Fichados

Ignacio Lobera

Ignacio LoberaIgnacio LoberaNOMBRE: Ignacio

APELLIDOS: Lobera

LUGAR DE NACIMIENTO: Logroño

FECHA DE NACIMIENTO: 1989

PROFESIÓN: Artista e ilustrador

 

 

 

 

Hacía tiempo que un ilustrador no pasaba por Fichados; esta semana Ignacio Lobera toma el relevo a Sandra Rilova. Lo conocimos allá por 2013, cuando participó, en la Galería Rafael Pérez Hernando, en una de las muestras de la iniciativa Emerge, y muy probablemente algunos hayáis encontrado su trabajo en varias cubiertas de la editorial Hermida: las de La bella y la bestia, La alegría de la vida y Virginia Woolf: Memorias críticas, todas ellas publicaciones de 2019; o bien en Vanity Fair, Forbes México, Principia Magazine, Condé Nast Traveler, Vear Magazine o Verre Magazine.

Lobera, licenciado en Bellas Artes en la Facultad de Cuenca (de la que han salido varios de nuestros fichados), ha cursado también el Máster de Investigación del Dibujo: Producción, creación y difusión y el de Profesorado (Educación Secundaria Obligatoria, Bachillerato, FP e Idiomas) en la Universidad de Granada. Ha presentado muestras individuales en El Umbral de primavera, vivero cultural madrileño; el Bar Cock, Cámara Bufa (Toledo) y el Estudio 22 de Logroño y sus colectivas le han llevado a espacios como el Museo Würth, el Bilbao Exhibition Centre, el Auditorio de Cuenca y la Fundación Antonio Pérez, la citada Galería Pérez Hernando, el Museo Casa de los Tiros de Granada, de nuevo el Estudio 22 o la Montresso Art Foundation de Marrakech.

Para cerrar presentaciones, os contaremos que Ignacio obtuvo un accésit honorífico, en la categoría de cómic, en la XXV Muestra de Arte Joven de La Rioja (2009); un segundo premio de ilustración en ese certamen de la Universidad de Cuenca (2012) y un accésit honorífico Pilar Dalbat de diseño gráfico de estampación textil (2014), y que en 2018 desarrolló la residencia artística Jardin Rouge en la mencionada Montresso Art Foundation marroquí. Se suma a esta sección porque nos interesa tanto su voluntad de llevar el dibujo más allá de su soporte habitual como su análisis, desde la actualidad, de las mujeres fatales presentes en el cine de mediados del siglo pasado.

Ignacio Lobera. "La Collective. Montresso Art Foundation
Ignacio Lobera. “La Collective”, 2019. Montresso Art Foundation, Marrakech
Ignacio Lobera en su taller durante la Residencia artística Jardin Rouge. Montresso Art Foundation
Ignacio Lobera en su taller durante la residencia artística Jardin Rouge. Montresso Art Foundation, 2019
Ignacio Lobera. "Las formas de una duda", 2014. Estudio 22, Logroño
Ignacio Lobera. “Las formas de una duda”, 2014. Estudio 22, Logroño

Le hemos preguntado por sus inicios en el arte, y nos ha contado que, momentos relevantes y formación al margen, entiende esta actividad como un empeño a largo plazo: Me produce bastante rubor autoproclamarme artista. Creo que hay un mal uso generalizado de esta palabra, que hay demasiada apropiación indebida. Si nos ceñimos a la acepción “persona que cultiva alguna de las bellas artes” llego a sentirme más identificado. Me gusta lo de “cultivar”, cuidar, hacer crecer, perfeccionar y recoger lo sembrado.

No tengo claro el momento en el que empecé a tomarme en serio esto de labrar con mis lápices. Quizá fue el día en el que hice las pruebas de acceso a la Universidad de Salamanca o antes, cuando la profesora de inglés me pilló en clase dibujando y —lejos de reñirme— vaticinó a voz en grito que yo tendría éxito. O cuando expuse por primera vez con el Colectivo Yeamman de Logroño. O cuando recibí mi primer encargo profesional por parte de Vanity Fair para crear dos personajes que representasen el espíritu sofisticado y descreído de la revista.

El que una persona dibuje desde que tiene uso de razón, o que sea totalmente autodidacta porque no ha tenido acceso al arte, no significa nada para mí. Creo más en el compromiso y en los motivos que empujan a emprender esta carrera de fondo. Digamos que uno no dedica tiempo, dinero y esperanzas durante gran parte de su vida a algo para que luego todo ese esfuerzo caiga en saco roto. Ya si luego uno se empeña en reventar el mercado del arte o en cambiar el rumbo del mundo es otra historia. Definitivamente, lo mío es un compromiso.

