
Hasta el próximo 6 de julio podemos visitar en la Fundació Catalunya La Pedrera una completa muestra, la mayor realizada hasta a fecha en Barcelona, del trabajo de Sean Scully (Dublín, 1945). Se trata, además, de una exposición con un significado especial porque el artista, uno de los más destacados de la abstracción contemporánea, regresa a la Ciudad Condal, donde vivió temporalmente y tuvo su estudio durante más de catorce años, además de por coincidir con la celebración de su octogésimo cumpleaños el próximo 30 de junio.
Javier Molins, comisario de “Sean Scully”, ha respondido a algunas preguntas que le hemos hecho desde la redacción y que ahora os compartimos.
masdearte: Hola, Javier. Muchas gracias por atender a nuestras preguntas y darnos la oportunidad de ofrecer a los lectores de masdearte su visión como gran conocedor del trabajo de Sean Scully y como comisario de esta retrospectiva.
Desde 2007, hace ya dieciocho años, Barcelona no acogía una retrospectiva de Scully, así que comencemos por saber cómo ha sido concebir esta antológica, en la que nos consta que el propio artista ha estado muy implicado. Entendemos que han pasado suficientes años como para que los que tuvieron ocasión de ver aquella exposición en la Fundació Joan Miró vuelvan a tener ganas de situarse frente a su obra y que es también un regalo para los que no estaban allí. Pero, como comisario, ¿cuáles han sido las motivaciones, objetivos, y también los retos, de volver a mostrar aquí el trabajo de Scully de una manera tan extensa?
Javier Molins: Creo que, principalmente, comparándola con la de la Fundación Miró, habría que destacar que de las sesenta obras de esta exposición solo tres se repiten y, además, esta es mucho más amplia cronológicamente. Evidentemente es así en la parte final, porque han pasado dieciocho años y por tanto hay dieciocho años más de producción, pero también en la parte anterior, porque arrancamos en los años sesenta, mientras que aquella arrancaba en los ochenta.
Son por tanto siete décadas de producción de Sean Scully y es mucho más variada. Comenzamos con la figuración, mostramos la parte minimalista y llegamos a la parte de los ochenta, que es la del Sean Scully más conocido, con su estilo más propio.
Y otra gran diferencia, yo creo que sería ya no solo cronológica, sino en el diálogo que se establece con la arquitectura de Gaudí y también, por extensión, con la ciudad de Barcelona.
Cuando uno expone en una sala como la sala de La Pedrera, donde yo tuve la oportunidad de organizar una exposición de Jaume Plensa como comisario, te das cuenta de la fuerza que tiene esta sala, la arquitectura de Gaudí, todas esas columnas que recorren la sala… Y eso es algo contra lo que no hay que luchar, sino, más bien al revés, utilizarlo como un aliado.
Desde el primer momento quisimos mostrar todo el espacio, lo máximo posible, no panelar prácticamente nada sino ver cómo ese río de columnas de Gaudí podía jugar a nuestro favor. Y fuimos insertando en ese río las pinturas de Sean Scully. Al mismo tiempo, dejamos también muchas ventanas abiertas, de manera que la gente, en un momento dado, puede estar en la sala viendo el arte de Scully, la arquitectura de Gaudí y, por la ventana, la ciudad de Barcelona. Se trataba de establecer un diálogo con Gaudí y con Barcelona, que como ya se ha dicho fue una ciudad importante para Scully, pues en un momento de su vida, durante catorce años, tuvo estudio y vivienda aquí, que alternaba con los estudios y viviendas en Nueva York y Múnich, y, por lo tanto, queríamos también resaltar esa esa relación con Barcelona.


m: Ahora, una pregunta mucho más concreta, que nos lleva a meternos de lleno en la obra más reconocible de Scully: ¿qué significa la raya o la franja para Sean Scully?
