Fichados

Javier Erre

Javier ErreJavier ErreNOMBRE: Javier

APELLIDOS: Erre

LUGAR DE NACIMIENTO: Zamora

FECHA DE NACIMIENTO: 1981

PROFESIÓN: Artista

A Javier Erre, que esta semana se suma a Fichados, lo conocimos en el verano de 2017: tras ganar el Premi Centelles, mostró en el Centre d’Art el Marçó Vell de esa localidad su obra galardonada, El verano de la tortuga, un óleo estival y enigmático en el que bañaba en el mar una estampa cotidiana; tenía que ver, esa imagen, con sus exploraciones de lo que del pasado pervive en la memoria y de los mecanismos de formación de los recuerdos, sobre todo de los familiares.

El mismo año presentó una muestra individual en la Fundación Hervás Amezcua de Gavá, también en Barcelona; en el Marçó Vell expuso nuevamente en 2018 y, hasta el 12 de noviembre, podemos visitar en la Galería Isolina Arbulu de Marbella, la sala que lo representa, su monográfica más reciente: “Rosa no es un color”, un compendio de pinturas recientes protagonizadas por un niño, alter ego del artista; rememora en ellas su infancia y su tránsito hacia la aceptación y la conciencia desde la ternura y el humor.

Licenciado en Bellas Artes en la Universidad de Salamanca, cuenta también con una diplomatura en Diseño Gráfico en el Instituto Europeo di Design de Madrid y un postgrado en Ilustración Creativa y Técnicas de Comunicación Visual por EINA (Barcelona) y sus muestras colectivas le han llevado a espacios como la Galería Alcolea-Nonell barcelonesa, el Museo Cerezo Moreno de Jaén, la Sala Municipal de las Francesas de Valladolid, la Fundación Pedro Cano de Blanca (Murcia) o el Museu de Gavá.

Ha participado, asimismo, en citas como SWAB, ESTAMPA, el Salon du Connaisseur, la Bienal de Pintura Villa de Paterna, ArtBanchel o Affordable Art Fair Hamburg y, además de obtener el mencionado primer premio en el LXXV Premi Centelles de 2017, otro primer premio en el Ciudad de Martos (2020) y una mención especial en la segunda Beca de creación contemporánea Fundación Villalar, ha resultado seleccionado, en los últimos tres años, en convocatorias como el Premio de Expresión Plástica de la UNED de Barbastro, el Concurso Nacional de Pintura Casimiro Sainz de Reinosa, el Certamen de Pintura Acor de Castilla y León, el Concurso de Pintura Villa de Fuente Álamo, el Cerezo Moreno jienense o los de las villas de Pego y Álora.

Javier Erre. El verano de la tortuga, 2017. Colección Centre d´Art el Marçó Vell, Centelles, Barcelona
Javier Erre. El verano de la tortuga, 2017. Colección Centre d´Art el Marçó Vell, Centelles, Barcelona
Javier Erre. El niño que fui, 2020
Javier Erre. El niño que fui, 2020
Javier Erre. "Rosa no es un color". Galería Isolina Arbulu, Marbella
Javier Erre. Rosa no es un color. Galería Isolina Arbulu, Marbella

Este autor, que ahora reside y trabaja en Madrid, se incorpora a esta sección porque queremos saber más de las reflexiones sobre la memoria y sus huellas en el presente que vuelca en sus trabajos y sobre los puentes que establece en ellos entre las técnicas tradicionales de la pintura y los medios digitales; también sobre el peso de la fotografía en sus procesos creativos (quizá sea inevitable referirnos a esta disciplina a la hora de hablar de lo evocado).

Nos cuenta Javier que tomó la decisión de dedicarse de forma firme a su actividad artística hace unos siete años y que, en su caso, un viaje le ayudó a aclarar ideas. Sus primeros respaldos (en forma de premios y participación en ferias) vinieron a refrendar su opción: Mi dedicación como artista de una manera seria y continuada podemos situarla hacia finales de 2015. Por entonces hacía mucho tiempo que había salido de la Facultad de Bellas Artes y también que había abandonado la idea de ser pintor para dedicarme al diseño, profesión en la que trabajé durante más de doce años.

Pintar era algo que volvía cada cierto tiempo pero que generalmente lograba controlar para seguir con mi vida, hasta un momento en que todo cambia y ya no hay vuelta atrás. Me encontraba en medio de las montañas del Kaçkar Daglari, al noroeste de Turquía, un lugar espectacular en plena naturaleza. Tenía la intención de tomarme un tiempo para viajar por el mundo, pero esa idea no hacía más que volver y volver a mi cabeza. Estaba claro que no había lugar en el mundo donde pudiera ir para acallar este impulso. Así que tomé la decisión de regresar a Barcelona, llamar a la agencia para la que trabajaba y a la escuela de diseño donde daba clases y comunicarles, con seis meses de anticipación, que pararía para centrarme en mi vocación artística.