Ignacio Lobera. Intervención en el Escaparate de los Leones. Lovisual19, Logroño.
Ignacio Lobera. Intervención en el Escaparate de los Leones. Lovisual19, Logroño

Como ya adelantábamos, uno de los ejes de su trabajo es ese personaje tipo, más rico de lo aparente, de la mujer fatal: villanas que se sirven de su físico y sexualidad para atrapar a héroes en horas bajas. Pocas culturas y folclores han escapado a su influencia, aunque asociemos su imagen fundamentalmente al cine negro. En lo formal, ahonda en las opciones del dibujo y de la línea, elemento clave de su lenguaje: Si diseccionas la película Teorema, de Pasolini, obtendrás una ensalada de deseo, prohibición, tabúes, costumbrismo, doble moral y cultura, aderezada con el vinagre de la política, con la que me identifico totalmente. Me fascina. Todo esto lo encontré analizando el estereotipo de la femme fatale al final de mi carrera de Bellas Artes. El estudio en profundidad de este estereotipo y mi relación con el dibujo me empujaron a continuar estudiando en el Máster de Investigación del Dibujo de la Universidad de Granada. Mi premisa consistía en modificar la imagen de la
mujer fatal heredada de los años 50 y traerla hasta nuestros días.

En cierto modo, me obsesioné con encontrar nuevas maneras de plantear y exponer el dibujo más allá del papel, y prueba de ello fue mi exposición colectiva en la Galería Rafael Pérez Hernando de Madrid y mi primera individual en la galería Estudio 22, de Logroño. Con el tiempo dividí ese estereotipo en varios conceptos base, que son mi fuente de inspiración y estudio, para seguir trabajando con la línea, ese mínimo elemento gráfico con posibilidades de expresión que hace visible lo invisible.

Ignacio Lobera. Elle n´habite pas ici
Ignacio Lobera. Elle n´habite pas ici

Respecto a técnicas, nos cuenta que trabaja en papel (entre otras razones, por lo que tiene de íntimo el proceso de su preparación y por la espontaneidad que permite) y empleando técnicas secas. Su elección del formato tiene que ver con el lugar en que se encuentre trabajando, pero en el taller elige expandirse: Trabajo en cualquier técnica seca o que seque muy rápido. No tengo paciencia suficiente como para esperar a que el óleo me permita seguir trabajando, o a que se revele una fotografía en un cuarto oscuro. A veces me veo a mí mismo como una fotocopiadora, pero creo que de eso trata mi labor. Antes de dibujar un papel final, educo mi mano, más de dos veces, para no tener ninguna duda en el gesto, como cuando firmas. Y en este caso, cada dibujo se convierte en una nueva firma. Sintetizo la figura hasta que encuentro la línea más representativa del dibujo. Jugar con el lleno y el vacío que crea la línea es, para mí, el ejercicio más hermoso, un viaje continuo que ayuda a entreabrir espacios vacíos para descubrir un hombro, una rodilla, una cara…

Y el papel… El papel siempre será mi mejor amante. Para mí no es un soporte con menos valor que el de un lienzo. El papel conlleva cierta espontaneidad, lo cual me gusta mucho, pero también implica una serie de rituales en la manipulación, preparación y mantenimiento que lo hacen más cálido y cercano que un bastidor. Lo digital ya es otra historia porque la rapidez que proporcionan esas técnicas es impresionante, si bien le aprecio bastantes carencias.

Con respecto al formato, siempre recuerdo una frase de Soledad Sevilla en la que comparaba el formato de sus piezas con sus propias capacidades físicas, y como esta relación iba cambiando en función de su edad. Cuanto más joven, más grandes, y viceversa. En mi caso es igual, pero también depende del espacio en el que esté trabajando. Si estoy en casa escojo formatos pequeños para no invadir demasiado, pero cuando voy a mi taller me explayo absolutamente. Tiro de rollo de papel y trabajo en formatos más grandes, que son perfectos para que se vea el gesto y todo el movimiento de la línea.

Jugar con el lleno y el vacío que crea la línea es, para mí, el ejercicio más hermoso, un viaje continuo que ayuda a entreabrir espacios vacíos para descubrir un hombro, una rodilla, una cara…

Ignacio Lobera. "Lo que nunca ví". El Umbral de primavera, 2019
Ignacio Lobera. “Lo que nunca ví”. El Umbral de primavera, 2019

Se nutre Lobera de referencias muy diversas, desde el cine (cada vez se fija más en el contemporáneo) a la pintura en torno a 1900, pasando por el trabajo de ilustradores o pintores recientes y por sus propias experiencias cotidianas. En general, le interesan aquellos autores que han trabajado en el campo de la gráfica tratando asuntos que a todos nos atañen: (Mis referencias pasan por) cualquier factor cultural, ya sea música (Max Richter, Christine and the Queend, Concerto…), una noticia, una historia del barrio o despertar al lado de mi marido. Me siento en una terraza o bajo al metro y siempre encuentro una historia. El cine negro tiene un peso importante en mi trabajo, pero así como antes me influían películas como Rebeca (1940), de Hitchcock, o ¿Qué fue de Baby Jane? (1962), de Aldrich, ahora me interesan más El bar (2017), de Álex de la Iglesia, o Climax (2018), de Gaspar Noe.

