adelante en Madrid, a cargo del Ayuntamiento.

Este proyecto forma parte del programa de presentación de los fondos decimonónicos de la pinacoteca, que son los más numerosos al corresponder prácticamente a la mitad del acervo del Prado, por lo que no pueden exponerse en su mayor parte y muchos han sido cedidos a otras instituciones. Se centra en dos etapas fundamentales en la trayectoria de ese autor: la inicial, cuando su éxito se consolidó de la mano del célebre retrato de Juana La Loca que elaboró en 1877, y la última, la correspondiente a los comienzos del siglo pasado, cuando el género de la pintura de historia entró en declive.

Consta la presentación de ocho trabajos, muchos procedentes de adquisiciones y donaciones y algunos restaurados para la ocasión; el más temprano, fechado en 1871, es El cadáver de Beatriz de Cenci expuesto en el puente de Sant Angelo, copia de una obra de Lorenzo Vallés que quedó casi destruida a causa de un incendio. Supuso la entrada de Pradilla en ese género de la pintura de historia, que cultivaría con verosimilitud, buscando llevar al lienzo fragmentos del pasado y también captar lo esencial. Se exhibe ahora por vez primera.

Francisco Pradilla. El cadáver de Beatriz de Cenci expuesto en el puente de Sant Angel, 1871. Museo Nacional del Prado
Francisco Pradilla. El cadáver de Beatriz de Cenci expuesto en el puente de Sant Angel, 1871. Museo Nacional del Prado

Junto a él contemplaremos el pequeño óleo Doña Juana La Loca en los adarves del Castillo de la Mota (1876), previo a sus imágenes más celebres de esta reina. El mismo asunto lo abordó Eduardo Rosales desde un enfoque distinto y el aragonés se fijaría en él; en este caso nos encontramos ante el primer planteamiento argumental compositivo de su obra maestra, en el que se preocupó por mostrarnos a Juana de Castilla recluida ante su deseo frustrado por trasladarse a Flandes para reunirse con Felipe el Hermoso. Vestida con ropa ligera en invierno, se acerca a esos adarves sin hacer caso a los consejos de sus sirvientes en una escena que destaca por su carácter dramático y su dinamismo, frente a la estabilidad propia de las pinturas de épocas pasadas.

Francisco Pradilla. Doña Juana la Loca en los adarves del Castillo de La Mota, 1876. Museo Nacional del Prado
Francisco Pradilla. Doña Juana la Loca en los adarves del Castillo de La Mota, 1876. Museo Nacional del Prado

Y en gran lienzo nos mostró nuevamente a la monarca en 1906, recluida ahora en Tordesillas junto a su hija, la infanta Catalina. Se trata de un cuadro de gabinete, correspondiente a la época madura de Pradilla, en el que la reina aparece en un sobrio interior, sentada junto a un ventanal desde el que se aprecia la llanura castellana, ensimismada y ajena a las demandas de la infanta, cuyos juguetes se despliegan en el suelo. Contemplan a Juana desde la chimenea una dama de corte y una criada; a la derecha de la estancia se sitúa una capilla y, tras una puerta en el muro del fondo, se atisba el féretro de su marido.

Escena romántica y melodramática, destaca también por la profusión de detalles anecdóticos, cercana al preciosismo (era buen conocedor Pradilla del mobiliario, los ropajes, los objetos de aquel momento) y por la conjunción de distintos ámbitos espaciales en una composición unitaria. De esta imagen realizaría dos copias, una de ellas para el magnate vasco Luis de Ocharan.

Francisco Pradilla. La reina doña Juana la Loca, recluida en Tordesillas con su hija, la infanta doña Catalina Pradilla y Ortiz,, 1906. Museo Nacional del Prado
Francisco Pradilla. La reina doña Juana la Loca, recluida en Tordesillas con su hija, la infanta doña Catalina Pradilla y Ortiz, 1906. Museo Nacional del Prado

Su retrato más conocido de Doña Juana y el boceto del mismo, datados en 1877, se encuentran expuestos en la sala 75, pero sí podemos ver en este espacio un aguafuerte de 1881, obra de Bartolomé Maura y Montaner, que replica aquella pintura, muy popular y difundida por su buena acogida en la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1878 y por convertirse en emblema de aquella tendencia romántica a atender a “figuras de conciencia desdichada”, ha explicado hoy Javier Barón, en consonancia con la noción predominante de la nación española en 1860-1870, a punto de diluirse del todo nuestro Imperio.

Ecos históricos nos ofrece igualmente su Caballo árabe del conde Bobrinski (1880), un estudio para la cabalgadura del rey Boabdil en La rendición de Granada, lienzo en el que trabajaría en 1882 para el Palacio del Senado y que dedicó a Guillermo Koehler, dueño de la papelería alemana de ese nombre en Madrid.

Francisco Pradilla. Caballo árabe del conde Bobrinski, 1880. Museo Nacional del Prado
Francisco Pradilla. Caballo árabe del conde Bobrinski, 1880. Museo Nacional del Prado

De 1883 data su retrato del dux de Venecia Marino Faliero, quien lo fue entre 1354 y 1355, cuando resultó condenado a muerte acusado de traición (sería decapitado y su cuerpo públicamente mutilado como escarmiento, convirtiéndose en el único dux condenado por su propio gobierno). Su figura interesó a otras pintores de historia, inspiró una ópera de Donizetti y Pradilla eligió presentárnoslo en acuarela, técnica que lo conecta con Mariano Fortuny, uno de sus artistas de referencia, con quien coincidió en Roma cuando él era pensionado en la Academia española.

La imagen central de la sala es Cortejo del bautizo del príncipe Don Juan, hijo de los Reyes Católicos, por las calles de Sevilla (1910), nuevo encargo de Luis de Ocharan para el que, pese a esa etapa de decaimiento del género histórico de la pintura, continuó desplegando lo mejor de su estilo en ese campo y su suntuosidad ornamental. Su procesión se inspira en una narración del tomo I de la Historia de los Reyes Católicos D. Fernando y D.a Isabel. Crónica inédita del siglo XV, escrita por el bachiller Andrés Bernaldez, cura que fué de los palacios, en edición de 1856.

Y la pieza más tardía del conjunto se fecha en 1917: se trata de un autorretrato del pintor, ya envejecido pero de mirada aún temperamental. Cabe recordar que Pradilla fue director del Prado entre 1896 y 1898, tiempo en que los artistas de prestigio quedaban al frente del Museo.

Francisco Pradilla. Cortejo del bautizo del príncipe don Juan, hijo de los Reyes Católicos, por las calles de Sevilla, 1910. Museo Nacional del Prado
Francisco Pradilla. Cortejo del bautizo del príncipe don Juan, hijo de los Reyes Católicos, por las calles de Sevilla, 1910. Museo Nacional del Prado

 

 

“Francisco Pradilla (1848-1921), esplendor y ocaso de la pintura de historia en España”

MUSEO NACIONAL DEL PRADO

Paseo del Prado, s/n

Madrid

Del 21 de marzo al 23 de octubre de 2022

 

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