NOMBRE: Javier Ignacio
APELLIDOS: Rodríguez Pino
LUGAR DE NACIMIENTO: Santiago de Chile
FECHA DE NACIMIENTO: 1981
PROFESIÓN: Artista
Conocimos a Javier Rodríguez Pino, nuestro fichado en esta Semana del Arte madrileña, en 2020, cuando su obra formó parte de una de las primeras muestras de la sala La Gran cuando se trasladó de Salamanca a Madrid: “Arrancarse los ojos”. Se trataba de una colectiva, de la que también formaron parte Cristina Ramírez, Marina Núñez, Elian Stolarsky, Aída Gomez, Enrique Marty y Josep Tornero, en la que se invitaba al espectador a conducir su mirada hacia lo que escapa a la delicadeza, la asepsia y la belleza agradable para no temer a lo carnal, inquietante y perturbador; constaba de imágenes y vídeos que llegaban a plantear lo que tiene lo bello de terror amaestrado, qué hace que percibamos algo como monstruoso o por qué asociamos lo bueno a lo visiblemente agradable.
Licenciado en Educación de las Artes Plásticas por la Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educación de Santiago de Chile, Rodríguez Pino ha cursado además un Master en Producción Artística y un Doctorado en arte: Producción e investigación en la Politécnica de Valencia. Ha presentado muestras individuales en espacios como la Galería Bech, el Museo Nacional de Bellas Artes, el Museo de la Solidaridad Salvador Allende, la Galería Metales Pesados Visual, el Museo de Arte Contemporáneo y la Galería Gabriela Mistral de Santiago de Chile; FLORA ars+natura (Bogotá), Izolyatsia (Kiev), el polaco Center of Contemporary Art Laznia (Gdansk) y el MUSAC leonés y ha obtenido los premios Mustakis a Jóvenes Talentos (2003) y DKV Grand Tour (2008), además de menciones de honor en el Concurso de arte Philips del Museo Nacional de Bellas Artes chileno (2003) y en el concurso entre Ch.ACO & Finlandia de esa feria de arte contemporáneo (2012). Igualmente, ha desarrollado residencias, desde hace cerca de quince años, en la Academia Sztuk Pieknych y el Centro de Arte Contemporáneo Laznia de Gdansk, el Festival de las Artes de América del Sur (Corumbá, Brasil), el Museo de Arte Moderno de Chiloé (Chile), Matadero Madrid, el Centro Cultural de España en Chile, la citada plataforma Izolyatsia (Kiev) o el Centro de Arte Contemporáneo MeetFactory (Praga).
Se incorpora el artista a esta sección porque queremos saber más de su trabajo a partir de episodios recientes de la historia chilena vinculados, en muchos casos, a la violencia política: a través de un lenguaje que remite, en ocasiones, al cómic, el cine o la novela gráfica, desarrolla un discurso incisivo y crítico hacia los relatos dominantes durante la dictadura de Pinochet y hacia la pérdida de mecanismos de expresión y participación popular en aquel tiempo. Nos interesan, asimismo, su manejo de la narratividad, sus incursiones libres en la realidad y la ficción y la perspectiva desde la que aborda estos asuntos; en una reciente entrevista para la Fundación Actual explicaba que había llegado a ellos no de forma premeditada sino a través de la práctica del dibujo, volcando inquietudes seguramente presentes en el imaginario y la memoria de muchos chilenos (creadores o no) de su generación.
Hemos preguntado a Javier por el inicio de su interés por el arte y se retrotrae a su niñez, a sus programas televisivos favoritos y, ya tan tempranamente, a su conciencia de la realidad de la dictadura: Mis inicios en el arte se encuentran en mi infancia. Dibujaba los superhéroes que veía en la televisión. Luego recortaba esa figura y así me armaba mis propios juguetes. Aunque también y ya en esos años (parece mentira) dibujaba escenas de la coyuntura chilena de la época (años ochenta). Eran los oscuros días de la dictadura de Pinochet y las imágenes que veía no sólo en la tele, sino en las revistas, los periódicos e, incluso, en la misma calle, me influían enormemente. Mi mamá guarda, sagradamente, un dibujo que hice —fechado en 1986, es decir, cuando tenía 4 años— de unos militares disparando (con traje de camuflaje y todo) y una mujer muy triste llorando.
Esta temprana relación con el dibujo estuvo atravesada por mi papá. Él era un dibujante aficionado, pero excepcional. Me sentaba a su lado, muy concentrado, a ver cómo dibujaba las cosas que le pedía. Ver cómo de sus manos salían líneas que se transformaban en el Hombre Araña o el Capitán Futuro era presenciar un acto de magia.