J.M.: Podríamos decir que Scully descubre la raya, o la línea, con 17 años, cuando trabajaba en el hotel Victoria Palace y en sus ratos libres se escapaba a ver La silla, de Van Gogh, cuadro que estaba expuesto en aquel entonces en la Tate Gallery de Londres (hoy en la National Gallery) y que le fascinaba. Y ahí descubrió, en el asiento de la silla, esas líneas como de esparto que podía ver también incluso en el suelo de esa pintura. La línea se había convertido en algo muy importante para Scully, pero lo que supuso un punto de inflexión en su trayectoria fue un viaje a Marruecos que realizó con veintitantos años, en el que descubrió todo un imaginario de líneas verticales y horizontales presentes en los textiles, así como los colores y toda esa geometría de la arquitectura marroquí, que impregnaron, desde luego, su manera de ver el mundo y, sobre todo, de ver el arte. Siempre ha reconocido esa gran influencia de aquel viaje iniciático y cómo trasladó toda esa iconografía a su obra, cambiando totalmente su manera de pintar. Hasta entonces pintaba más bien figurativo y decidió empezar el camino hacia la la abstracción geométrica. Por lo tanto, sí, podemos decir que la franja lo es todo en la obra de Sean Scully.
“El color es muy importante para él, no solo desde el punto de vista estético, sino también desde
el punto de vista anímico, como medio para intentar transmitir unos sentimientos”
m: ¿Y el color?, tan importante en su producción y gran conductor de emociones. ¿De dónde surgen los colores y las combinaciones que emplea?
J.M.: Picasso tenía una frase que yo siempre recuerdo, que decía que para él el secreto del arte era simplemente cuando iba andando por un bosque en Fontainebleau y tenía una indigestión de verde y al llegar al estudio necesitaba, de alguna manera, expulsar ese verde en las obras. Yo creo que a Sean Scully le pasa un poco lo mismo. Siempre digo que el color es muy importante en su obra; para mí él es un maestro en la combinación de colores, en abstracción, como Matisse lo es en la figuración. Yo he visto a muchos artistas fracasar a la hora de combinar colores porque parece que es algo sencillo, ¿verdad? En un primer momento es poner un color al lado del otro, pero que funcionen bien y creen una armonía, no es tan sencillo. Yo creo que Scully lo hace de una manera magistral y a veces utiliza los colores según su estado de ánimo o en función de lo que quiere expresar. Por ejemplo, en la exposición hay una pintura que se llama Oisin in red, en la que podemos ver cómo intenta plasmar la ternura que le despierta su hijo cuando es pequeño a través de colores como el rosa. O podemos ver una pintura que se llama África, de la Colección del Museo Reina Sofía, donde él mismo reconoce que quiere plasmar el color de la arena del desierto. Se ve a través de los tonos ocres que utiliza, pero también a través de esa textura arenosa que encontramos en la pintura, que tiene volumen.
Por tanto, sí, el color es muy importante para él, no solo desde el punto de vista estético, sino también desde el punto de vista anímico, como medio para intentar transmitir unos sentimientos.

“Scully es un maestro en la combinación de colores, en abstracción, como Matisse lo es en la figuración”
m: La repetición y el ritmo son una constante en toda su obra, pero a pesar de ello no tenemos la sensación de que todo lo que vemos sea siempre lo mismo. Quizás ese sea uno de sus logros y su gran riqueza. En el texto que usted ha escrito para la exposición, leemos que en la obra de Scully “no hay nada que se haya dejado al azar. Todo tiene un porqué y es precisamente el conjunto lo que da sentido a la obra”. Incluye también la famosa frase que Chillida dedicó a su admirado Bach: “siempre nunca diferente, pero nunca siempre igual”. ¿Podría desarrollar qué quiere decir al introducir esta idea en la obra de Scully?
J.M.: Yo creo que Sean Scully presenta una gran variedad de registros en su obra y esto contrasta frente a la opinión, un poco superficial, de quien pueda decir que muchas de sus obras son muy parecidas. Y creo que en ese sentido se puede establecer un símil con la música de Johann Sebastian Bach, y concretamente con las Variaciones Goldberg, que es una misma melodía con diversas variaciones. En la obra de Scully subyace un tema común que sin duda es la abstracción geométrica, pero que presenta infinidad de variaciones. A veces podemos ver sus Wall of Light, que son las series de pinturas con franjas horizontales y verticales que, quizá de pronto a alguien le pueda parecer que son algo sencillo, pero que viendo varias juntas, como se pueden ver en esta exposición, uno se da cuenta de la infinidad de variaciones que hay y lo diversas que pueden ser unas de otras.
