El rebobinador

Leonora Carrington: imágenes para las diosas ancestrales

Princesas, heroínas, hadas y diosas pueblan muchas de las obras de Leonora Carrington, en las que la artista, nacida en la localidad británica de Clayton-le-Woods en 1917, desplegaba escenarios y rituales mágicos en los que nada solía ser lo que parecía. Tanto en sus pinturas como en los relatos que escribió encontramos plantas, animales, seres fantásticos, no pocos símbolos y muchas mujeres; los animales hablan, sobre todo las aves, y rocas, árboles, arroyos y cascadas actúan por voluntad propia o se metamorfosean.

Desde la juventud de Carrington, los cuentos de hadas fueron un punto de partida para las derivas de su imaginación; sabemos que su historia favorita era la de Alicia en el país de las maravillas, que inspiró algunas de sus composiciones, como también lo harían las de Andersen o los hermanos Grimm. Night Nursery (Everything) es una de las primeras imágenes que ilustran su querencia por esas tramas: nos lleva a su dormitorio en la mansión Crookhey Hall, donde su madre, Maureen Moorhead, y su niñera, Mary Kavanagh, las dos de origen irlandés, le narraban mitos celtas e historias de Lewis Carroll, Jonathan Swift o Beatrix Potter. En el centro de esa habitación sombría, alumbrada por velas, una mujer giganta parece relatar un cuento a una niña vestida de rosa que la escucha abriendo los brazos. No es casual que la contadora lleve una corona de flores en la cabeza: en las tradiciones de ese país, Irlanda, se llevaba en honor a la Reina de Mayo, personificación de una diosa (una de las escenas de la novela de Carroll, en la que Alicia ha crecido más de dos metros y medio, fue interpretada por David Day como el momento en que la niña ha tomado otra identidad, quizá la de la gran diosa Isis).

Desde el extremo izquierdo, otra mujer contempla la escena mientras hila en una rueca, objeto habitual en los trabajos de Carrington; según Jung, el hilado expresaba la condición femenina por excelencia y se asociaba a brujas y sabias. Muchos cuentos y leyendas surgieron en torno a esas ruecas; en todo caso, los cuentos infantiles, en especial el de Carroll y La olla de oro de Stephens, marcaron la iniciación de esta artista por los misterios del inconsciente y la magia. Podemos suponer que comprendió pronto la relación entre esos textos y la alquimia, otra de sus pasiones.

Leonora Carrington. Night Nursery (Everything) , 1947. Museo de Arte Moderno, México
Leonora Carrington. Night Nursery (Everything), 1947. Museo de Arte Moderno, México

Sus preferencias literarias eran diversas y muchas de sus lecturas influirían en su obra; podemos destacar La diosa blanca de Robert Graves (1948), que la propia Carrington calificó como la mayor revelación de mi vida, por más que la existencia de diosas ancestrales y poderosas, como las que el británico relataba, no fuese nueva para ella (esa misma diosa blanca, de hecho, aparece en La reina de las nieves de Andersen) y luego en una novela de la pintora, La trompetilla acústica.

Es innumerable el volumen de la producción de la artista que incorpora referencias a la literatura infantil, sobre todo en sus acuarelas de adolescencia y en sus primeros años en México, en la segunda mitad de los cuarenta, que coinciden con su matrimonio con Emerico Weisz y con el nacimiento de sus dos hijos. Neighbourly Advice podría tratarse de un autorretrato: por el escenario, que remite a su papel como madre, y por el color verde de la mujer sentada en el centro, que tenía para ella un sentido particular; lo sentía suyo. En todo caso, la composición evoca una casa de muñecas, pero habitada por artistas y escritoras.

Leonora Carrington. Neighbourly Advice, 1947
Leonora Carrington. Neighbourly Advice, 1947

La serie de acuarelas Sisters of the moon, realizadas en su mayoría en Florencia en 1932, compendia intereses que desarrollará posteriormente: transformaciones alquímicas, brujería, magia y culturas ancestrales; además, reflejan tanto ese citado interés por los cuentos como su inquietud por el lugar de la mujer en el mundo. Cada una representa a un personaje femenino (Iris, Diana, Fortuna), pero desde perspectivas distintas a las habituales: Diana, por ejemplo, no aparece plasmada como cazadora y guardiana de la luna, sino acompañada de un caballo blanco, para Carrington un animal totémico, y sosteniendo un huevo dorado, premonición de esa vocación por la alquimia.

