No necesita excesivas definiciones, pero la forja es la técnica artística consistente en trabajar el hierro modelándolo cuando está caliente, aunque también pueda trabajarse con él en frío. Se trata de procedimientos muy antiguos y, pese a las dificultades de conservación derivadas de la oxidación del material, conforman uno de los patrimonios culturales más importantes de muchas sociedades (hasta hace unas décadas, en algunos pueblos y también en ciudades, el gallo y la música del yunque despertaban a la población).
El hierro se obtiene del óxido de magnetita, del oligisto, la limonita, la pirita, las hematites… y de carbonatos como la siderita, que conforman la quinta parte de la masa terrestre, las plantas, el agua y la sangre. Se reducen los minerales férricos en un alto horno con carbón de coque, que proporciona primero una ganga y después un lingote. Tiene el hierro poco carbono y es de color gris, marrón cuando se oxida.
Funde a los 1.500 grados, es dúctil, resistente y maleable y se ofrece en varias formas: hierro colado (con carbono alto y silicio, azufre, magnesio y fósforo; se dispone en forma de lingotes cuando sale del horno); hierro dulce (con poco carbono, muy maleable y por eso el más adecuado para la forja); y acero o hierro acerado (aleación de hierro, carbono y otros elementos que aportan dureza, como tungsteno, manganeso, cobalto, vanadio o níquel). Este último es el más empleado para objetos cortantes o afilados por su dureza; admite el templado o temple. El conocido acero inoxidable es un compuesto que permite resistir la acción destructiva del aire, la humedad y algunos ácidos, sobre todo por el cromo y el níquel, de ahí que se utilice mucho en menaje y en cualquier ámbito donde sea importante evitar la oxidación.
Las herramientas empleadas en la forja cortan, perforan, unen y moldean con golpes el hierro caliente y la más importante es el horno o fragua, que consta del fogón, que se alimenta con carbón o leña, gas o electricidad y es avivado por el aire procedente del fuelle o mancha, o de un ventilador mecánico. El yunque es la mesa del forjador, donde este trabaja sobre una superficie plana y otra cónica para configurar rectas, ángulos o curvas. Y se sirve de martillos, de formas distintas, que modelan golpeando el hierro; de tajaderas, para cortar y dividir las piezas; de tenazas, de múltiples formas, para agarrar el hielo candente, y de limas, punzones, grifas, alicates, brocas o soldaduras.
La forja trabaja sobre hierro candente: se llama al rojo cuando alcanza una temperatura entre 800 y 1.000 grados; al blanco cuando llega a los 1.300 y rojo vivo o soldante si su temperatura es de 1.350 y 1.500 grados. El aspecto visual de las obras de forja viene dado por las señales o golpes del martillo y los instrumentos sobre el hierro, que incluso son imitadas (ahí queda el martelé).
Forjar no es un procedimiento basado en la adición o la sustracción, como esculpir; se trata de moldear con golpes, aunque pueda añadirse material (soldaduras) o quitarse (cortando, rebajando). Estos son los procedimientos más comunes:
Estirar: adelgazar una sección.
Ensanchar: ampliar en forma plana.
Aguzar: estirar en forma cónica punzante o prismática.
Recalcar: engrosar una zona; hacer un nudo, con molde a veces.
Hendir: cortar con tajadera sobre un yunque.
Doblar: en forma de ángulo.
Curvar: en forma de arco.
Rebajar: adelgazar para hacer uniones o juntas, machihembrar.
Retorcer: primero hendir a lo largo y luego trenzar.
Tajar: cortar en los laterales en forma de uña.
Soldar: a fuego, con arena o pasta fundente y calentando ambas partes a temperatura fundente.
Unir: con remaches, calados o ligaduras.
Embutir: golpeando sobre una superficie blanda, como plomo o madera, se consigue moldear en relieve formas vegetales, animales, hojarascas o grutescos. Es el sistema de trabajar rejas, armas y chapistería.
Entre los múltiples objetos históricamente fabricados con hierro se encuentran armas, cancelas, barandillas, rejas, cerraduras, picaportes o candelabros, de difícil conservación por la tendencia de este material a oxidarse hasta descomponerse, si no se cuida pintando su superficie. El minio puede ser un gran conservante, previo a la aplicación de cualquier barniz o pintura.
Desde el siglo XIX, el hierro ha formado parte asimismo de la arquitectura industrial, siendo material esencial en la construcción de mercados, puentes, monumentos, naves industriales…, como si de madera o piedra se tratase, y después en estructuras de acero, con más sentido funcional que ornamental. La conservación de los edificios y de las estructuras vistas de hierro requiere también gran atención por la corrosión del material.
BIBLIOGRAFÍA
José Fernández Arenas. Introducción a la conservación del patrimonio y técnicas artísticas. Ariel, 1996