Igual que las Landline, que son las pinturas que hace con líneas horizontales. Podemos ver unas hechas con tonos azules, otras con tonos verdes, otras con tonos más anaranjados… Yo creo que dentro de la abstracción geométrica la combinación es infinita y en la obra de Sean Scully podemos ver esa diversidad.
m: A comienzos de los años 70 ―en 1972―Sean Scully obtiene una beca para la Universidad de Harvard, iniciando así su relación con Estados Unidos, país al que regresaría en sucesivas ocasiones desde Inglaterra, entonces su lugar de residencia. En 1975 instalaría su estudio en Nueva York y en 1983 adquiriría la nacionalidad americana. ¿Qué supuso para la obra de Scully, si es que tuvo alguna incidencia, esa inmersión en el mundo artístico norteamericano?
J.M.: Cuando en el año 1975 Sean Scully se traslada a Nueva York acababa de tener su primera gran exposición en la Rowan Gallery de Londres, que era una galería muy importante, donde entonces exponían los artistas más destacados de la ciudad. Fue una exposición en la que tuvo mucho éxito, lo vende todo y, en ese momento, él podía haberse acomodado y haberse quedado en Londres, pero Scully, que siempre se ha definido, y así también lo veo yo, como un luchador, en vez de acomodarse decide irse a Estados Unidos y empezar casi de cero allí.
En Nueva York abrazó el movimiento minimalista, lo que también supone un cambio en su carrera, convirtiéndose en un autor destacado dentro de ese movimiento. Él siempre ha dicho que Nueva York es una ciudad que le encanta por todo lo que te ofrece y toda la información que te da, y también por todo lo que te exige, es una ciudad muy exigente, pero que él necesita siempre tener una pierna, digamos, en Europa, porque en Estados Unidos, y en una ciudad tan dura como Nueva York, puedes quedarte sin alma. Y él necesita ese alimento espiritual e intelectual que quizás también encuentra de una manera diferente en otras ciudades, como en su día en Barcelona, en Mooseurach, localidad campestre a las afueras de Múnich, donde tiene un un estudio, o en Aix-en-Provence, donde recientemente ha adquirido otra vivienda y un estudio en pleno campo, con varias hectáreas con olivos y demás. Scully necesita ese contraste entre la ciudad de Nueva York, dinámica y con tanto por ofrecer, y la tranquilidad, intelectualidad o espiritualidad que le proporciona una Europa, quizás más refinada.
“El minimalismo se le quedó un poco pequeño para todo lo que él quería expresar e intentó encontrar su su propio camino, yo diría que de una manera muy exitosa y con un estilo propio, que es lo que le ha dado un gran prestigio”
m: Scully siempre ha reconocido que abrazó la abstracción tras un período de pintura figurativa, porque quería usar un lenguaje universal que llegara a todo el mundo. Pero entre medias logró gran éxito y reconocimiento con su pintura minimalista… ¿Qué le llevó a abandonar el minimalismo y cómo fue ese proceso hasta llegar a la abstracción?
J.M.: Sean Scully, como él mismo ha reconocido, se encontraba encorsetado en los límites que imponía el minimalismo. Él pone un ejemplo muy clarificador cuando dice que el minimalismo era como “tocar música con un silbato…”. Uno puede dar muy pocas notas con un silbato, por tanto él se sentía muy limitado. Otros artistas del minimalismo no lo experimentaban así, por ejemplo Agnes Martin decía que a ella el entorno no le influía para nada, que el minimalismo para ella era algo más mental y que pintaba los mismos cuadros en Nueva York o en Nuevo México, con lo diferente que es un sitio y otro; uno muy urbano y otro más en la naturaleza. Pero para Sean llega un momento en el que necesitaba expresarse de otra manera y enseguida encontró su camino, como él dice, devolviendo la emoción a la abstracción. Y esas líneas que eran muy, muy, puras; y muy, muy limpias, pues empezaron a hacerse más anchas, empezaron a difuminarse cuando se tocaban unas con otras, aparecieron los títulos en su obra, algo que casi podemos decir que estaba prohibido en el minimalismo. Él empezó a poner títulos como África, Empty Heart, Falling Figure; títulos que hacían referencia a realidades, a sentimientos, a ciudades que visitaba, a vivencias que tenía o libros que leía.
Por lo tanto, se podría decir que el minimalismo se le quedó un poco pequeño para todo lo que él quería expresar e intentó encontrar su propio camino, yo diría que de una manera muy exitosa y con un estilo propio, que es lo que le ha dado un gran prestigio.

