El rebobinador

Pissarro, la escarcha y la carnicera

Camille Pissarro nació en 1830 en las entonces Antillas danesas, aprendió técnicas artísticas en París y, en 1866, se trasladó con su familia a un enclave cercano a Pontoise, a unos treinta kilómetros de la capital francesa y a orillas del Oise. Ese ambiente rural le proporcionó motivos pictóricos frescos, en obras como Altura junto al Hermitage, Pontoise, y él y sus amigos pintaron numerosos lienzos en esa región. Era una época en la que trabajaba, además, mucho con Cézanne.

Más de una década después, en 1873, la familia Pissarro se había trasladado a la misma villa de Pontoise, a su Rue de l’Hermitage, y familiarizándose con sus alrededores elaboró obras como Escarcha, que se presentó en la primera exhibición de los impresionistas en 1874, muy atacada por los críticos de arte. Esos rechazos no le dejaron impasible: La crítica nos ha hecho añicos y nos echa en cara que no queremos aprender. Me vuelvo a mi trabajo; es mejor que leer cosas de las que no se aprende nada.

De hecho, Pissarro entendía su propia producción como un proceso de aprendizaje y entre sus temas predilectos se encuentran los caminos que se estrechan a lo largo de un paisaje. No podemos considerar sus trabajos como narrativos, porque no reproducen argumentos, sino estados, y sus vistas no pueden calificarse como espectaculares o epatantes: parece que los motivos se le aparecían casualmente. En esta Escarcha, por ejemplo, vemos una amplia senda inclinada, bordeada de campos, y a un agricultor con leña a las espaldas y un palo en la mano que sube por ella (quizá inspiraran al artista las representaciones de campesinos recogiendo leña de Millet).

Nuestro pintor dispone muy alta la línea del horizonte, de modo que la colina parece relativamente escarpada y los árboles, desnudos y solos, los almiares en el horizonte y el camino que desaparece generan un paisaje accidentado.

Una y otra vez volvería Pissarro sobre estos motivos, también en su obra gráfica (Lluvia). Lo que otorga especial interés a estas estampas son las líneas y diagonales que generan la estructura del cuadro, cruzado por sombras oscuras y largas; en realidad, esas líneas de sombra atraviesan la escena y, con los surcos, forman en el lado anterior derecho una composición reticular. Esta imagen se concibe, en el fondo, a partir de los experimentos geométricos que el artista incorporaba a sus obras en aquel periodo.

El experto en arte Théodore Duret encontró en Pissarro y en trabajos como este, según una carta que le escribió a él mismo, un profundo sentimiento por la naturaleza y una vigorosa pincelada.

Camille Pissarro. Escarcha, 1874. Musée d´ Orsay
Camille Pissarro. Escarcha, 1873. Musée d’Orsay

Tiempo después, desde 1881, pintaría este autor escenas de mercado como las que encontramos en Mercado de patatas en Pontoise (1882), Mercado de aves en Gisors (1889), Mercado de cereales en Pontoise (1893) o La carnicera (1883). Estas obras tienen en común el presentar un grupo amplio de personas en acción, gesticulando, comprando y vendiendo; también el haberse realizado tras varios bocetos previos. En este caso, él mismo declaró que Nini, su sobrina, fue su modelo para esta muchacha de la Place du Grand Martroy y que esperaba lograr en la imagen jugosidad, reconociendo que el reto, la dificultad, se encontraba en los fondos.

Esa mención a la jugosidad contiene cierto humor (quería expresar notas en común entre los alimentos y la vendedora) y quizá por eso recurra a la equiparación cromática entre tonos blancos y rojos en la mercancía y sus ropas.

Este asunto, el del dinamismo en un mercado, no era, de todos modos, nuevo en el artista: le ocupó al inicio de su trayectoria; no hay que olvidar que Pissarro procedía de la isla de St. Thomas, entonces perteneciente a las Antillas danesas y ahora a las Islas Vírgenes de los Estados Unidos. Sus antecesores se habían trasladado allí desde el sur de Francia y participaron de un avanzado tránsito comercial entre Europa, Estados Unidos y América del Sur; el mismo Camille trabajó, durante un tiempo, en el negocio de su padre, así que conocía los mercados por propia experiencia. Además, desde su juventud ya dibujaba mucho y justamente el comercio y las vendedoras que elogiaban su género se encontraban entre sus primeros motivos.

Por sus orígenes, por la religión judía de su familia y por esas experiencias iniciales, el pintor viviría en oposición al espíritu de los tiempos, al margen de convenciones en lo social y lo artístico. Por su capacidad, no menor ni común, de fortalecerse frente a la presión de los críticos y de vertebrar a un grupo de artistas para organizar exposiciones conjuntas, se convertiría en núcleo de la corriente impresionista.

Y en la década de 1880, cuando ese movimiento empezaba a claudicar, volvió a los temas de su juventud y a las fuentes, en definitiva, de su valor. En 1886 el grupo dejó de exponer conjuntamente y Pisarro se aferró a su deseo de seguir libremente su camino.

Camille Pissarro. La carnicera, 1883. The National Gallery, Londres
Camille Pissarro. La carnicera, 1883. The National Gallery, Londres

 

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