El rebobinador

La Venus del espejo, cuando la belleza puede con el amor

Velázquez. Venus del espejo. National Gallery, Londres
Velázquez. Venus del espejo. National Gallery, Londres

No conocemos con seguridad cuándo pintó Velázquez La Venus del espejo, quizá sea más probable que la realizase antes de su segundo viaje a Italia (1649-1651), pero la preparación de la obra no da pistas sobre ello; a su regreso a España el artista no trabajó para nadie que no fuera el rey, y esta pintura no está hecha para él. Mide 1,22 x 1,77 metros y se conserva en la National Gallery de Londres.

Perteneció a un pintor llamado Domingo Guerra Coronel, que murió el 16 de diciembre de 1651, siendo sus bienes inventariados el 18 de noviembre anterior. Ese inventario lo realizó Nardi, con Mazo como testigo, e incluye, según su descripción, el cuadro de una mujer desnuda, de las medidas mencionadas, con marco negro. Sabemos que se trata de esta pintura porque, en marzo de 1652, tuvo que ser embargada y se mencionó entonces la autoría de Velázquez. En una almoneda en septiembre de ese año, este cuadro se vendió a un criado del marqués de Eliche (antiguamente escrito con h), Gaspar Méndez de Haro, que era también marqués del Carpio y sobrino nieto del Conde Duque, pero él no encargó la obra.

Al año siguiente se inventaría como suya, mencionándola como “pintura en lienzo de una mujer desnuda de espaldas mirando a un espejo sujeto por un niño y recostada”. No se dice que sea una Venus, y lo es, pero a la diosa nunca se la había representado así y podía ser confundida con una mujer corriente. La distinguimos porque la acompaña un Cupido alado.

No sabemos cómo un pintor desconocido como Guerra Coronel se hizo con este trabajo y en qué fecha, pero Velázquez volvió de Italia, como hemos visto, en junio de 1651, y Coronel falleció en diciembre; pudo pintarse en esos meses o antes de la partida. Tampoco se tiene constancia de que ambos fueran amigos, ni de cómo la obra llegó a Inglaterra.

Las Venus como temática pictórica estaban entonces en el ambiente y existe una larga tradición de figuras de Venus tumbadas, por ejemplo en la pintura veneciana (Giorgione, Tiziano). Velázquez representó la figura mitológica con absoluto realismo, de ahí que se la confunda con una mujer cualquiera tumbada; lo mismo ocurre con su Mercurio y Argos o su Vulcano, enérgicamente humanos.

El rostro del espejo lo vemos pretendidamente borroso: hay quien cree que debería haber reflejado la belleza de la mujer, pero el sevillano no buscó crear el prototipo de las Venus venecianas idealizadas, sino, como dijimos, a una mujer normal echada, mostrando con claridad su cuerpo y la cabeza desde atrás. Pictóricamente, esa cara desvanecida es insuperable.

Velázquez representó la figura mitológica con absoluto realismo, si no fuera por la presencia de Cupido, podríamos decir que es una mujer corriente tumbada

Según la radiografía, Cupido se añadió en un segundo momento de creación de la pintura, pero seguramente fue idea del sevillano incorporarlo desde el principio, dada la temática general.

La composición, muy pensada, se estructura en fragmentos horizontales compensados por la posición vertical de Cupido, los cortinajes y el espejo. Cupido queda a un lado y la cabeza de Venus a otro, y el tono rojizo de la obra se hace necesario: sin él la pintura sería otra, dados los colores fríos de la sábana, el paño y el cuerpo. Las cintas rosadas que lleva Cupido junto con la azul están en consonancia con el rojo del fondo y el cuerpo de la Venus es de trazo seguro; en él se refleja el paño, y al revés.

Junto al cuerpo, al fondo, hay un fragmento de paño más transparente, y la sábana blanca se desparrama con un sentido matérico patente que contrasta con los blancos más finos y tangibles del primer plano, en ese rasgo recuerda a la Coronación de la Virgen. El pelo, entretanto, es un manchón de pintura, pero abre una cabeza muy atractiva.

Nos parece difícil que Velázquez pudiera pintar una Venus tan realista sin modelos, pero no las conocemos. Las cintas que lleva Cupido no son funcionalmente necesarias, porque los espejos no se cuelgan en ellas, pero su sentido es atar las muñecas del niño alado, de modo que el amor queda atado por Venus, que simboliza la belleza. En contraste con la cita de Virgilio El amor lo puede todo, omnipresente en la historia, esta obra propone un pensamiento espectacular para la cultura de la época: el amor es vencido por la belleza, la belleza puede con el amor.

Una respuesta a “La Venus del espejo, cuando la belleza puede con el amor”

  1. Alfonso Esteban Lopez Hernandez-Najjar

    Sin embargo, quiero hacer otro comentario. También hay algo más que destacar, y es que el espejo apunta una imagen de un rostro, y ese rostro está difuminado, y es esta: el fin del arte es la contemplación, contemplación de nosotros mismos, al imagen difuminada es una invitación a reconstruirla o no. Ese es el fin del arte. Saludos.

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