Su estilo resulta fácilmente identificable (capas pictóricas finas, colores refinadamente logrados, audaces encuadres, perspectivas planas), sin embargo, fuera de su Suiza natal, donde es bien admirado, Félix Vallotton sigue siendo relativamente poco conocido entre el gran público. La Royal Academy of Arts de Londres le dedica este verano su primera exposición en el Reino Unido desde 1976: una muestra formada por un centenar de obras procedentes de colecciones públicas y privas europeas y estadounidenses (la mayoría han llegado del Museo de Arte e Historia de Ginebra) que, además de en la originalidad de su producción, incidirá en sus ecos en la Nueva Objetividad alemana, en las pinturas de la soledad alienada de Hopper, en el cine de Fritz Lang o Hitchcock y en el arte de las últimas décadas.
El recorrido de “Félix Vallotton: Painter of Disquiet”, que a partir de octubre podrá visitarse en el Metropolitan Museum de Nueva York, se estructura en secciones temáticas y cronológicas y la primera se dedica a su obra en la década de 1880, tras su establecimiento en París con solo dieciséis años. Formado en la Académie Julian, donde mostró un talento precoz, evitó Vallotton acercarse a movimientos emergentes como el impresionismo para dejarse influir por las tradiciones pictóricas holandesas y norteñas, como se evidencia en el realismo fresco de su primer autorretrato conocido, realizado en 1885, cuando acababa de alcanzar la veintena, o en la claridad de las líneas de La enferma, datada siete años después.
El segundo capítulo de la exposición reúne la obra del que sería un periodo esencial en la carrera posterior del artista: desde principios de los noventa estrecharía lazos con los nabis, colectivo de autores de vanguardia en cuyas filas trabajaban Vuillard o Bonnard. Como ellos, Vallotton fue un atento observador de la vida contemporánea y cotidiana en París, pero también de la cara menos luminosa de la ciudad: solo tenemos que fijarnos en sus caricaturas, a veces casi crueles, y en sus sátiras de la sociedad francesa de entonces. Justamente a través de los nabis, el suizo se introduciría en el círculo de escritores, artistas y críticos que publicaban en el periódico cultural La Revue blanche, del que después él sería ilustrador principal, alcanzando un protagonismo importante en el ambiente progresista parisino (y logrando ingresos estables para trabajar).
Se distinguió, además, como uno de los mejores grabadores de su tiempo. Audaces por su uso del negro y sencillas en su diseño, sus xilografías destacan por su seducción y su simplicidad, de ecos nipones. Por lo valiente de su técnica y por su mordacidad, merece la pena prestar atención a la serie Intimités (1897-1898), representativa de la tendencia de Vallotton al voyeurismo sin ornamentación y de su exploración de las sutiles luchas de poder y las hipocresías de la burguesía de París.
Esos asuntos se repiten en sus célebres escenas de interiores de fines del XIX, como La visita (1899), obra maestra de narrativa enigmática.
Afortunado en lo económico, el cierre de La Revue Blanche coincidió para Vallotton con su matrimonio con la adinerada viuda Gabrielle Rodrigues-Henriques, y esa renovada seguridad financiera le permitió seguir dedicándose de lleno a la pintura. Sus primeros interiores, casi claustrofóbicos y psicológicamente cargados, abren paso en esta etapa a habitaciones llenas de luz y perfectamente amuebladas, de un renovado realismo lejano a la impresión.
Desde 1904, el desnudo femenino se convirtió en uno de los asuntos más cultivados por Vallotton. Los que forman parte de la muestra ofrecen bordes duros, procedentes seguramente de la tradición del Norte y de Cranach; la frescura clásica y las superficies de nuevo lisas serían influencia de Ingres.
En la Royal Academy podemos contemplar también un retrato de su esposa, Gabrielle Valloton, fechado en 1905 y llegado de Burdeos, en el que el suizo rinde nuevamente homenaje al autor de la Odalisca a través de pulcrísimas superficies, meticulosos contornos y de la propia pose de la modelo, que porta vestido blanco y chal de paisley.
La irrupción de la I Guerra Mundial afectaría profundamente a Vallotton. Veremos la portada de This is War! (1916), su última serie de grabados en madera, con tinta roja salpicada expresivamente. El conjunto consta de seis imágenes en negros y blancos en fuerte contraste: capturó con maestría el terror padecido por el soldado común luchando en el frente. También alude (oblicuamente) Vallotton a la contienda en uno de sus mejores bodegones: Poivrons rouges (1915), en el que el rojo de los pimientos se refleja en un cuchillo que parece ensangrentado.
Justamente concluye esta exhibición con un estudio de sus paisajes y naturalezas muertas: muchos de los primeros se basan más en la memoria y la imaginación que en la observación y su calidad resulta perturbadora; es el caso de los bancos de arena del Loira que pintó dos años antes de morir.
“Félix Vallotton. Painter of Disquiet”
Burlington House, Piccadilly,
Londres, W1J 0BD
Del 30 de junio al 29 de septiembre de 2019
