Fernando Botero para el imaginario colectivo

El Palau Martorell le brinda una retrospectiva casi dos años después de su muerte

Barcelona,

Desde que comenzara a pintar a sus quince años y hasta su fallecimiento en 2023, Fernando Botero desarrolló una obra extraordinariamente prolífica y también variada en sus técnicas (se le deben 3.000 óleos, cerca de dos centenares de esculturas y unos 12.000 dibujos a lápiz, carboncillo, pastel y sanguina), pero el estilo que le dio celebridad, caracterizado por su atención a los volúmenes, empezó a gestarlo en 1956, mientras residía en México y tras dibujar en su taller la forma de una mandolina. La cavidad sonora de este instrumento la ejecutó muy pequeña, subrayando el contraste entre los contornos generosos que dio al objeto y su centro minúsculo; así, la pieza resultaba tan monumental como deforme.

Aquella mandolina, como decíamos, fue el inicio de su lenguaje, basado en la monumentalidad de los cuerpos y el empleo de colores vibrantes; un estilo fácilmente identificable del que Botero nunca trató de huir: Sin un estilo propio un artista no existe. Todos los buenos pintores han conseguido crear un estilo propio coherente con sus ideas, inmediatamente reconocible (…). Si de algo estoy feliz es, primero, de haber vivido siempre de la pintura, incluso muy pobremente en mis primeras épocas en Nueva York, cuando vendía dibujos a diez dólares. Y, sobre todo, de haber encontrado un estilo propio. Una visión del mundo que no existía y que soy yo porque yo lo hago. El estilo es la capacidad creadora de hacer algo distinto que está dentro de uno y se plasma con gran emoción en el cuadro. Un ejemplo que ilustra esto es la forma más simple de la naturaleza: una naranja, que sin embargo es muy difícil de pintar. Lo magnífico es que cuando alguien vea una naranja en un cuadro, reconozca automáticamente que es una naranja de Van Gogh, de Picasso, de Cézanne o de Botero.

Fernando Botero: Un Maestro universal. Palau Martorell, Barcelona
Fernando Botero: Un Maestro universal. Palau Martorell, Barcelona

Algo más de cien de aquellos trabajos, entre esculturas, óleos, acuarelas, sanguinas, carboncillos y dibujo a lápiz, forman parte hasta el próximo julio de la antología que le dedica el Palau Martorell de Barcelona, la más extensa hasta ahora de este autor en España y llegada desde el Palazzo Bonaparte de Roma. Comisariada por su hija, Lina Botero, y por Cristina Carrillo de Albornoz, se estructura en una decena de secciones temáticas y cuenta con algunas obras inéditas para el público, o casi, entre ellas dos homenajes a maestros pasados: La Menina, según Velázquez (que guardó en su estudio de París) y Homenaje a Mantegna (durante cuarenta años en una colección privada y sin trasiego expositivo).

Ejemplifican ambas otro de los aspectos que este montaje quiere recalcar: el deseo de Botero de vincularse con las grandes figuras de la historia del arte, especialmente desde que con veinte años llegó a España y en el Museo del Prado comenzó a admirar al citado Velázquez, a Goya y Tiziano, además de a Picasso, a quien consideró su primer referente. La mayoría de las series que integran esta exhibición ponen de relieve la vocación feliz de la producción del colombiano, por él expresamente formulada (El arte debía producir placer), pero en Barcelona han recalado igualmente sus dos proyectos centrados en la denuncia que, por constituir una rareza en el conjunto de su carrera, tuvieron mayor repercusión mediática: los dedicados a la violencia en su país y a las torturas de Abu Ghraib.

Fernando Botero: Un Maestro universal. Palau Martorell, Barcelona
Fernando Botero: Un Maestro universal. Palau Martorell, Barcelona

Un primer apartado del recorrido revisa sus versiones de los maestros, primero, como avanzamos, en el Prado y después en Toscana, con los pintores renacentistas (Da Vinci, Piero della Francesca); a continuación quiso desplegar su mirada sobre Durero, Van Eyck, Rubens, Ingres y Manet. Aunque su lenguaje no descansa sobre los códigos de ninguno de ellos, reconoció Botero que la grandeza de cualquier artista tiene su germen en el conocimiento de la tradición. De esos creadores únicamente tomó temas como puntos de partida y nunca estilos: aquí encontraremos obras inspiradas, además de en Las Meninas, en Los Arnolfini de Van Eyck, La señorita Rivière de Ingres o La Fornarina de Rafael.

Fernando Botero: Un Maestro universal. Palau Martorell, Barcelona
Fernando Botero: Un Maestro universal. Palau Martorell, Barcelona

Su manejo de la escultura, eje de una segunda sección, tuvo que ver con su preocupación por dotar de tactilidad y apariencia de tridimensionalidad a sus volúmenes pictóricos, inquietud en la que a su vez resultarían fundamentales las lecciones que tomó en Florencia de Bernard Berenson. Sería a mediados de los setenta cuando comenzó a esculpir piezas de pequeño formato, siendo su propia mano su modelo primero. En cuanto a sus dibujos, a Barcelona han llegado tanto obras preparatorias como autónomas, y sabemos que su empleo habilidoso lo consideraba Botero esencial a la hora de alcanzar alguna trascendencia en el resto de disciplinas.

En sus naturalezas muertas descubriremos un uso equilibrado del color y reminiscencias a la tradición holandesa, pero también a sus orígenes -en forma de exuberancia cromática y volumétrica-; constituyen una de sus reivindicaciones más claras de que el estilo puede y quizá deba definir mejor a un artista que sus temas. No lejos quedan en la muestra sus pasteles, una técnica que no llegó a dominar pero en la que se desenvolvió de forma permanente.

Fernando Botero: Un Maestro universal. Palau Martorell, Barcelona
Fernando Botero: Un Maestro universal. Palau Martorell, Barcelona

De su producción religiosa, ligada en buena medida a su infancia, pueden contemplarse Nuestra Señora de Colombia o los retratos de obispos paseando por bosques de naturaleza rica. En este caso, su fuente de influencia fue el Quattrocento, pero abordó el asunto con cierta libertad (Obispo en el baño). Otro asunto con evidentes posibilidades plásticas que no le fue ajeno fue el del circo, en el que nada parece excesivo y todo posible: se embarcó en él desde 2006, tras visitar uno en la evocadora ciudad mexicana de Zihuatanejo, aunque también los frecuentó de joven en Medellín. Sus figuras no aparecen en acción, sino estáticas, desprendiendo nostalgia.

Tras el capítulo centrado en la violencia, en el que no faltan sus miradas al Guernica y el 2 de mayo, veremos sus acuarelas -otra técnica que siempre le acompañó, y en la que desplegó todos sus temas; en ella llevó a cabo su última serie en 2019- y piezas ligadas a sus raíces colombianas, que voluntariamente siempre tuvo presentes, enriqueciéndolas con colores y formas exagerados.

Fernando Botero: Un Maestro universal. Palau Martorell, Barcelona
Fernando Botero: Un Maestro universal. Palau Martorell, Barcelona

 

Fernando Botero: Un Maestro universal. Palau Martorell, Barcelona
Fernando Botero: Un Maestro universal. Palau Martorell, Barcelona

 

 

“Fernando Botero: Un Maestro universal”

PALAU MARTORELL

C/ Ancho,11

Barcelona

Del 14 de febrero al 20 de julio de 2025

 

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