Los principios fueron tan ilusionantes como duros, cargados de incertidumbres. Cada pincelada era un esfuerzo, pero también un logro con el placer de ir descubriendo un universo nuevo que se abría. Primero sin grandes pretensiones. No quería ponerme mayor presión que responder a la necesidad que tenía y dejar que el tiempo fuera diciendo. Tuve la suerte de ganar pronto un premio de pintura —el Premi Centelles de 2017— que me confirmó de alguna manera que lo que estaba haciendo tenía calidad, que había otros fuera de mi círculo que estaban interesados y que lo valoraban. También comencé a trabajar con galerías y a mostrar mi pintura en ferias. Recuerdo la emoción que sentí al colgar mis cuadros en SWAB, Barcelona. Fue un momento de enorme felicidad como pintor, un deseo cumplido.

Javier Erre. Un conejo cualquiera, 2022
Javier Erre. Un conejo cualquiera, 2022
Javier Erre. No es un conejo cualquiera, 2022
Javier Erre. No es un conejo cualquiera, 2022

Como avanzábamos, el centro de su producción es el asunto, casi siempre espinoso, de qué hacer hoy con nuestro ayer: cómo digerir el pasado o, al menos, el pasado al que hemos dado forma subjetiva. Atiende sobre todo a la esfera individual, a su propia experiencia, pero muchos podrán sentirse identificados con el espíritu de sus recuerdos y del manejo de ellos: Toda mi obra artística aborda la cuestión de la memoria, cómo su influencia pervive hasta el presente y qué hacemos con ella. Del mismo modo, toda mi obra tiene un carácter autobiográfico, al menos como memoria ficcional, que me sirve como mecanismo para presentar aquellos temas que me preocupan, como las imposiciones de la autoridad, los conflictos inherentes a las relaciones o la relectura de los atributos ligados a la masculinidad.

La pintura es su medio de expresión y ha trabajado muy a menudo al óleo, técnica que empleó en El verano de la tortuga, la obra de la que comenzábamos hablando, pero también ha incorporado materiales menos tradicionales y las alteraciones formales de sus motivos (al servicio del contenido semántico de sus piezas) han avanzado, igualmente, hacia una mayor complejidad: Fundamentalmente trabajo la pintura al óleo sobre formatos tradicionales como el lino, el lienzo o la madera, pero también otros menos frecuentes como la malla de poliéster. En mi proceso pictórico el soporte ha ido cambiando, fruto del propio desarrollo en torno a la distorsión. El deseo de aislar las figuras de su contexto para centrar la atención en los personajes y sus emociones me llevó a buscar un soporte, como la malla, que me permitiera conseguir que el fondo dejara de existir, y también a trabajar piezas en madera recortadas con las que me liberaba del formato habitual del cuadro.

El uso que hago de la distorsión también se ha ido haciendo más complejo con el tiempo. Me impongo no repetirme, intentar extenderlo y que su empleo específico esté justificado. En la actualidad trabajo mezclando la separación de canales digitales y la distorsión, con un proceso pictórico que parte de una especie de grisalla más tradicional sobre la que aplico masas de color, con frecuencia puro, y veladuras.

Javier Erre. Hacia lo salvaje, 2022
Javier Erre. Hacia lo salvaje, 2022
Javier Erre. Verbena, 2022
Javier Erre. Verbena, 2022
Javier Erre. Verbena (detalle), 2022
Javier Erre. Verbena (detalle), 2022

Esas distorsiones a las que alude, muy presentes en la exposición “Rosa no es un color”, tienen un valor fundamental para Javier: se relacionan con lo precario de nuestra memoria, pero también con emociones. En función de las imágenes, podrán implicar dicha o descontento, ligereza o un elemento desconocido y latente, aquello siniestro en lo cercano.

Viene trabajando a partir de álbumes fotográficos, al principio propios y progresivamente también ajenos; en esas imágenes encuentra claves formales y significativas a las que sacar punta. Entre sus referentes, cita a pintores de generaciones diversas que han abordado la renovación hoy de lo figurativo: Mi trabajo pictórico está muy ligado a las imágenes de los álbumes familiares, no solo por tratarse del material que tomo como punto de partida, sino también por el interés que me provocan muchos de esos aspectos tan característicos de un lenguaje amateur: los errores de composición, los estereotipos, las redundancias, las fallas en la imagen, las variaciones cromáticas propias de cada época… junto a todas esas pequeñas historias que se cuelan involuntariamente en la imagen.