Con todo, puedo decir que el dibujo era un hechizo que me hacía feliz y hasta ahora sigue siendo mi entretenimiento favorito. Al dibujar, parafraseando a John Berger, te transformas en lo que dibujas. Pienso en el Hombre Araña de mi infancia, pero también en los guerrilleros, vampiros o brujas que dibujo hoy en día: ¿hay algo más mágico y, al mismo tiempo, entretenido que eso?
Clasifica perfectamente Rodríguez Pino sus intereses en cuatro (dibujo, cine, terror e historia); su lenguaje fundamental, como dijimos, es justamente el del dibujo, medio directo y sencillo muy apto para la representación de lo que cobija la memoria. Lo asocia al trabajo fílmico y lo convierte en punto de partida de propuestas instalativas: Hay cuatro intereses muy marcados en mi trabajo: el dibujo, el cine, la historia y el terror. Si hay otro buen acto de magia, ese es el cine. Las horas en las que no dibujo me las paso frente a una pantalla, viendo imágenes en movimiento. He visto “toneladas” de toda clase de películas, e incluso en las malas, hay algo que me ha gustado. El cine, en tanto imagen secuencial sonora, es un hechizo poderoso frente a la experiencia de lo real. Sin embargo, el dibujo, además de mágico, tiene una dimensión material, física e incluso objetual, que la imagen proyectada de una película no tiene. Si a eso le agregamos que hacer cine significa contar con habilidades de gestión —y dinero—con las que no cuento, podría decir que, en términos convencionales, prefiero y se me hace más fácil fabricar dibujos que películas.
Pero al pensar más allá de la convención, y como una forma de unir mis dos principales “pasatiempos”, intenté una manera de hacer “cine” mediante la imagen fija y material del dibujo. Para ello, y desde hace un tiempo hasta ahora, me he apoyado en algunos recursos gráficos y narrativos que usa la historieta, como las viñetas o los globos de texto. Por otro lado, para reforzar el aspecto objetual —por lo tanto, espacial— del dibujo y la dimensión temporal del cine, muchos de mis proyectos han adquirido un carácter instalativo. Quizás por ello algunas personas se han referido a mi trabajo como “cómic” ampliado o expandido, aunque yo prefiero hablar de “películas dibujadas”, pues mi interés radica mayormente en la relación entre dibujo y cine y no tanto en el cómic (aunque también los disfruto y me gustan).
Como en el cine, el relato es un pieza fundamental de mi trabajo. Y es allí donde aparecen mis dos siguientes intereses: la historia y el terror. En cuanto a la historia, y por motivos autobiográficos, mis intereses se concentran en los escenarios de violencia política ocurridos durante las últimas décadas en Chile. Específicamente, desde el golpe de Estado en 1973 hasta ahora. Por el lado del terror, tengo una especial fascinación por las historias de vampiros, demonios, brujería y magia negra. El aspecto narrativo de mi trabajo se caracteriza por la unión entre relato histórico y ficción de terror, pues creo que allí se juega la posibilidad de crear otras formas de hacer memoria, sobre todo, en contextos atravesados por “políticas del mal”. El trabajo con este tipo de relatos me ha llevado a explorar la escritura asociada a las ciencias sociales y las humanidades, donde los métodos vinculados a la investigación artística se cruzan con otros de corte cualitativo ligados a la historia, la filosofía y la literatura.
El cine, en tanto imagen secuencial sonora, es un hechizo poderoso frente a la experiencia de lo real. Sin embargo, el dibujo, además de mágico, tiene una dimensión material.
Entre sus referentes cita Javier a artistas que han trabajado con maestría en el campo del dibujo y la animación trascendiendo sus formatos habituales; también ciertos géneros fílmicos vinculados al terror y al documento (nos descubrirá las claves de esta influencia en su producción) y a dos escritores que han llevado el miedo más allá de sus escenarios habituales, ligándolo a la política y los cimientos de la sociedad contemporánea: Mis influencias están marcadas por los cruces de intereses que mencioné anteriormente. En cuanto a la relación entre dibujo, cine e historia pienso en el sudafricano William Kentridge o el chino Sun Xun. Mis admirados colegas chilenos, la dupla León y Cociña, han agregado a esa triada el elemento de terror con el que yo también trabajo. Su largometraje “La casa lobo” es fuente de inspiración y aprendizaje. Hace poco tuve el honor de hacer el afiche-cartel de su película “Los huesos”, con la que ganaron el premio a mejor cortometraje en el Festival de Cine de Venecia (2021).