Creo que las influencias van y vienen en función a los intereses plásticos y conceptuales de cada momento. Por ejemplo, en el ecuador de la carrera estaba obsesionado con Egon Schiele o Alfons Mucha. Supongo que es lógico porque en esa etapa vital uno siempre intenta romper las normas, y precisamente Schiele rompía con las reglas académicas de su tiempo. Con los años me he centrado más en el trabajo de El Roto, Fernando Renes, Javier de Juan, Jorge González o Santiago Ydáñez. Hay muchos. Me sorprende que todos sean hombres, la verdad, pero mi interés, básicamente, es su capacidad de convivir con el error. La madurez gráfica que tiene su trabajo y la capacidad de mostrar un punto de vista universal que roza lo filosófico.

Ignacio Lobera. Goyesco, 2020
Ignacio Lobera. Goyesco, 2020

A la hora de citar los principales proyectos en los que hasta ahora ha trabajado, Lobera comienza por uno que intuiréis reciente, Los caprichos del coronavirus, sobre los efectos, a pequeña y gran escala, del virus y el confinamiento: Es una crónica que comenzó con el decreto de Estado de Alarma. Desde entonces he ido publicando diariamente dibujos que reflejan situaciones cotidianas con frases captadas del entorno familiar, vecinal o periodístico. Todos ellos son retratos de ese confinamiento que cuestionan, reflexionan y ponen en tela de juicio los cambios sociales, culturales y económicos derivados de la pandemia.

Ignacio Lobera. La Comunidad. Los caprichos del coronavirus, 2020
Ignacio Lobera. La Comunidad. Los caprichos del coronavirus, 2020
Ignacio Lobera. Luisa. Los caprichos del coronavirus, 2020
Ignacio Lobera. Luisa. Los caprichos del coronavirus, 2020
Ignacio Lobera. Mejor postor. Los caprichos del coronavirus, 2020
Ignacio Lobera. Mejor postor. Los caprichos del coronavirus, 2020

Guarda relación con esos caprichos la serie Smartportraits, sobre las imágenes que de nosotros han arrojado las tecnologías durante nuestro encierro y las interferencias de nuestra comunicación (e informativas): Es una serie de retratos inspirados en los rostros grotescos que arrojan las videollamadas, otro daño colateral de la presente pandemia. Esta serie es un apéndice de Los caprichos del coronavirus y desvela rostros imperfectos, torpes, descentrados y, en algunos casos, cómicos junto a esas frases hechas o muletillas indisociables de nuestras llamadas telefónicas: “Se entrecorta”, “Espera, no te escucho bien”, “No te muevas”… Smartportraits también pone de relieve la torpe comunicación habida durante el confinamiento y la falta de claridad informativa en determinados momentos.

Ignacio Lobera. Smartportrait VII, 2020
Ignacio Lobera. Smartportrait VII, 2020
Ignacio Lobera. Smartprtrait VI, 2020
Ignacio Lobera. Smartprtrait VI, 2020
 Lobera. Smartportrait II, 2020
Lobera. Smartportrait II, 2020

Durante la residencia para la Montresso Art Doundation de la que hablábamos, llevó a cabo Dos rombos, sobre lo que la censura tiene de censurable y sobre nuestra querencia por lo prohibido: Es un teatro de sombras. La distorsión de las formas producidas por el juego de la perspectiva permite al espectador ver sin ser visto. Quise dar forma a una alegoría del deseo y la prohibición. Dos rombos evoca el código regulador creado en nuestra televisión bajo el régimen de Franco y, en esta ocasión, escudriñaba y analizaba las paradojas en la cultura marroquí. Para esta serie utilicé cajas de luz que permiten desvelar la verdadera realidad oculta tras las prohibiciones de esa cultura. Presidida por el dibujo Moroccan Saying, la serie reflexiona sobre la hipocresía social y los dichos populares que la delatan: “Cuando la vaca está en el suelo podemos ver sus puñales”.

Ignacio Lobera. Continus, je peux me ruiner. Dos rombos, 2019
Ignacio Lobera. Continus, Je peux me ruiner. Dos rombos, 2019
Ignacio Lobera. C´est le meilleur pour toi. Dos rombos, 2019
Ignacio Lobera. C´est le meilleur pour toi. Dos rombos, 2019
Ignacio Lobera. Mon Propriétaire et Dame. Dos rombos, 2019
Ignacio Lobera. Mon Propriétaire et Dame. Dos rombos, 2019

Preguntamos a Ignacio también por sus proyectos futuros: Actualmente, estoy poniendo en marcha otros dos proyectos con cajas de luz. Me interesa mucho representar sin trazar el papel, desvelar información secundaria, transformar totalmente un mensaje en otro y ofrecer distintas lecturas de una misma escena, de lo que vemos a simple vista. Un trabajo que a la luz del día nos cuenta una historia y que al caer el sol nos habla de otra complementaria, tal vez opuesta, en cualquier caso, insospechada.

Conocedlo mejor aquí: www.ignaciolobera.com o en su perfil en Instagram: @ignacio.lobera.

Ignacio Lobera. A la puta calle, 2020
Ignacio Lobera. A la puta calle, 2020

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