m: Sí, efectivamente vemos que los títulos son una parte fundamental en la obra de Scully y que en muchas ocasiones hacen referencia a sus experiencias personales. ¿Cuánto de su vida nos cuenta el artista en sus obras?
J.M.: Pues como decía, yo creo que el artista nos cuenta mucho de su vida a través de sus obras. Ya hemos señalado ejemplos significativos como Oisin in red, donde intenta plasmar la ternura que siente con su hijo cuando es pequeño. Es una pintura abstracta en la que emplea tonalidades rosas que él siempre dice que asocia a la infancia y la ternura. Lo podemos ver también en una pintura que se llama Tin Mal, en la que trata de mostrar a través de un cuadro abstracto todo lo que le transmite ese pueblo de Marruecos. Vemos franjas con los colores que se supone que encuentra en ese lugar, de la misma manera que hará en África, al tratar de plasmar el color de la arena del desierto.
Por supuesto, lo vemos en Paul, sobre su hijo tristemente fallecido en un accidente de tráfico cuando tenía 18 años, o en Empty Heart, donde todo son negros y blancos, unos colores muy oscuros o grises que transmiten esa tristeza que sin duda él siente en aquel momento.
Otros ejemplos pueden ser obras como Ukbar, también en la exposición, que hace referencia a una ciudad que aparece en un relato de Borges y, de manera muy evidente, en los últimos cuadros que hace de la serie Madonna y Eleuthera, en los que aparecen su mujer y su hijo jugando en la playa. Aquí intenta dejar constancia de esos momentos de felicidad que él tiene, normalmente en Navidades, cuando van a la playa de Eleuthera, una isla en las Bahamas, y él hace fotos con su móvil que luego traslada a grandes lienzos para hacer más perdurables esas memorias.
m: Sean Scully ha reconocido en múltiples ocasiones algunas de sus mayores influencias, que no solo se circunscriben a las artes plásticas. Desde su punto de vista, ¿cómo definiría esa relación entre las obras de Scully con la música o la literatura?
J.M.: La música y la literatura tienen un reflejo en la obra de Scully porque están allí como parte indiscutible de su vida. Como he comentado, en la literatura ahí están esas obras como Ukbar. O la música, él siempre dice que pinta con música de fondo muchas veces y que esta varía mucho según su estado de ánimo, puede ser música clásica o puede ser Lana del Rey, por ejemplo. La música siempre le ha gustado mucho, cuando era joven llegó a regentar un club de blues… En fin, que es algo que refleja en su obra, al igual que refleja otras partes de su vida.
“Las influencias en la obra de Scully serían muchas porque estamos ante un pintor muy culto que mira mucho la historia del arte para para encontrar fuentes de inspiración”
m: Y en cuanto a otros pintores, ¿quién cree que ha sido quién más le ha podido influir y en qué aspectos que puedan resultar perceptibles al situarnos frente a su obra?
J.M.: Si hablamos de la influencia de artistas, sobre todo más del siglo XX, en la obra de Sean Scully, podríamos citar cuatro nombres. Uno de ellos ya ha aparecido antes y es Matisse. Él siempre reconoce su influencia y que es un artista que le apasiona en cuanto a la combinación de colores. Yo creo que Sean es un maestro como Matisse, pero en la abstracción, combinando colores.
Luego tendríamos a Kirchner, como el artista más destacado del expresionismo alemán, que también siempre le ha influido. De hecho, él ha ejercido una influencia muy directa en sus pinturas figurativas de juventud, en las que aparecen figuras humanas con mucho color verde, rosa, amarillo. También el rojo se puede ver en dos pinturas de esta época en la exposición, influenciadas sin duda por los expresionistas alemanes que empiezan a introducir el color de una manera muy prolífica en sus obras figurativas. Pero también Sean siempre hace referencia a una pintura de Kirchner, donde en un abrigo ve unas franjas horizontales que luego le llevan a hacer a él esas franjas ya en una pintura totalmente abstracta. Es decir, que el expresionismo alemán y Kirchner no solo han influido en su pintura figurativa de la primera etapa, sino luego en todas esas franjas ya de la pintura abstracta geométrica.
Mondrian, siguiendo con esta línea de la abstracción geométrica, sería otra influencia que él siempre ha reconocido y que ha admirado y, para cerrar el círculo de estos artistas del siglo XX, habría que mencionar a Paul Klee y sus pinturas geométricas.