Por el lado exclusivamente del cine convencional y de terror, distingo dos tipos de influencias. La primera tiene que ver con el llamado cine “slasher”, subgénero de las películas de terror, principalmente norteamericanas y casi siempre protagonizadas por jóvenes que escapan de psicópatas monstruosos o demoniacos. El cine “slasher” es característico de los Estados Unidos de los años ochenta y, como tal, es una fiel manifestación de la cultura juvenil del nuevo capitalismo que emergía desde las “necropolíticas” de Ronald Reagan y Margaret Thatcher. Friday the 13th (1980) o A Nightmare on Elm Street (1984) son dos películas representativas del “slasher”. En la segunda categoría, se encuentran las películas de terror basadas en el método del metraje encontrado o “found footage”. Este término se utiliza para referirse a películas realizadas mediante archivos audiovisuales encontrados cuyo origen puede obedecer a distintas fuentes. Sin embargo, ha sido mediante el género de terror que películas de este tipo han logrado mayor alcance y reconocimiento. Entre ellas, Paranormal Activity (Peli, 2007) o The Blair witch project (Sánchez y Myrick, 1999). Estas películas actúan como verdaderas paradojas entre el documento y la ficción. La escalofriante realidad que logran construir no solo produce temor y espanto, sino que también redefine aquello que entendemos como lo real en la época de la “posverdad”. Así, también, abren nuevas posibilidades de realización cinematográfica que no estén sujetas a los grandes presupuestos de la industria audiovisual.
Finalmente, la literatura ha empezado ocupar un lugar relevante en el ámbito de mis influencias. Entre ellas, se encuentran los cuentos y novelas de la escritora argentina Mariana Enríquez, debido al cruce que establece entre terror y política. Por ejemplo, en Nuestra parte de noche (2019) se mezcla el escabroso episodio de la dictadura argentina con el ocultismo y la brujería. Otra contribución importante en este ámbito es la del escritor norteamericano B. R. Yeager, cuyo trabajo literario gira en torno al terror y las subculturas juveniles bajo el contexto del capitalismo actual. En su novela más reciente, Espacio negativo (2023), el terror aparece en forma de suicidios adolescentes a gran escala, en tanto síntoma de la desolación cotidiana y de vacío permanente que, en las llamadas sociedades avanzadas, muchos jóvenes experimentan por la falta de perspectiva y futuro.
La literatura ha empezado ocupar un lugar relevante en el ámbito de mis influencias. Entre ellas, se encuentran los cuentos y novelas de la escritora argentina Mariana Enríquez.
A la hora de hablarnos de sus proyectos más representativos hasta ahora, comienza Rodríguez Pino refiriéndose a su individual en el espacio colombiano Flora ars+natura para repasar después algunas de sus muestras en Chile, Ucrania, Polonia y España: Desde el año 2012 hasta la fecha, mi trabajo ha consistido en aproximar el dibujo a un campo tripartito que apuntaría al cine, al género del terror y al relato histórico. Su objetivo es construir una experiencia cinematográfica que, desde la imagen fija, material y física del dibujo, nos ayude a comprender mejor la historia reciente de América Latina marcada por el terror y la violencia. Para ello, hasta el momento y, principalmente, he recurrido a la historia social y a algunos elementos del cómic, desde donde he explorado las imágenes y relatos que se desprenden de los escenarios de violencia política en Chile.
Entre mis exposiciones individuales más representativas se encuentra “Fantasma”, en Flora ars+natura (Bogotá, 2014). Desde elementos vinculados a la historieta y el realismo fotográfico y referencias a una gráfica popular y contingente que proviene del grabado, concebí, junto a la imagen fija del dibujo, una serie que se acercó al cine documental en cuanto que utilicé tres elementos característicos de éste —archivo, reportaje y entrevista— para abordar la historia del Frente Patriótico Manuel Rodríguez. Este fue un grupo subversivo y armado que nació a principios de los años ochenta en Chile cuyo principal objetivo fue derrocar la dictadura de Pinochet.
Invitado por el Museo de la Solidaridad Salvador Allende (Santiago, Chile), el año 2016 realicé la exposición “Revólver”, donde intenté complejizar las operaciones de mis trabajos anteriores por medio de una incorporación más radical del espacio a la narrativa desplegada, que, a su vez, se organizó menos linealmente, como un intertexto. En efecto, en “Revólver” utilicé el realismo fotográfico, la imagen de archivo, el cómic y la instalación en torno a dos relatos e imaginarios, ambos, del año 1965: el lanzamiento del disco de The Beatles titulado Revolver y la aparición del Movimiento de Izquierda Revolucionaria de Chile (MIR), entendiendo a estos como dos posibilidades del mundo distintas que se nos ofrecían a mediados de los años sesenta. Ambos elementos centrales, más socavadamente, fueron cruzados con referencias al espiritismo y a la magia negra, otorgándoles una atmósfera extraña y misteriosa.
