El pasado sábado, 12 de septiembre, fallecía Willy Ronis, considerado decano de la fotografía francesa y autor de imágenes emblemáticas, en blanco y negro, del París posterior a la II Guerra Mundial. Tras firmar su primera instantánea con tan sólo 16 años de edad, Ronis se dedicó plenamente a la fotografía en exteriores, retratando primero a atletas en el ejercicio de deportes de invierno, y después la vida cotidiana de los barrios populares de la capital francesa.
Allí conocería a otros maestros de la fotografía como Robert Capa o Henri Cartier-Bresson, testigos como él de las huelgas y movimientos sociales que proliferaron en Francia en la década de los treinta. Al comienzo de la guerra, y dado su origen judío, decide trasladarse a la Francia de Vichy y aparcar el ejercicio de la fotografía hasta el fin de la contienda. En 1946 entró a formar parte, junto con Doisneau y Brassäi, de la agencia Raffo, para la que realizaría sus instantáneas más célebres: las que nos muestran los juegos de los niños parisinos y los instantes furtivos de parejas de enamorados.
Ya en los cincuenta, Willy Ronis se convertiría en el primer fotógrafo francés en trabajar para la prestigiosa revista LIFE, y participó, de la mano de Edward Steichen, en dos históricas exposiciones del MoMA neoyorquino: “Cinco fotógrafos franceses” y “Family Man”. Posteriormente, y pese a renegar de imágenes impactantes y de todo aquello que se alejase de lo cotidiano, centró su producción el desnudo y la fotografía de moda y publicitaria.
Tras donar el conjunto de su producción al Estado francés en 1983, aparcó la fotografía en 2001. Su trabajo, dedicado a exhibir la belleza de París y a engrandecer la belleza del instante, fue reconocido con el Gran Premio de las Artes y las Letras de Francia, la Legión de Honor de la República Francesa, el Premio Kodak o la medalla de oro de la Bienal de Venecia.
Fotografía: Willy Ronis
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