Pero sí que me gustaría destacar que Sean Scully es una persona muy culta, que conoce mucho la historia del arte y que siempre hace mención también a la pintura italiana más clásica, desde el principio del Renacimiento, por ejemplo, con artistas como Cimabue o como Duccio, al que le ha dedicado alguna pintura directamente en el título.
También la arquitectura de edificios como la Catedral de Siena, por ejemplo, con esas franjas blancas y negras, la ha llevado a su pintura y ha sido una influencia en la obra de Scully. Y otros grandes artistas como Caravaggio o Tiziano, a quien dedica toda una serie de pinturas en las que incluye su nombre, el de Tiziano, en el título. Por lo tanto, las influencias serían muchas porque estamos ante un pintor muy culto que mira mucho la historia del arte para para encontrar fuentes de inspiración.
m: En la exposición se puede ver claramente la diferencia entre las pinturas en las que el artista utilizaba cintas adhesivas y el momento en el que cambia su proceso creativo y pasa a realizar líneas a mano alzada. Lo vemos, por ejemplo, a partir de obras tan representativas como Araby (1981). De la misma manera, se observa cómo comienza también a introducir cierto relieve en las pinturas, quizá en busca de la tercera dimensión, como se evidencia en la obra titulada Solomon (1982). ¿A qué se debe ese cambio y, con él, la adopción de un nuevo estilo?
J.M.: Bueno, yo creo que lo he comentado antes. Sería que llega un momento en que se siente totalmente encorsetado en el minimalismo y decide encontrar su propio camino y su propio estilo lo hace en esta abstracción donde las franjas se hacen más anchas, donde se difuminan los contornos, donde aparece el volumen, las pinturas casi tienen relieve, donde están hechas a veces de juntar varios lienzos en uno, no como una especie de collage, ensambla diversas pinturas que ha pintado incluso a veces en habitaciones diferentes y lo juntas tienen sentido.
Y con esa idea de devolver la la emoción a la abstracción, que es lo que lo que busca, y yo creo que lo que consigue también, porque como él mismo dice, es un lenguaje universal. La abstracción que llega a todo el mundo.

m: La exposición incluye varias esculturas, incluida una nueva pieza monumental de seis metros de altura que se ha colocado en el patio de Paseo de Gracia, creada específicamente para esta ocasión. Por un lado, nos gustaría saber cómo se traslada a la escultura todo ese universo formal y conceptual de la obra de Scully. Y, por otro, centrarnos por un momento en esa espectacular pieza titulada 55, que nos recuerda a Opulent Ascension, la que realizó para la basílica de San Giorgio Maggiore, en Venecia, en 2019. En aquella ocasión el artista se inspiró en la iglesia de Palladio y en la colección de manuscritos que allí se guardan, y con su obra quiso mostrarnos un conducto entre el mundo físico y el espiritual. ¿Cuál es el significado de esta nueva pieza realizada para Barcelona y que ha querido transmitir con ella?
J.M.: Bueno, Sean Scully siempre dice, y yo creo que es algo obvio, que sus esculturas son pinturas tridimensionales y que él lleva esa abstracción geométrica, con mucha paleta de color, o con menos en otras ocasiones, a la tercera dimensión. Tenemos en la exposición también dos obras que son dos obras muy tridimensionales pero que aún están colgadas en la pared, que son como una caja, Box se llaman en inglés, que ya están pidiendo salir de la pared y ser obras totalmente exentas, que es lo que son sus esculturas.
Pero vemos en algunas de ellas, como estas que comentamos de líneas horizontales, que es un poco una versión de los Landlines, que son estas pinturas con líneas horizontales y Sean Scully siempre dice que los Landlines surgen un poco con esa mirada del inmigrante que el propio Scully siempre se ha considerado. Siendo muy pequeño, con unos cinco años, dejó Dublín con su familia y luego, posteriormente, ha vivido en muchos otros países y siempre tiene esta mirada del inmigrante cuando está asomado al mar desde un acantilado. Ves una franja que es la tierra, otra franja que es el mar y otra franja que es el cielo. Un Landline sería como la línea del horizonte que siempre miras pensando lo que dejaste atrás o lo que aún está por llegar. Y eso es lo que traslada también a esas esculturas que vemos que son líneas horizontales llevadas a la tercera dimensión.