“Inmortal” fue el resultado de la residencia que realicé entre septiembre y noviembre del año 2018 en IZOLYATSIA, plataforma para iniciativas culturales ubicada en la ciudad de Kiev, Ucrania. Específicamente, este trabajo consistió en un enorme mural en blanco y negro que ocupó metros lineales de una de las zonas exteriores del centro. Mediante un colosal dibujo en el muro y recordando el sentido político que los murales han tenido en América Latina, Inmortal pretendió interpelar la compleja realidad histórica que supuso el proyecto socialista en el mundo, específicamente en Chile y en Ucrania. Así también persiguió revalorizar formas gráficas que en el pasado chileno, previamente y durante la dictadura de Pinochet, jugaron un papel fundamental en el cruce entre arte y política, como el cómic, el mural y el cartel.
“Cobra” surge a partir de la invitación que me ofrece la curadora en jefe de LAZNIA, Agnieszka Kulazinska, para desarrollar un proyecto expositivo en su sede, en 2020. Dentro de sus ejes curatoriales, LAZNIA ha desarrollado una línea de trabajo denominada Ciudades en el borde, donde invita a artistas de regiones que no pertenecen a los grandes centros del arte —como América Latina o Medio Oriente— para exhibir sus propias miradas respecto a las coyunturas que viven en sus respectivas comunidades y así difundir una perspectiva distinta a los estereotipos de arte que el propio sistema artístico construye sobre estas regiones. Bajo dicho contexto, “Cobra” —en tanto indaga desde el dibujo y el grabado sobre un cruento aspecto sociopolítico de un país sudamericano como Chile— resultó encajar con la línea curatorial del centro. En efecto, se centra en algunos episodios de tortura ejercidos por agentes del Estado chileno en los últimos diez años, es decir, en plena democracia.
“IRA, la historia de Antonio Ramón Ramón” (MUSAC, 2022) puede ser vista como una exposición de arte, un ensayo, un cuento, un libro ilustrado, un cómic, incluso como una película. Por un lado, utiliza elementos narrativos y de las ciencias sociales que se aproximan al ensayo histórico, cuyo objetivo es revisar los últimos y controversiales episodios de violencia política en Chile que, tras la represión policial que derivó de la revuelta del año 2019, nuevamente nos llevan hacia una de las diadas epistemológicas más relevantes del siglo XX: impunidad y castigo. Para ello, se ha rescatado la historia de ajusticiamiento popular que ejecutó el trabajador español Antonio Ramón Ramón el año 1914 en Chile contra el general Roberto Silva Renard, responsable de una de las matanzas más sangrientas de la historia de este país. Por otro lado, y principalmente por medio del dibujo y la xilografía, IRA se aproxima al formato del cómic, al del cartel y al de las tradicionales liras populares, con referencias vinculadas al cine documental, la fotografía de archivo histórico y mi propia memoria y subjetividad.
Como parte de la conmemoración de los 50 años del golpe de Estado en Chile, en 2023, el Museo de Arte Contemporáneo de Santiago me invita a realizar un trabajo específico para una de sus salas. Mi propuesta, “La Secta”, consistió en un enorme dibujo mural que, con referencias al cine negro y a la imagen de archivo proveniente del microfilm, rescata la entrevista que la televisión francesa le hizo a un grupo de partidarios de Pinochet a pocos días del golpe de Estado.
Por último, “La pista oculta” (2024) es un proyecto de exposición que continúa con mi línea de investigación que, desde el dibujo y el relato histórico, ha intentado aproximarse al cine y al género del terror. En concreto, este proyecto utiliza elementos narrativos de ficción y realidad cuyo objeto es producir una crítica, pero a la vez, sensible mirada respecto a los primeros años de la denominada vuelta a la democracia en Chile. Para ello combina elementos de la memoria histórica, el terror y la música rock. Específicamente, la historia trata sobre tres jóvenes mujeres estudiantes de arte, cercanas al grupo subversivo Mapu Lautaro, cuyos pasatiempos giraban en torno a la práctica de la brujería y el espiritismo y al gusto por la música de la banda norteamericana Nirvana. En éste punto, la radical figura de su vocalista, Kurt Cobain (1967-1994), adquiere gran importancia en cuanto símbolo del No-Futuro y de toda una generación que vio caer el fin de las utopías modernas.
Las próximas muestras de Javier pasan por Madrid y Santiago de Chile: Entre mis próximos proyectos, les puedo contar que en noviembre de este año tengo una exposición individual en La Gran, galería de arte contemporáneo (Madrid, España) y durante el primer semestre del próximo año (2025) otra exposición individual en el Parque Cultural de Valparaíso (PCdV). A ello se suman algunas participaciones por confirmar en ferias de arte con las galerías que me representan, La Gran (Madrid, España) y AFA (Santiago, Chile). Estas exposiciones y participaciones están ligadas a mi exposición actual, es decir, no sólo continuarán con la relación entre dibujo, cine, historia y terror, sino que, específicamente, seguirán desarrollando el relato que gira en torno a un grupo armado, la magia negra y el punk rock.
Conoced mejor a Rodríguez Pino, aquí: www.javierodriguezpino.com