Otra característica fundamental de mi pintura como es la distorsión, un recurso que ya empleaba en mi etapa como diseñador, tiene su origen en unas ilustraciones de prensa que el gran diseñador Pere Torrent, Peret, realizó hacia los ochenta y noventa, y que yo descubro mucho más tarde. De mi trabajo como diseñador saltan de una manera no muy reflexionada a mis pinturas, pero pronto decido explorarlo sistemáticamente por lo que veo que me aporta a nivel narrativo. De ahí ha ido creciendo mucho más de lo que me podía imaginar.

En términos pictóricos hay muchos artistas que me influyen, como Matt Hansel, Wendelin Wohlgemuth, Neo Rauch, Lola Gil, Ana Ciscar, Escoto + Carrara… En su mayoría, pintores que trabajan en la renovación de los lenguajes figurativos. Estoy muy pendiente de lo que sucede, especialmente en pintura. A veces puede ser una paleta cromática, una manera de aplicar una textura, de componer la imagen… aspectos como la idea de personaje de Yue Min Jun, la manera brutal de abordar la genealogía familiar de Paula Rego o la relectura del álbum y de la memoria de Gerhard Richter.

Javier Erre. Balloon, 2022
Javier Erre. Balloon, 2022
Javier Erre. Bandera, 2022
Javier Erre. Bandera, 2022
Javier Erre. El grito, 2021
Javier Erre. El grito, 2021

Dos han sido sus proyectos fundamentales hasta ahora, ambos asentados en la memoria propia. El primero tiene que ver con la familia; el segundo con el crecimiento: La mayor parte de mi obra pictórica hasta la fecha se distribuye en dos series temáticas: “Distorsiones familiares” y “Rosa no es un color”. Ambas tienen un fuerte carácter autobiográfico.

En la primera me propuse trabajar en torno a los vínculos familiares. Con ella comienzo a explorar e incorporar el lenguaje de los álbumes fotográficos en mi obra. También surge por primera vez la distorsión con un carácter expresivo, como modo de indicar que existe algo más allá de lo que vemos, al tiempo que para tratar la cuestión de la fiabilidad de la memoria.

En “Rosa no es un color” mi interés se amplía hacia conceptos como la ubicación, la desubicación, las imposiciones, la autoridad, el deseo, las expectativas, el rechazo, la aceptación y también los estereotipos ligados a lo masculino. Es una suerte de relato sobre el despertar a la vida y el autodescubrimiento de uno mismo y de los otros. En este caso, desarrollo una ficción inspirada en mis memorias de infancia, a las que doy forma como una narración en torno a un personaje central, que es este niño vestido de conejo rosa.

Javier Erre utiliza la distorsión con un carácter expresivo, como modo de indicar que existe algo más allá de lo que vemos, al tiempo que para tratar la cuestión de la fiabilidad de la memoria.

Javier Erre. Algún día lo entenderás, 2021
Javier Erre. Algún día lo entenderás, 2021
Javier Erre. La chica que te guste más, 2022
Javier Erre. La chica que te guste más, 2022
Javier Erre. Tienes cara de Narciso, 2017. Colección Ayuntamiento de Martos, Jaén
Javier Erre. Tienes cara de Narciso, 2017. Colección Ayuntamiento de Martos, Jaén

Esta última serie y parte de la primera, lo decíamos, nos esperan ahora en Marbella: En estos momentos puede verse mi exposición “Rosa no es un color” en la Galería Isolina Arbulu de Marbella. Muestra mi obra más reciente junto a una selección de piezas de “Distorsiones familiares”, con las que se articula planteando una visión de conjunto muy especial que explica cómo ha ido evolucionando mi pintura en los últimos años. Es una oportunidad para ver ambas series juntas y descubrir las reiteraciones y variaciones que caracterizan mi trabajo, tan propias de cómo yo entiendo el juego de la memoria y su reconstrucción constante.

Por lo que respecta al futuro más inmediato, estoy comenzando a trabajar en nueva obra, en la que seguiremos descubriendo las peripecias de este niño-conejo-rosa y los personajes que aparecen a su encuentro.

Conoced mejor a Javier, aquí: www.javiererre.com.

Javier Erre. "Rosa no es un color". Galería Isolina Arbulu, Marbella
Javier Erre. Rosa no es un color. Galería Isolina Arbulu, Marbella

 

Javier Erre. "Rosa no es un color". Galería Isolina Arbulu, Marbella
Javier Erre. Rosa no es un color. Galería Isolina Arbulu, Marbella
Javier Erre. "Rosa no es un color". Galería Isolina Arbulu, Marbella
Javier Erre. Rosa no es un color. Galería Isolina Arbulu, Marbella

 

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