El rebobinador

El Monasterio de los Jerónimos y el manuelino: un viaje al 6 de enero de 1501

El Monasterio de los Jerónimos de Lisboa tuvo una gran importancia simbólica dentro del programa propagandístico de utilización de la arquitectura para demostrar el prestigio de Manuel I de Portugal. Este complejo sintetiza el estilo manuelino al ofrecer elementos que se venían manejando en edificios premanuelinos y asumir también novedades renacentistas en el marco de una decoración que se nos muestra más o menos en línea con el plateresco español, empezándose a diferenciar del manuelino propiamente dicho. Hay que recordar que este estilo , cuyo nombre no se acuñó en su época sino en el siglo XIX, plantea novedades, sobre todo en lo decorativo, respecto al Gótico portugués anterior, como ocurre en nuestro país con el estilo isabelino.

El emplazamiento de este monasterio es inmediato a la Torre de Belem y al Palacio Real lisboeta, en un entorno privilegiado que era punto de salida y llegada de naves, la llamada Playa de la Aventura. El edificio tiene su origen en una pequeña ermita construida por Enrique el Navegante como exvoto si alcanzaba el éxito la travesía de Vasco de Gama que culminó en 1499, la ruta del Cabo; Don Manuel quiso destinar parte de la riqueza derivada de esta expedición a la construcción de un recinto monástico que, en principio, se concibió más pequeño y modesto de lo que luego fue, como ocurrió también con el Monasterio de Batalha.

Llegó a albergar más de cien monjes y su fachada, orientada al Tajo, ofrecía una imagen magna de don Manuel en la que era entonces la entrada principal de Lisboa, así que funcionó como referente urbanístico de la ciudad. En su decoración escultórica se representa además al propio monarca orante, custodiado por san Jerónimo.

La planta del monasterio no es aparentemente novedosa y quedó constituida por iglesia, claustros, refectorio, celdas y demás recintos propios de la vida monástica; sí encontramos novedades en el claustro: es el primero portugués con los dos pisos abovedados. El repertorio decorativo es importante sobre todo en el piso superior, y es obra de João De Castilho; la del piso inferior queda anclada en el manuelino pleno y la realizó Diogo de Boitaca.

La iglesia, por su parte, destaca por ser la primera portuguesa con planta de salón y se caracteriza por su espacialidad unitaria. La bóveda, semejante casi a una tela de araña, es soportada por pilares octogonales muy esbeltos con decoración de grutescos a candelieri.

Fue en 1495 cuando don Manuel pidió autorización a la Santa Sede para fundar un convento en el lugar de la vieja ermita, bajo la protección de la Orden del Temple. Al año siguiente el Papa Alejandro VI se la concede, pero retrasa sus planes la muerte de su esposa doña Isabel cuando ambos estaban cerca de ser jurados herederos del trono de Castilla y Aragón. Tras su posterior enlace con la hermana de la fallecida, María de Aragón, se elige una orden española y vinculada a la Corona para regentar el monasterio: la jerónima, presente en Yuste o El Escorial.

Después de lograr su objetivo Vasco de Gama, las pretensiones modestas iniciales en la construcción del edificio se modifican. El 6 de enero de 1501 se puso la primera piedra del nuevo monasterio: una fecha simbólica que hace referencia a la Epifanía y al ofrecimiento de los Reyes a Cristo, al reconocimiento universal de la figura de Jesús y la identificación del rey don Manuel con Emmanuel.  También el día elegido explica la advocación del monasterio a la Virgen de Belem.

El reconocimiento universal de Cristo se hace paralelo al reconocimiento de la universalidad del monarca portugués allende los mares: las conquistas de territorios durante su reinado no tenían solo un cariz político, militar o económico, sino también religioso.

Fachada del Monasterio de los Jerónimos
Fachada del Monasterio de los Jerónimos

La fábrica de los Jerónimos se asemeja a la ampliación del proyecto de la Iglesia de Jesús de Setúbal: en la parte sur de las iglesias de ambos lugares encontramos un portal con contrafuertes que servía de entrada monumental por la zona de la playa, y también como refuerzo del muro, más delgado en esta parte en función del abovedamiento interno.

Los 24 confesionarios o celas, separados en dos secciones de doce, tienen, por su número, valor simbólico, por su referencia cristológica y porque eran doce los monasterios jerónimos que el rey don Manuel pretendía fundar. Y en el interior de una de las paredes del templo se abre un pasillo semejante a un dispositivo de arquitectura militar que da acceso al coro alto y al tejado; se trata, por tanto, de una versión mayor y más compleja del convento de Setúbal.

Boitaca no llegó a participar en la finalización de los trabajos y De Castilho, de origen cántabro, asumió la dirección de las obras en 1517. Se manejan dos posibles causas: su caída en desgracia tras el desastre militar de Marmora o las dificultades de resolución del abovedamiento. Castilho, por su parte, ya había trabajado en otras obras regias en Portugal y se había especializado, precisamente, en bóvedas: trabajó en las catedrales de Braga o Viseu y en el Convento de Cristo de Tomar.

El Monasterio se transformó en cabeza de la orden jerónima en Portugal y don Manuel quiso hacerlo también panteón regio, idea que abandonaría a favor de Batalha pero que explica su monumentalidad.

João de Castilho trabajó junto a maestros de obra franceses, flamencos, portugueses y españoles, como Pedro Gutiérrez, Francisco de Benavente, Pedro de Trillo, Mateo Fernández o Chanterêne; es probable que se sumaran también a los trabajos Martín de Blas y Guillén Colás, que se amplearon además en Santiago de Compostela.

Las naves de la iglesia se cubrieron según modelos británicos e isabelinos: prestad atención a la fineza de sus nervios, de diseños en abanico o estrella. Lo mismo ocurre con la bóveda del crucero: se trata del sistema de nervaduras más complejo de Portugal.

Interior de la Iglesia del Monasterio de los Jerónimos
Interior de la Iglesia del Monasterio de los Jerónimos

 

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