Sobre la pieza 55, como bien comentáis, ya apareció una escultura como esta en Opulent Ascension, en San Giorgio Maggiore, durante la Bienal de Venecia, en una muestra de la que también fui comisario. Y ahí sí que esa escultura tenía un mayor significado, porque Sean siempre comentaba que el primer título que le puso provisional, aunque luego lo cambió, fue La escalera de Jacob porque le recordaba ese episodio de la Biblia en el que se narra cómo Jacob se queda dormido y sueña que hay una escalera por la que suben y bajan ángeles, como una escalera que comunicaría la parte terrenal con la parte celestial. Y, de algún modo, esa escultura de Scully comunicaba la tierra con el cielo de la cúpula de Andrea Palladio.
Pero yo creo que, al fin y al cabo, hay que contemplar estas esculturas como pinturas tridimensionales donde Scully lleva su abstracción geométrica a la escultura. Sí hay que destacar que esta nueva escultura que podemos ver en el patio de La Pedrera se ha hecho expresamente para esta exposición. Es la primera vez que se muestra en público y la ha hecho también pensando en la escala. Hay que tener en cuenta que es un patio de unas grandes dimensiones y que la escala aquí es muy importante, porque puede quedar una escultura que se pierda en este patio tan grande o puede, como creo que es el caso, llenar el patio y ayudar a ambos. La arquitectura y la escultura se ayudan entre ellas. Yo creo que el patio hace que la escultura luzca mucho más y que parezca incluso más grande en este entorno arquitectónico (sería muy diferente verlo, por ejemplo, en el campo). Y al mismo tiempo, creo que este patio también gana mucho con esta escultura porque, sin duda, llama la atención y muchos visitantes que pasan a ver la escultura descubren el patio que, quizás en un primer momento, les habría podido pasar desapercibido.
m: Usted es un gran conocedor de la obra de Scully y de él ha dicho que está considerado el mejor artista abstracto de la actualidad. Para finalizar esta entrevista, y a modo de compendio, ¿podría darnos las principales claves que permiten situar a Scully en tan alta consideración y, por consiguiente, a esta exposición en La Pedrera en una de las citas artísticas imprescindibles de esta primavera?
J.M.: Yo creo, y así lo he manifestado, que Sean Scully es unos artistas vivos más destacados a nivel internacional. Desde mi punto de vista, si lo ceñimos a los pintores abstractos, para mí sería el más destacado. Pero no lo digo solo yo, lo dicen también los museos que le prestan atención y le han dedicado importantes exposiciones temporales. En este sentido, tenemos el Metropolitan de Nueva York, que le dedicó una gran exposición retrospectiva; la National Gallery, que también hace unos años hizo un diálogo entre Turner y Sean Scully, o el mismísimo Pompidou, que acaba de cerrar ahora para cinco años de reformas y una de las exposiciones con las que se ha despedido temporalmente era una de Sean Scully.
Lo dicen también las colecciones de museos a las que la obra de Scully pertenece, por ejemplo, solo en Estados Unidos —quizás el país que tiene los museos más destacados del mundo, en número y en calidad— pues tenemos que hay cincuenta museos que tienen obras de Sean Scully, entre ellos el MoMA, el Metropolitan, el Art Institute de Chicago, el Philadelphia Museum of Art…, en fin todos los grandes museos en los que podemos pensar.
Por lo tanto, sin duda nos encontramos ante uno de los artistas más destacados a nivel internacional. Y, por supuesto, sí, creo que esta es una de las citas imprescindibles de esta primavera en Barcelona y no solo aquí, diría que en Europa y en el panorama internacional de exposiciones. Además, su emplazamiento en un sitio tan interesante como La Pedrera, donde ya hay una tradición de exposiciones de grandes artistas que se han hecho recientemente, como la de Miquel Barceló, la de Jaume Plensa, la dedicada al arte hecho en piedra, con artistas como Anish Kapoor o Barbara Hepworth, y a la que ahora se suma uno de los grandes, como es Sean Scully, y en diálogo, como decía al principio, con la arquitectura Gaudí, lo cual hace que todo se enriquezca mutuamente y gane en calidad y en interés.
m: Muchas gracias, Javier, por su tiempo y amabilidad.
J.M.: Muchas gracias a vosotros por el interés en la exposición y espero que estas preguntas sean de utilidad para los lectores y visitantes de la muestra.

Madrid, 31 de marzo de 2025