A diferencia de alguna de sus contemporáneas como Marie Bracquemond, hoy casi desconocida al abandonar tempranamente la pintura y ausente en las colecciones públicas (dejó la actividad artística para salvar la paz familiar, ante el desacuerdo con ella de su marido, el artista gráfico Félix Bracquemond), Mary Cassatt, nacida en Pensilvania, gozó de expectativas profesionales relativamente buenas. Algunas autoras estadounidenses como ella disfrutaban de mejores oportunidades en París que en su propio país, aún muy inmerso en las convenciones burguesas.
Cassatt se trasladó a la capital francesa en 1865 para continuar su formación artística y, desde 1868, participó frecuentemente en las exposiciones del Salón; fue además la única artista norteamericana en participar en varias de las muestras impresionistas. Su retrato de una Mujer con collar de perlas en un palco se presentó primero en la cuarta exposición del movimiento, donde se dedicó una sala a sus obrascon motivos del teatro y la ópera. Este cuadro fue uno de los pocos que se vendieron en la exposición; lo adquirió el coleccionista francés Alexis Rouart.
El contacto con los pintores impresionistas lo estableció sobre todo a través de Degas, que se convirtió en su amigo y mentor. Como él mismo y como Renoir, también Cassatt reprodujo los grandes teatros y la ópera de París como centros de la cultura y la vida modernas; con su brillo, noche a noche, y la multicolor presencia del público, ofrecían numerosas posibilidades.
En sus obras de asunto teatral, la pintora se concentró no tanto en lo que ocurría en el escenario o en el foso de la orquesta (como hizo Degas), sino en el público, especialmente el femenino. Son las espectadoras las que en sus cuadros se convierten en objetos de observación: por un lado, por las miradas del público que las rodea; por otro, por la atención del observador que contempla la imagen. El tema del teatro pasa a un segundo plano, pues constituye el marco en el que se presenta la espectadora. La exhibición del atractivo físico, sea paseando en el parque o asistiendo al teatro, contribuye al estudio de la consideración de la mujer a fines del siglo XIX.
Los abanicos que sostienen en las manos, que podrían servir de protección visual, permanecen cerrados, esto queda especialmente claro en Mujer de negro en la ópera (1879), con el hombre que se asoma de su palco y no observa a la mujer que acompaña, sino que con sus prismáticos fija su mirada en la espectadora del primer plano. Esta, a su vez, dirige su mirada al escenario. También la mujer del collar de perlas es observada, en su palco, por el público que aparece al fondo y ella, a su vez, no mira el escenario sino a los puestos del palco que aparecen en el espejo detrás de ella. Al situar un espejo inmediatamente detrás del sillón rojo, Cassatt logra un sorprendente efecto espacial.
La elegante curvatura de los puestos del palco solo se aprecia en este reflejo, que es lo que crea este efecto espacial curiosamente plano. La luz refulgente de la lámpara de araña no solo se vierte hacia delante, por encima de la mujer del collar de perlas, sino que con el espejo produce un contraluz.
Esa luz produce brillo sobre sus hombros desnudos y blancos, descansando sobre el guante de la mano derecha, con la que sostiene el abanico. Toda la obra aparece bañada en una iluminación roja y dorada; puede considerarse como una de las piezas de mayor armonía cromática de la artista, que también representaría a mujeres en casa, en el teatro, en el parque o el autobús, pero nunca en lugares que hubieran resultado inconvenientes para una dama de la burguesía acomodada, como un café.
Cassatt nunca participó en las tertulias y los debates que los impresionistas celebraban por las noches, por ejemplo en el Café Guerbois, pues tales establecimientos no se consideraban lugares honestos para una mujer de su clase. Presenta, por tanto, un mundo exclusivamente femenino y burgués, como tantas pinturas de Berthe Morisot, con sus representaciones de madres e hijos en la esfera cotidiana.
Sobre los impresionistas, Cassatt escribió: Yo… en condición de coiniciadora de la exposición independiente, he de aferrarme a mis principios, a nuestros principios: ningún jurado, nada de medallas ni de premios. Nuestra primera exposición se organizó en 1879 y fue una protesta contra las actividades oficiales y no una asociación de artistas del mismo estilo. Desde entonces nos denominaron los impresionistas, una denominación que puede ser cierta en el caso de Monet, pero que no puede tener ningún significado en relación con el nombre de Degas. La libertad es el bien supremo en este mundo y la liberación de la tiranía de un jurado es un objetivo por el que merece la pena luchar, pues ninguna otra profesión está tan esclavizada como la muestra.
La libertad es el bien supremo en este mundo y la liberación de la tiranía de un jurado es un objetivo por el que merece la pena luchar, pues ninguna otra profesión está tan esclavizada como la muestra.
Por su parte, en Mujer sentada con un niño en sus brazos, Cassatt pone en el centro de atención la representación del niño. La madre, cuya espalda queda además semioculta por el respaldo de la silla, solo está caracterizada por el nudo oscuro del cabello y el vestido blanco. El niño desnudo se dirige al espectador, echado sobre el hombro de su madre. La jofaina, la jarra de agua y los otros utensilios de baño ilustran, en esta pintura, la atención de la mujer por la limpieza y, en sentido figurado, por la pureza e inocencia del pequeño; su piel rosada parece reflejar el calor de la madre.
Especialmente digna de atención es la técnica pictórica de la artista, que se fue desarrollando a lo largo de la década de 1880. El carácter de bosquejo de la representación queda subrayado por la pincelada libre y rápida y por el aire inacabado de la obra: algunas partes quedaron sin pintar. Se da así la impresión de que Cassatt reprodujo una impresión inmediata y espontánea, concentrándose tan solo en lo esencial. Además, la americana se presenta en esta pieza como una maestra de los tonos rojos.
La cuna, la obra más conocida de Morisot, que se presentó en la primera exhibición de los impresionistas, en 1874, se concentra, sin embargo, sobre la madre del crío; se trata de la hermana de Morisot, Edma. Esta ha retirado el dosel de muselina de la cuna y, con la cabeza apoyada en la mano, mira ensimismada al niño. Morisot armoniza aquí los gestos de las personas entre sí; también el bebé lleva su mano a la cabeza. El visillo de la cuna encuentra, a su vez, correspondencia en el visillo al fondo de la estancia.
En esta obra dulce, Morisot juega con las gradaciones del blanco, los matices rojizos y amarillentos (como Cassatt). Su clara composición está marcada por la línea vertical entre visillo y pared, apoyada por la distribución diagonal de claros y oscuros. De este modo, la estructura de la imagen y los colores mantienen un gran equilibrio entre sí.