Otro factor que favoreció la inclinación de la inglesa por los cuentos infantiles fue su encuentro con Max Ernst, igualmente fascinado por la obra de Carroll y los Grimm, como muchos surrealistas: André Breton dijo que todos aquellos que conservan el sentido de la rebelión reconocerán en Lewis Carroll su primer maestro en hacer novillos. Pero era difícil que no se sintieran atraídos por historias donde cabían la cábala, los mitos ancestrales, espacios y tiempos dislocados, animales que se comunican, acertijos y humor. En una de las pinturas más extraordinarias de Carrington, The House Opposite, se resume su universo incorporando muchos elementos de Alicia en el país de las maravillas, en un escenario fantástico habitado prácticamente solo por mujeres y seres de fábula. En el centro, una dama blanca con la sombra de un caballo (quizá la propia autora) observa a otra que atraviesa el lugar con sus cabellos sujetos a una estrella.

En el cielo, dispuso a la vez el sol, la luna y las estrellas y la casa que las cobija se sitúa entre el agua y el bosque. Además, a la izquierda un grupo de tres mujeres se reúne en torno a un caldero, en una cocina alquímica con un suelo que remite a un tablero de ajedrez, juego que simbolizaba para Alicia el mundo, sobre el que ella deseaba ser la reina. En un compartimento vemos a la Leonora niña en el bosque junto a su caballo de madera; en otro, a la Leonora mujer que espera a su primer hijo, rodeadas de premoniciones y escenas oníricas.

Las referencias a Carroll y a otros cuentos de hadas regresan en The Lodging House, donde, en una cámara subterránea, una joven despeinada con estrellas en los ojos se sienta a la mesa con animales, entre ellos un conejo blanco. Una mujer blanca desciende una escalera, acercándose a ella, mientras otras dos figuras oscuras custodian el jardín, una de ellas portando una araña, símbolo de la Gran Diosa o referencia al mito de Aracné (gran tejedora, volvemos a la rueca).

Leonora Carrington. The Lodging House (detalle), 1949
Leonora Carrington. The Lodging House (detalle), 1949

Hablábamos antes de la presencia de un huevo. Como elemento primordial aparece también en The Giantess (The Guardian of the egg), realizada durante su segundo embarazo, tampoco casualmente. Empleó para ella la técnica al temple, impregnando así la tabla con la esencia de esa materia; y vemos aquí una representación clara de una deidad femenina. Realizada por encargo de Edward James, nos ofrece una especie de giganta con cara de luna en un campo de trigo que se corresponde con su cabello dorado, referencia a Démeter.

En Irlanda, varias leyendas relatan la existencia de gigantas, pero se da, además, una relación iconográfica entre su obra y la representación de Isis en un grabado reproducido por Athanasius Kircher, donde se le asocian los nombres de Minerva, Juno, Ceres, Diana o Hécate. Asimismo, esta giganta de vestido rojo y cabellos dorados recuerda la contundente Madonna della Misericordia de Piero della Francesca, uno de los pintores predilectos de Carrington.

Leonora Carrington. The Giantess (The Guardian of the egg), 1947. Colección privada
Leonora Carrington. The Giantess (The Guardian of the egg) (detalle), 1947. Colección privada

En cuanto a la diosa blanca, Graves descubrió que en la Antigüedad se adoraba a una deidad femenina en distintos lugares del Mediterráneo que se correspondía con cultos de diosas celtas: la Triple Diosa o Diosa Blanca, una suerte de divinidad total, que abarca luces y sombras. Esa dualidad la representó Carrington en Reflections on the Oracle, donde, por un lado, parece representar a Nyx, diosa de la Noche, que presidía el oráculo más antiguo de Grecia; y por otro, a Hemera, personificación femenina del Día.

De 1964 data The Chrysopheia of Mary the Jewess, homenaje a la primera mujer alquimista en Occidente, y la última composición en la que trabajó en 2005, White People, es una representación de las Nornas nórdicas (Urd, Verdandi y Skuld), que como las Moiras griegas moldean los destinos humanos. De las tres figuras blancas que aquí aparecen, las dos de los extremos son ancianas: una sostiene un hilo que va a atrapar un cocodrilo y la otra una rueca. Se ha interpretado que la figura central, con forma animal, sería un autorretrato de Carrington, que en algún texto se definió como “animal humano hembra”.

 

BIBLIOGRAFÍA

Leonora Carrington. Revelación. Fundación MAPFRE, 2023

Leonora Carrington. La trompetilla acústica. Fondo Cultura Económica, 2019

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